5.-

8.1K 1K 819
                                    

Lo sucedido hace horas no dejaba de dar vueltas en la mente de Keith. El tan solo rememorar la somnolienta cara del moreno, con su voz más ronca de lo usual, sus pequeñas sonrisas y... Y sus manos... Cálidas, rozando gentilmente sus mejillas...

Con ambas palmas, cubrió su rostro, evitando el que los demás lo vieran en aquel estado.

Nuevamente, estaban en unas de sus tantas reuniones sobre Lance —las cuales ya se estaban volviendo una tradición—, pero esta vez, estaban en la sala de control del castillo. Se encontraban esperando a Hunk, ya que Pidge tenía unas preguntas para él, las cuáles tenían como fin que este rememora algún momento de la niñez de Lance, en donde él hubiera demostrado algún síntoma depresivo.

Shiro y Allura hablaban de variadas cosas, bastante sonrientes y relajados, demostrando lo mucho que disfrutaban estar juntos. Mientras, Coran y Pidge discutían sobre alguna mejora del castillo, pero aquello no era de interés para ninguno de los presentes más que ellos. Keith, por el contrario, se encontraba recostado en una de las ventanas, observando las estrellas, buscando alguna respuesta sobre sus sentimientos, y recordando esta misma mañana, en donde despertó en los brazos de Lance, gracias a que se quedó dormido sobre el cuerpo contrario al haberse quedado observando las estrellas junto a él.

¿Por qué cuándo simplemente escuchaba el nombre del chico su corazón se volvía loco?

La preguntaba le atormentaba día y noche. No le gustaba nada estar así de confundido y preocupado por el paladín azul. O sea, en sí, su enemistad era obvia, pero, desde hace poco, se dio cuenta que jamás había sentido odio o envidia u alguna de esas cosas hacia aquel chico de ojos azules. Al contrario, muy dentro de su ser, comenzaba a florecer la idea de que, simplemente, le gustaba juguetear con él.

Aquella idiotez del tira-y-afloja le encantaba. Adoraba joder al chico, porque sus reacciones lo enloquecían, sus facciones lo atraían y sus palabras lo hacían sonreír más que cualquier otra cosa en el mundo.

Esperen, ¿acaso él estaba...?

—Lamento haberlos hecho esperar —mencionó Hunk nada más entrar por la puerta, cortando inmediatamente el hilo de pensamientos de Keith.

Sin mucho más revuelo, la mayoría se posicionó de pie alrededor del asiento designado para el paladín amarillo, mientras que Pidge se sentó de piernas cruzadas con su laptop en ellas de frente al recién llegado.

—Bien, Hunk —pronunció de forma profesional sin mirarlo a los ojos mientras tecleaba—. Te haré preguntas breves que necesito que respondas con toda tu sinceridad, ¿de acuerdo?

La actitud fría de Pidge logró que no solo Hunk asintiera, sino que todo el grupo lo hizo. Esa chica daba miedo cuando se metía en algún papel.

Bueno, generalmente, causaba temor. Pese a su tamaño y su adorable carita.

Un suspiro se resbaló de los labios de la menor— Esta bien, dime, ¿a qué edad se conocieron tú y Lance?

Esa pregunta era de interés popular. Todos sabían que eran los típicos amigo-hermanos, pero nadie sabia cuando nació esa amistad.

—Muy fácil, desde los siete años —contestó sin demora.

El corazón de Keith se apretó dolorosamente con aquella respuesta y una sensación de inseguridad se apoderó de él, pero no entendía la razón, así que decidió pasarlo por alto.

—¿Y cómo se conocieron?

Hunk alzo su mirada al techo— Pues, Lance era nuevo, muy tímido y bastante callado —rememoraba—, además, no tenía ni la más remota idea del inglés —se carcajeó—. La cosa es que, en uno de los tantos recesos, un grupo de niños me molestaban por mi peso. En ese entonces, me dolía bastante, y Lance, sin saber ni siquiera como decir "hola" en nuestro idioma, los espantó.

Blue. [Klance] Where stories live. Discover now