Primera Parte: DESAPARECIDOS - CAPÍTULO 3

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CAPÍTULO 3

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CAPÍTULO 3

—Eres hermoso, ¿sabías eso?— dijo Ema, sonriendo. Se la veía tan joven, tan feliz.

Su rostro estaba muy cerca. Se inclinó, y Ana sintió su beso en la mejilla. Sintió las lágrimas asomando a sus ojos, pero su visión no se empañó. Estaba llorando, pero no estaba llorando, era una sensación desconcertante.

También le resultaba extraño que solo podía ver el rostro de su madre y que lo veía desde abajo. Ema comenzó a mecerse y a cantar una canción dulce y suave, sus ojos sonrientes siempre sobre los de Ana. Entonces Ana comprendió. La estaba viendo a través de los ojos de Akir cuando su hermano no era más que un bebé. Ella lo tenía en sus brazos y le estaba cantando. Ana intentó acurrucarse más contra el pecho de su madre, pero nada sucedió. Intentó hablarle, pero era como si su boca no funcionara. Luego recordó lo que Akir le había dicho: aquello era un recuerdo, ella no tenía ningún control.

Se escuchó el sonido de una puerta al abrirse, y Ema levantó la vista.

—Llegaste temprano. ¿Todo está bien?— dijo Ema.

—Bien— se escuchó una voz masculina—. ¿Cómo está mi hijo? ¿Dio problemas hoy?— dijo, acercándose a Ema.

Ana pudo ver su rostro inclinándose sobre ella, el rostro de su padre. Efran le sonrió. Ana fue invadida por una mezcla de sentimientos conflictivos. Aquel rostro sonriente no parecía albergar al asesino al que su madre había temido toda su vida. Aquel era un rostro complacido, satisfecho con la existencia de aquel bebé.

Efran estiró los brazos, y Ema le entregó al bebé con una sonrisa.

—Ya han pasado cinco meses— comenzó Efran—. Ya es lo suficientemente grande para viajar a conocer a su abuelo.

—Efran, ya te dije que no es conveniente.

—Sé que solo quieres protegerlo, Ema, pero creo que él tiene derecho a conocer a su nieto. Lo estás privando del afecto de su familia.

—Son sus órdenes. Nadie debe saber de su existencia, nadie debe saber que está vivo. Ya rompí mi promesa hablándote sobre él, por favor no me pidas contactarlo.

—Lo haces sonar como si estuvieras traicionándolo.

—Lo siento así.

—¿Qué clase de vida es la que puede llevar, solo, lejos de su familia, sin saber siquiera que tiene un nieto? Creo que si yo tuviera que llevar una vida así, escondido todo el tiempo, alejado de mis seres queridos, viviendo con miedo, preferiría la muerte.

—Es su decisión— respondió Ema.

—Ha pasado mucho tiempo. Bress lo cree muerto. ¿Qué daño puede haber en llevarle al niño para que lo conozca?

—¿Y luego qué? ¿Traerlo a vivir con nosotros a Polaros?

—Sería espléndido— dijo Efran, entusiasmado.

Ema negó con la cabeza.

—Nunca aceptaría, y tampoco querría que lo visitáramos.

—Ema...

—No entiendes. Sé que piensas que es un cobarde, viviendo escondido y temeroso, pero no es por su vida que teme sino por las nuestras. Si Bress descubriera su conexión con nosotros... No quiero pensar de lo que sería capaz para sonsacarnos su paradero. No voy a ponerlo en peligro.

—Ema— dijo Efran, acercándose a ella y acariciando su cabello—, entiendo tu decisión, y la respeto.

—Gracias— sonrió ella—. Gracias por entender.

Un fuerte golpe en la puerta sobresaltó a los tres. Ana sintió su cuerpo tensarse, pero la tensión no era de ella, era del bebé. Efran frunció el ceño y devolvió el bebé a los brazos de Ema. Otro golpe.

—¿Quién puede ser a esta hora?

—Ve a al dormitorio. Veré quién es— dijo Efran, empujando a Ema hacia la puerta del dormitorio.

Ema entró a la habitación y cerró la puerta, dejando entreabierta una rendija para espiar.

—¿Qué pasa?— se escuchó la voz de Efran hablando con alguien fuera de la casa.

Su interlocutor parecía ser una mujer que lloraba y rogaba de forma ininteligible.

—Pero es tarde...— dijo Efran.

La mujer gimió desesperada. Las palabras "por favor" se escuchaban entrecortadas muchas veces.

—Espera aquí— dijo Efran, y se metió a la casa—. ¿Ema?— la llamó.

—¿Qué sucede?— se asomó Ema, todavía con el bebé en brazos.

—Es Floria, dice que su marido está herido.

—¿Herido? ¿Qué clase de herida? ¿Qué pasó?

—No lo sé, pero está muy desesperada. Quiere que vayas a verlo ahora mismo.

Ema dejó al bebé en su cuna en la sala, junto a la chimenea, y buscó su bolsa de medicinas.

—Es tarde, te acompaño— dijo Efran.

—No, está bien. Su casa no está lejos, quédate con Akir.

Efran asintió y Ema salió de la casa. Unos minutos más tarde, alguien volvió a golpear la puerta de la casa. Tres golpes suaves, apenas perceptibles. Efran abrió la puerta.

—¿Qué haces aquí?— preguntó alarmado, bloqueando la entrada con su cuerpo.

—Relájate, vi a tu mujer salir. No volverá por un buen rato— dijo el extraño, empujando a Efran hacia adentro de la casa, forzando su entrada.

—¿Cómo sabes...? ¿Tuviste algo que ver con el ataque al marido de Floria?— inquirió Efran.

—Tenemos que hablar— dijo el extraño, ignorando las preguntas de Efran. Avanzó por la sala hasta la cuna y miró detenidamente al bebé—. ¿Cuándo parten a conocer al abuelo?

—Es complicado, ella no está lista.

—Tus planes son demasiado lentos, y no soy un hombre paciente. Dijiste que cuando tuviera al niño la convencerías de ir a ver a su padre. Si no quieres que intervenga en el asunto, te sugiero que completes tu misión, pronto.

—¿Qué quieres que haga? ¿Forzarla?

—Haz lo que tengas que hacer.

—Morirá antes de revelar su paradero. Creí que habías entendido que la única forma de obtener su cooperación era haciéndolo a mi manera.

El extraño sonrió con malevolencia. Se inclinó hacia la cuna y alzó al bebé.

—¿Cómo se llama?— preguntó.

—Akir— respondió Efran, nervioso.

—Seguramente ella está dispuesta a dar su vida para proteger a su padre, pero no creo que soporte ver sufrir a su bebé— señaló el extraño.

Efran le arrebató al niño de los brazos y volvió a ponerlo en la cuna.

—Encontraré la forma de convencerla— le gruñó Efran—. Ahora vete de aquí antes de que ella vuelva y tenga que explicar tu presencia aquí con una mentira que ella no creerá.

—Volveré en una semana. Espero una respuesta para entonces— dijo el extraño y abandonó la casa, dando un portazo tras de sí.    

LA CONSPIRACIÓN DEL ESPIRAL - Libro IV de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now