Muchas veces había pensado que después de lo que pasó con Rubén no me volvería a pasar pero tenía que llegar Nicolás para desmostrarme de la misma manera y más fuerte que con Rubén, que el maldito amor aún existía para gente como nosotros.
Como había dicho Fernando, la niña estaba desaparecida junto con la estúpida de su madre. No sabía muy bien donde las había llevado Nicolás pero estaba segura que quien las tuviese era alguien importante, fuerte y poderoso. No me iba mentir, me gustó saber que Ceres no era hija de Nico, aunque aún no estaba segura de si se había vuelto a acostar con Sofía.
Esperaba que no, pero no estaba dispuesta a preguntarlo aunque la curiosidad me matará. Tampoco me debía fidelidad.
Nicolás: ¿Qué más sabes? [preguntaba sentado en su despacho]
Llevaba sentado y en la misma posición desde que sabía lo que había ocurrido, arrastrandome con él hasta su despacho cambiado.
Yo a diferencia de él no paraba de mover por la habitación de un lado al otro, no estaba nerviosa pero después de meses alejada de aquí y con todo lo ocurrido tenía cosas que hacer y resolver.
Fernando: No mucho. No hay rastro de ellas. Solo he conseguido averiguar por un par de cámaras de mala calidad y un registro de aviones privados que han podido viajar.
Fernando miraba con atención a Nico esperando una orden.
Nicolás: Bien. Entonces han vuelto, están otra vez en el país. [decía mientras se levantaba de la silla] Busca y averigua todo lo que tenga que ver con El Cuervo, quiero saber todas sus propiedades, planos, securidad... todo.
Fernando: ¿Algo más?
Con un gesto por parte de la mano derecha dejó salir a Fernando dejándonos solos otra vez.
Nicolás: El Cuervo habrá descubierto donde estaba la niña y por capricho y venganza se la habrá llevado. [decía mientras se acercaba] No creó que su interes sea su mujer.
Cada paso reduciendo la distancia entre ambos, mi mente se nublaba dejando el control a la adrenalina y locura del momento.
Olivia: Es su hija no creo que le vaya a pasar nada ¿no? Después de todo ellos son sus padres.
Las palabras habían salido de forma natural. Eran sus padres. No podían hacerle nada.
Nico acarició con dulzura y delicadeza primero la piel de mi brazo para después llegar a mi cadera uniendo nuestros cuerpos. Su otra mano hizo el mismo gesto pero estaba vez se detuvo en mi mano, dándole más segundos de los necesarios a mi muñeca en la que estaba el reloj y en el dedo donde aún seguía el anillo de Mateo.
Nico: ¿Qué pasa, que nos hemos casado y yo no sabía nada? [dijo en tono gracioso mientras besaba mi cuello]
No tenía ni idea de que el anillo no era mi y menos que era una promesa de Mateo. La promesa de Mateo. De la que me tenía que ocupar cuanto antes. Pero no ahora, no con Nico aquí.
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