Capítulo 14: Deseo parte 1

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Matthew

Me felicité mentalmente por haber logrado eso que tanto había esperado; tener a la pelirroja acorralada entre mi cuerpo. Aunque no podía negar que me hubiera gustado haberlo hecho de otra manera, sin dudas estaba disfrutando el momento.

Me sostuve con los codos, evitando aplastar a Collins. Nos observamos durante un par de segundos y tuve el tiempo necesario para admirar como sus mejillas se tornaban más rosadas. Lentamente me fui acercando, deseando poder sentir sus labios sobre los míos. Cuando nuestros alientos se mezclaron y nuestros labios quedaron a milímetros de distancia, un fuerte estallido nos hizo sobresaltar y abandonar nuestras posiciones.

Un hombre calvo y gordo, a quien recordé como el señor Collins, atravesó la puerta con una botella rota en la mano y una cara realmente mala. Sentí como Mía se retorció asustada debajo de mi cuerpo e inmediatamente me levanté y la ayudé a ponerse de pie.

Al notar que el hombre, quien reconocía como el padre de la pelirroja, estaba completamente ebrio y fuera de sí, di un paso al frente, poniendo a Mía detrás mío en forma protectora. ¿Por qué me comporto de esa manera tan extraña con ella?

—Pero miren a quien tenemos por aquí...— exclamó arrastrando las palabras. Clavó la mirada fija en su hija— la chiquilla malcriada volvió a casa de su padre, me pregunto qué querrá ¿dinero?

Observé a Mia desconcertado, no lograba entender muy bien el hilo de la conversación. Mi mirada se dirigía de Collins hacia el hombre esperando obtener alguna respuesta. Pude notar como los ojos de ella comenzaron a brillar, y supuse que luchaba por contener las lágrimas.

—Pues, déjame decirte algo, ¡no tengo dinero! Tu madre me dejó vacío, me quitó todo la muy hija de...—hizo una pausa mientras se acercaba violentamente hacia Mía. Retrocedí—. Dile de mi parte que maldigo el día en el que nos conocimos, y sobre todo maldigo el día en el que quedó embarazada de ti, ¡debí marcharme cuando tuve la oportunidad!— gritó furioso escupiendo al hablar.

Cada vez se encontraba más cerca de nosotros. Pude observar los detalles; sus ojos parecían estar inyectados de sangre, sus pupilas se encontraban demasiado dilatadas y llevaba las facciones tensas. Apretó la mandíbula dejando a la vista los pocos dientes que le quedaban. Tuvimos una conexión de miradas durante algunos segundos. No dejé que el odio que transmitía me intimidara. Ya estaba acostumbrado a ello.

Volvió a acercarse, alzando la botella entre su mano derecha. Intenté retroceder y alejar a la pelirroja de allí, pero ella rápidamente se escabulló y decidió encarar a su padre. Parecía haberse transformado en otra persona; su respiración estaba agitada, su ceño fruncido y las lágrimas que la amenazaban con escaparse en cualquier segundo.

—¡Te odio! Eres lo peor, desearía nunca haberte...— gritó forzando la voz.

El señor Collins levantó la mano enojado con la intención de golpearla. Inmediatamente me acerqué hacia él y le proporcioné un buen golpe en la mandíbula, que hizo que perdiera el equilibrio.

Sentí la ira recorrer mi cuerpo inmediatamente. Intenté controlar la respiración y remarqué mi posición de ataque. El señor Collins aún se hallaba en el suelo, desconcertado luego del golpe.

Me di la vuelta para prestarle atención a Mía y al hacerlo, la encontré llorando en un rincón de la sala. Me acerqué hacia ella evitando hacer movimientos bruscos.

—¿Estás bien?— le pregunté y rápidamente quise darme una golpiza, obviamente que no se encuentra bien. Ella negó con la cabeza mientras que ahogaba un grito.

Sentí un dolor inmediato y al voltearme me encontré con el padre de Mía sosteniendo una botella rota. Mi cabeza comenzó a doler fuertemente y al llevar mi mano allí, pude sentir como la sangre se escurría entre mis dedos. Aún más enojado que antes volví a golpearlo, pero esta vez no fue uno, si no cinco golpes en el estómago que lo hicieron desmayarse en la sala.

—Lo siento— susurró la pelirroja con la voz entrecortada mientras se secaba las lágrimas que no dejaban de caer.

—No deberías hacerlo— le respondí acercándome a ella—. ¿Por qué no nos vamos de aquí?

Mía dudó por un segundo. Su mirada se quedó plantada sobre el cuerpo de su padre para después mirarme a los ojos. Asintió con la cabeza y tragó saliva mientras miraba de reojo mis dedos ensangrentados.

—¿Te sientes bien?— preguntó preocupada.

Arqueé la ceja y volví a llevar mi mano hacia la herida. Sin dudas, había recibido golpes peores. Asentí intentando tranquilizarla y le tendí la mano para ayudarla a ponerse de pie.

Abandonamos su casa sin importarnos que el cuerpo de el señor Collins sugiera tirado sobre la alfombra. Una vez fuera, Mía volvió a observarme con preocupación y volvió a preguntar si me encontraba bien.

—Deberías revisarla, está sangrando mucho— dijo acercándose hacia mí.

Le permití que mirara mi herida, y cuando nuestras pieles hicieron contacto, volví a sentir esa corriente eléctrica que tanto me perseguía al estar junto a ella

—Por suerte no es grave, no necesitas puntos, pero deberíamos vendar la herida para que no se infecte— me comentó ahora más calmada.

—Dentro tengo un botiquín, podemos entrar si quieres— le comenté haciendo referencia a mi hogar.

Esperé su aprobación y una vez que la tuve, la tomé de la cintura suavemente, indicándole el camino hacia la entrada.

Aún me costaba entender por qué me gustaba tanto tocarla, acariciarla e incluso cuidarla. No podía negarlo, disfrutaba su compañía. Extrañamente, los minutos junto a ella parecían esfumarse. La pelirroja tenía algo misterioso que me hacía querer conocerla y protegerla para siempre.

Black Soul   |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora