Mi Segundo Vandalismo Sale Mal...Otra Vez

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Caí, callé y el silencio inundo todo el vacío por el que descendía.

Ni siquiera escuchaba a mi propio corazón palpitar. O quizá simplemente no lo hacía.

«¿Qué estoy haciendo?»

Me sostengo del brazo de Wess sin siquiera apartar mi atención de esas oscuras esferas atestadas de preguntas. Intentando con todas mis fuerza recordar cómo se sentía respirar.

¿Sus ojos eran así de oscuros o simplemente todo se había vuelto más brillante?

No lo sé, no fui capaz de sostenerle la mirada por más tiempo. Cerré mis ojos y me di unos cuantos golpecitos en la cabeza con las taquillas que se encontraban tras de mí. Quizá de esa manera lograría que mis neuronas comenzaran a hacer su trabajo correctamente.

Era una cobarde, una maldita cobarde egoísta que no podía abrir ni siquiera los ojos para enfrentar a sus problemas. Sabía que si lo hacía, tomaría otras decisiones, y eso no podía ser.

No podía permitirme pisar lo desconocido cuando lo desconocido podía tratarse de un abismo. Lo desconocido no era lo mío, era mi debilidad porque era a lo que más le temía. Mi vida había sido normal, sin altos y bajos, con las mismas rutinas, los mismos dichos, las mismas conversaciones. Y todo esto se había detenido en el momento exacto en el que decidí que subirse a un taxi era buena idea. Hasta que decidí que tener una audición en la LCU iba a definir mi futuro, hasta que cuatro personas llegaron a mi vida y giraron mi tranquilo y normal mundo de cabeza. Luego, todo cambia, todo se ve de diferente manera. Todo de repente es mentira, todo son secretos, todo no es como lo pensé, todo se va directo al escusado.

El todo ya no lo es todo, sino una pequeñísima parte de la verdadera historia.

Todo son sentimientos, terribles y abrumadores sentimientos que parecen nunca querer dejarme sola, atormentándome día y noche, colándose por todas partes, susurrándome lo que quiero y no quiero escuchar, llenándome de intrigantes que generalmente preferiría dejar en el aire para que se difuminaran con lo demás.

¿Por qué simplemente no podían difuminarse?

¿Por qué no dejaba todo atrás y continuaba con la anhelada vida que supuestamente quería?

Mi boca se convirtió en un desierto mientras deslizaba mis manos hacia su pecho permitiéndome solo por unos cortos segundos sentir su corazón a través de mis dedos, paciente como siempre, esperando una respuesta que no era capaz de darle.

No cuando en mi mundo no había lugar para las distracciones, porque si las dejaba entrar corría el riesgo de caer, y caer cuando eras el apoyo de alguien...no era una de las mejores opciones.

No podía hacerle eso a Sam. No cuando fue ella la que me acogió luego de la muerte de mi madre, no cuando le debía tanto...

Es solo que...

—No puedo.—Solté por fin con la tentadora idea de fundirme con los casilleros para salir de ahí, para no tener que quedarme para ver como lo arruinaba todo.

Mordí mi lengua y, tratando de deshacerme de cualquier tipo de sentimiento, obligué a mis manos a ignorar esos latidos, a hacerles entender que ese no era su lugar y el mio tampoco. Así que me armé de valor y fijé toda mi atención en él. Imperturbable y manteniendo cada deseo al margen, encerrados en una caja que...él estaba a punto de derrumbar.

—Pero no es lo quieres—No me lo estaba preguntando, de modo que no contesté. Solo me quedé ahí, observando y buscando una manera en que las cosas resultaran más fáciles. De que sus ojos dejaran de deshacerme, de que sus brazos dejaran de sostenerme de la manera que lo hacían y de que todo dejara de sentirse tan bien.—Sabías que era un boleto sin devolución, Kayla. Abstente a las consecuencias, porque me quedaré. Y si nunca te sientes lista, entonces esperaré toda una eternidad hasta que por fin lo estés.

Dark Demons© (Libro I) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora