Capitulo; 15

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En alguna parte a lo lejos una campana sonó y eso despertó a Emil. Abrió los ojos, y luego extendió la mano para tocar la sabana donde había estado Peter. Estaba vacía.

Emil escucho sonidos del más pequeño en el baño, pero no oyó nada. Él frunció el ceño ligeramente. Él quería levantarse e ir con Peter, pero pensó que tal vez el chico necesitaba un poco de privacidad. Dejando escapar una sonrisa de satisfacción, Emil cruzo sus manos detrás de su cabeza y miró fijamente la cobija, una sensación de paz profunda lo rodeo. 

Una noche no sería suficiente. 

 El empresario nunca pensó en el matrimonio para él, sobre todo, no en un matrimonio con otro hombre. (¿Era eso, incluso legal? Carlos tendría que averiguarlo...) Sin embargo, eso no importa ahora, cuando el empresario estaba allí, sabía que quería que Peter estuviera con él para toda la vida.

Emil sonrió por la satisfacción que sentía, la plenitud de conocer y amar a la criatura más dulce y angelical que jamás había existido. Cerró los ojos y esperó a que su amor volviera a la cama. 

 No supo cuánto tiempo había dormido. ¿Cinco minutos? ¿Cinco horas? El tiempo había dado a luz una incertidumbre y miedo.

El mayor apartó las mantas y se levantó y miró en el vestuario. La puerta del baño estaba abierta. La habitación estaba a oscuras, su estómago dio un vuelco. 

Emil se precipitó en el interior, fue a ver las cestas para dormir de los cachorros, gatos y conejos. Peter no estaba en ninguna parte a la vista.

-¿Peter -Preguntó, yendo de nuevo al dormitorio. No se oía nada, más que el maullido adormilado de un gatito, el quejido de un cachorro. 

-¡Peter! -gritó de nuevo, poniéndose su ropa. 

Abrió la puerta y corrió por el pasillo. Se detuvo en la parte superior de la escalera. -¡Peter! -gritó. El nombre se hizo eco burlándose a través de la sala.

Pero en ese momento el empresario supo que el chico no le respondería. En su corazón él sabía, porque ese sentimiento mágico - el que había sentido desde el primer momento que había visto al hombre más pequeño - se había ido. 

Tan pronto como si Dios hubiera tronado los dedos, se había ido.

Emil se quedó mirando su mano, sus nudillos blancos mientras se apoderaba del pasamanos, luego se hundió en el escalón superior. Él no se movió durante un largo tiempo. Todo lo que él era, y cada alegría que tenía, evacuada hasta que se sintió como si no fuera nada más que vacío... el vacío humano. Apoyó la cabeza en su mano y tomó un par de respiraciones profundas. 

-Peter...

Dijo el nombre del otro hombre por última vez. Fue apenas un susurro. 

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 -Emil, es mejor que tengas una razón muy buena para que me llames en el día de Nochebuena. Sabes algunas personas realmente tienen vidas...

Carlos entró en la oficina en la casa de su jefe, con su abrigo de invierno en la mano y una mueca en su rostro. Él había estado en casa de su hermano, a punto de cenar, cuando él había recibido una llamada urgente del jefe. Y ahora, en lugar de disfrutar de una comida caliente hecha por su cuñada, el abogado estaba de pie en medio de la fría sala de la oficina de Emil.

El empresario estaba sentado en su escritorio, de espaldas frente a la puerta. Suspirando, Carlos sacudió la cabeza y se acercó a él. Emil se dio la vuelta, y una vez que el abogado vio la expresión en el rostro del hombre mayor, él supo exactamente lo que había sucedido.

Fallen Angels ©Where stories live. Discover now