Sexta Parte: USURPADORES - CAPÍTULO 94

177 31 0
                                    

CAPÍTULO 94

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

CAPÍTULO 94

—Cuidado, está caliente— le advirtió Zenir, alcanzándole una taza de té a Frido.

Frido asintió y la tomó con manos temblorosas.

—Cuéntanos lo que pasó— le pidió Zenir suavemente, sentándose junto a Randall del otro lado de la pequeña mesa de la cocina.

Frido levantó la vista hacia Zenir y casi se echó a llorar de nuevo, pero logró controlarse luego de un par de sollozos.

—Perdóname, Zenir. Debí protegerlo, debí... pero todo fue tan rápido... tan de sorpresa... y luego... Me siento tan culpable...

—Tranquilízate— le apoyó la mano en el hombro Zenir—. Estoy seguro de que hiciste todo lo posible. Solo dinos qué pasó.

—Un desconocido entró en la habitación que compartíamos esa noche con Akir en la Rosa. No era un huésped.

—¿Pudiste ver su rostro en algún momento?

Frido negó con la cabeza.

—Durante el ataque, estaba encapuchado, y luego puso una bolsa negra en mi cabeza, y ya no pude ver nada más durante todo el trayecto, excepto... excepto...— Frido comenzó a temblar.

—Cálmate, háblame del ataque en la habitación.

—Lo primero que hizo fue golpear fuertemente a Akir en la cabeza. Lo dejó inconsciente y luego puso una espada en mi garganta. Me obligó a cargar el cuerpo de Akir escaleras abajo y luego hasta afuera, a una carreta con dos caballos. Me puso una bolsa negra de tela en la cabeza y me arrojó también a la carreta, junto a Akir, amarrándome de manos y pies. Sentí que colocó una lona sobre nosotros para ocultarnos de la vista de los Polareños. Condujo la carreta hacia el sur, hacia las sierras. Cuando el camino por las sierras se hizo muy estrecho, se detuvo, desenganchó los caballos y abandonó la carreta. Me hizo montar uno de los caballos y ató mis manos a la perilla de la silla, atravesando detrás de mí el cuerpo inconsciente de Akir sobre el lomo del animal. Aun con la bolsa en la cabeza, supe que estábamos cruzando el Paso Blanco. Después de horas interminables, llegamos al bosque. Allí perdí toda orientación. A veces, me parecía que íbamos hacia el sur, y a veces, hacia el oeste. Sentía el calor del sol en la piel a medida que iba avanzando el día. Nos detuvimos varias veces para que los caballos descansaran hasta que llegó la noche. Akir recobró la consciencia. Pensé que el maldito lo iba a golpear de nuevo. Le rogué que no lo hiciera. Akir se quejaba de un fuerte dolor de cabeza. A mí me ató a un árbol y a Akir lo ató a otro árbol cercano. Akir comenzó a llamarme, a preguntarme si estaba bien. También comenzó a increpar al desconocido. Nuestro secuestrador no se molestó en contestarle una sola palabra, solo lo amordazó para que no lo siguiera molestando. Yo guardé silencio para que no me amordazara también.

El atacante hizo fuego y cocinó algo que olía como arroz y habas. No nos dio nada, ni comida, ni agua. Pasamos la noche allí. A pesar de la incomodidad de estar atado a un árbol, llegó un momento en que me dormí. Nuestro captor me despertó con una fuerte patada en mi costado a la mañana siguiente. Volvió a forzarme a montar uno de los caballos, y sentí que otra vez echaba el cuerpo inconsciente de Akir detrás de mí. No sabía cómo había desmayado a Akir esta vez. No escuché nunca que lo golpeara. Lo que sea que le hizo lo mantuvo inconsciente por dos días enteros. Llegué a pensar que lo había matado y que lo que yo cargaba en el caballo no era más que su cuerpo inerte. Estaba tan aterrorizado que no me atrevía a preguntar.

Al tercer día, después de dos días completos de andar, parar, dormir atado, sin comer ni beber, sin escuchar ningún sonido proveniente de Akir, el maldito se detuvo a media tarde, me hizo desmontar, me ató a un árbol y me sacó por fin la bolsa negra de la cabeza. Vi que...

Frido interrumpió su relato en este punto y comenzó a temblar. Zenir le sirvió más té y esperó en silencio a que Frido se recompusiera. Pero Frido parecía demasiado quebrado para seguir. Randall trajo una manta y envolvió al tabernero por los hombros con ella. Zenir le tomó una mano y lo miró directo a los ojos.

—Frido— le habló con la mayor suavidad de la que era capaz—, ojalá pudiera decirte que te tomes todo el tiempo que necesites para recuperarte, pero desgraciadamente el tiempo apremia. Si Akir está vivo...

Frido asintió en silencio con la cabeza.

—Dinos lo que ese malnacido le hizo a Akir— lo urgió Randall, impaciente.

Frido tomó varios sorbos de té, inspiró profundo y prosiguió:

—Akir estaba aun inconsciente. El maldito encapuchado había acostado su cuerpo en el suelo, había clavado cuatro estacas y había atado las muñecas de Akir a dos de las estacas, con los brazos extendidos en ángulo por encima de su cabeza. Había abierto también sus piernas y había atado sus tobillos a las otras dos estacas, de modo que su cuerpo formaba una enorme X en el suelo. Luego lo despertó, derramando bruscamente un balde de agua sobre su rostro.

Después de un momento de confusión, la cabeza de Akir pareció aclararse y se dio cuenta de que estaba estaqueado en el suelo. Inmediatamente, comenzó a forcejear con sus ataduras, increpando e insultando a nuestro secuestrador, exigiéndole que lo soltara. Nuestro captor solo lo miró con una semisonrisa maliciosa, y lo dejó gritar y maldecir por un buen rato.

Cuando Akir se calmó un poco, el secuestrador paseó su mirada entre Akir y yo, y luego se acuclilló junto al rostro de Akir y le dijo con suavidad: "Solo te liberaré si tu tío lo pide". Akir solo lo miró con furia y le escupió el rostro encapuchado. El otro le golpeó el rostro con fuerza al indefenso Akir. Luego, se puso de pie, y mirándome con seriedad, me dijo: "¿Qué dices tú? ¿Quieres que libere a tu sobrino de sus ataduras?". Yo asentí vigorosamente con la cabeza. El maldito negó con la cabeza: "No, no. Necesito que lo digas en voz alta, que des tu expreso consentimiento". Tragué saliva y balbuceando le dije: "Por favor, suéltalo, libéralo de esas estacas". El sonrió con una sonrisa tan repugnante que me revolvió el estómago. Fue hasta su caballo y desenganchó una enorme hacha. Luego volvió y se puso junto al pie izquierdo de Akir. Levantó la vista hacia mí y me dijo: "Te felicito. Eres el responsable de esto". Y de repente, sin dar tiempo a nada, bajó el hacha con fuerza. Vi con horror como el filo del hacha cortó limpiamente el pie de Akir a la altura del tobillo. Fui invadido por incontenibles náuseas mientras Akir daba un grito desgarrador y perdía el sentido. Mientras vomitaba sin control, el secuestrador me dijo: "Recuerda bien este mensaje: dile a su abuelo que venga a rescatarlo lo antes posible, antes de que queden tan pocos pedazos de él que ya no sea posible reconstruirlo".

Ante esas palabras del horroroso relato, el que palideció y comenzó a temblar fue Zenir.    

LA CONSPIRACIÓN DEL ESPIRAL - Libro IV de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now