Cansada de mi viaje, de mi vida, de los problemas y cansada muy cansada del Cuervo y Roberto. Ya habían agotado mi paciencia hacía ya tiempo y ahora sólo les quedaba ver como los hacia mierda. Acabar con ellos era mi primer y único objetivo, por lo que me había ido y por lo que lo volver.
Nicolás tenía algo que nunca pensé que ponía volver a sentir. El amor por él, en este tiempo no cambió, es más con la distancia de por medio había crecido y juro por mi vida que lo había querido evitar.
Pero no hubo manera. Son cosas que no se controlan, sólo pasan.
Verlo con Sofía y con aquella niña había callado mis sentimientos por él pero ahora, ahora que sabia la realidad , no había manera de que hubiese otra vez silencio.
Una cosa más por la que odiar a Roberto.
Toda esta situación en grandes y pequeños rasgos me generaba viejos recuerdos que odiaba tener y que volvían a mi cabeza sólos.
Nicolás se parecía tanto y tan poco a Rubén. Roberto y el Cuervo pasaban a ser mi padre. Y yo seguía interpretando el mismo papel. La estúpida enamorada quién siempre sufría y lloraba mientras la gente moría.
Ya había vivido esto hace años cuando sólo tenía 18 años y creía que todo lo que mi padre me daba era un verdadero lujo y cada capricho que conseguía era un grano más del vacío que siempre había tenido y pedido sin saberlo.
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Rubén llegó a mi vida para mostrarme que todo eso que yo creía que era mi felicidad no era más que falsas sonrisas y falsos sentimientos a los que me acostumbré. Pero con él todo cambió.
Con su carácter, con su orgullo, con su forma de ser y sus malditos desplantes me enseñó a verdaderamente a amar , a luchar por lo que quiero, a trabajar por lo que deseaba. A pesar de ser consciente de a que se dedicaba mi padre, renegaba y odie todo lo que mi propia sangre era, estaba dispuesta a dejarlo todo y empezar una vida en la cual fuese alguien a normal, sin peligros y libre.
Rubén no me había puesto fácil las cosas entre nosotros, en aquel momento no entendía porque no quería estar conmigo si sentía lo mismo que yo, pero con el tiempo lo entendí. Nadie quiere sufrir por amor. Pero eso fue inevitable.
Casi dos años nos había llevado estar bien juntos. Los dos mejores años de mi vida en la que empecé a vivir de verdad. Pero tan rápido como un trueno,todo se vino abajo como una sucesión de fichas que al caer una empujaba a otra para caer con ella y no estar sola. Él sabia perfectamente de donde salían mis comodidades y por decisión de los dos dejaríamos todo lo que teníamos y éramos para ser quien de verdad queríamos, pero eso nunca llegó a pasar.
Mi padre nunca supó lo que sentía por Rubén y así fue mejor. Aquella noche en que nos habíamos preparado para irnos juntos, Rubén había ya tenido problemas, y justo fue entonces cuando por malditas casualidades y muchas más mierda sin saberlo mi padre mató al que había sido mi primer y hasta entonces único amor.
