Séptima Parte: BIFURCADOS - CAPÍTULO 125

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CAPÍTULO 125

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CAPÍTULO 125

—¿Qué vamos a hacer?— preguntó Dana a Lug.

—Primero lo primero— respondió él—. Como ya te dije, no he olvidado la situación de Llewelyn. Antes de ponernos a trabajar en el despertar del Círculo, lo cual todavía no sé cómo llevar a cabo, tenemos que resolver la cuestión de mi madre.

—Tardaremos más de dos días en llegar hasta la cúpula— dijo Dana, preocupada—. Temo que para cuando lleguemos, sea demasiado tarde.

—Necesitamos transporte rápido— asintió Lug.

—¿Crees que Tiresias quiera prestarnos caballos?

—No son caballos lo que tenía en mente.

—¿Entonces?— inquirió Dana, intrigada.

—Explícame el mecanismo de la teletransportación— pidió él.

—Lug, ¿no estarás pensando...?

—¿Por qué no? Mis otras habilidades no sirven para lo que necesitamos, ni siquiera mi más reciente capacidad de levitar, así que necesito aprender cómo lo hace Llewelyn.

—Realmente estás convencido de que es posible, ¿no es así?

—Sí, Dana, y creerlo posible lo hace posible, así que, explícame la técnica.

—Como quieras— suspiró Dana—. Supongo que no tenemos nada que perder. Según lo entiendo, el primer paso es visualizar claramente el lugar a donde quieres transportarte.

—¿Cómo hizo Llewelyn para visualizar el sur sin haber estado nunca aquí?

—Cormac combinó su habilidad con la de él, proyectando una imagen del valle Verde desde su basta y exacta memoria.

—Combinación de habilidades...— musitó Lug—. Parece una buena estrategia, mejor que la de Alaris.

—¿Cuál es la de Alaris?

—Ponerte en una situación de vida o muerte y obligarte a reaccionar para sobrevivir— explicó Lug—. No es muy agradable.

—Suena más bien traumático.

—Lo es. Es muy efectiva, sin embargo. Pero tal vez combinar habilidades resulte menos dramático.

—No lo creas— le advirtió Dana—. Espera a que te explique el segundo paso.

—Te escucho— le dijo Lug.

—El segundo paso es sentirse embargado por una emoción fuerte, tan fuerte que te mueva con desesperación a querer estar en el lugar a donde quieres transportarte. Cormac se encargó de proyectar en Llewelyn una vívida imagen de ti en la celda, le hizo sentir lo mismo que tú sentías: la soledad, la desesperación, el dolor, la angustia...

Lug tragó saliva, recordando las horas oscuras en las mazmorras de Dresden.

—¿Cómo supo Cormac de mi estado?— preguntó Lug con un hilo de voz.

—Otra combinación de habilidades: mi habilidad le dio el acceso remoto y su visión hizo el resto. Tu estado era tan terrible que Cormac apenas pudo soportarlo, casi muere en el intento.

—No debió proyectar ese horror en Llewelyn, no debió...— comenzó Lug.

—Era la única forma de crearle la urgencia, Lug.

—Llew no tenía por qué sufrir viéndome así— meneó Lug la cabeza.

—Nuestro hijo es más fuerte de lo que tú y yo creemos, Lug. Cormac tuvo hasta repercusiones físicas con la visión, mientras que Llew no pareció afectado.

—¿Repercusiones físicas? ¿A qué te refieres?

—El primer contacto fue tan fuerte que volvió del trance con mordeduras de ratas en las manos.

—¡Por el Gran Círculo!— se horrorizó Lug.

—Su cuerpo estaba helado y no reaccionaba. Me costó bastante traerlo de vuelta.

—¿Y Llewelyn? ¿Qué le pasó a él?

—Nada, Lug, ya te lo dije, él es fuerte. En vez de caer en la desesperación, usó su habilidad para traernos al valle Verde. Nuestro hijo no se hundió en el horror, sino que resurgió de esa oscuridad e hizo lo debido: venir a rescatarte. Creo que aun si Marga no quiere dejar de manipular su cuerpo y su mente, él va a terminar expulsándola. Si Marga decide quedarse en Llewelyn, puedo asegurarte que tiene los días contados— afirmó Dana con convicción.

Lug asintió su acuerdo en silencio, con un nudo en la garganta.

—Creo que no me falta motivación para ir a su encuentro, Dana— aseguró Lug—. Si unes tu habilidad a la mía, si me ayudas a conectar con el lugar donde se encuentra en la distancia...

—Hagámoslo, entonces— aprobó ella.

—Siéntate frente a mí y dame tus manos— le pidió Lug. Ella lo hizo.

—Dime qué hacer.

—Cierra los ojos, concéntrate en la cúpula, visualiza cada detalle, visualiza las paredes de roca que la rodean, los árboles que están del lado norte.

—Bien.

—Elije un lugar exacto.

—El lugar entre los árboles donde intenté el contacto con él después de que entró en la cúpula.

—De acuerdo, concéntrate en ese lugar, necesito que abras un canal, no hacia una persona, sino hacia ese lugar. ¿Puedes hacerlo?

—Sí— afirmó ella.

—Tú eres el timón, Dana, yo pondré la fuerza y el movimiento, pero eres tú la que debe indicar la meta.

Dana asintió en silencio, su mente fija en el objetivo. Lug pensó en su querido hijo, en lo mucho que deseaba ir en su ayuda, y llenó su corazón de ansias, de urgencia, de amor de padre. Luego comenzó a invocar la fuerza eterna e inconmensurable del cercano mar Igram. Las olas golpeaban en su mente con la misma fuerza que golpeaban en las rocas de la costa, urgiéndolo a moverse, inundándolo con la potente energía del agua. Se sintió flotar, se sintió navegar por el espacio que lo separaba de su objetivo. Más rápido, más intenso. Dana guiaba el viaje, había establecido un camino limpio y definido hacia el punto de llegada. Las olas los empujaban, los arrastraban, y Dana apuntaba al faro lejano y luminoso que representaba su objetivo. Más rápido, más intenso. Sus cuerpos comenzaron a vibrar, y por un momento, pareció como si sus manos fueran a soltarse, pero Lug apretó las manos de ella con más fuerza, y ambos se sostuvieron mutuamente, soportando con entereza la tormentosa desmaterialización de sus cuerpos.    

LA CONSPIRACIÓN DEL ESPIRAL - Libro IV de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora