6.- (Maratón 1/4)

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—Lance...

El nombrado giró su rostro hacia el pelinegro— Dime, Keith —sonrió con dulzura.

Se encontraban ambos sentados en la cabeza del león azul, en un planeta que habían rescatado de las garras de Zarkon hace unas horas, con la luna alumbrando sus rostros de forma delicada y las estrellas acogiéndolos cariñosamente.

«Bien, Keith, es tú momento, no lo arruines...» se repetía Kogane una y otra vez en su cabeza.

—Y-yo... Quería..., uh, quie-ero decir...qu-quiero... —de tanto tartamudear, sus dientes decidieron mejor atrapar su labio inferior y morderlo, y, con un sonrojo en su cara, desvío la mirada.

—Hey, Keith, mírame —de forma amorosa, el cubano se acercó para cogerle del mentón y alzarle el rostro, terminando cara a cara—. Creo saber que quieres decirme, y te voy a ser igual de claro.

Las orbes azules de Lance brillaban cual zafiros, pero fundían a Keith como brasas. Los ojos del menor no dejaban de dar un paseo para nada disimulado de su violeta mirada a sus ya temblorosos labios.

En sí, todo él temblaba.

Y su corazón, oh, Dios, galopaba como loco dentro de su pecho, y rugía tal cual su león.

—Me gustas, Keith Kogane.

Y la respiración se le cortó en ese momento.

Las manos suaves del cubano se posaron en su nuca y cintura, y su acelerado aliento se aproximaba cada vez más. Jadeante, Keith miraba a Lance embobado; como si fuera el ser más perfecto del mundo.

¿Y lo mejor? Este le devolvía aquel gesto, pero con aquella seductora sonrisa pegada a sus carnosos labios.

Sin embargo, a tan solo unos centímetros del pelinegro, Lance habló:— ¡Paladines, es hora de desayunar!

La cara de Keith se deformó por completo. ¿Por qué Lance tenía la voz de Allura?

—¿Qu—

Un golpe seco.

Y dolor.

Batió sus pestañas un montón de veces y luego giró su cabeza de un lado a otro para verificar que, prácticamente, se encontraba en su habitación, y todo lo sucedido, fue solo un sueño.

Lance McClain jamás se le declaró.

Por una extraña razón, le entraron unas ganas de llorar. Sin embargo, tomó una fuerte respiración y recién ahí se dio cuenta que se había caído de la cama. Junto a un suspiro, se acomodó hasta quedar sentado y cerró sus ojos. El sentimiento había sido tan... vívido. Las dulces caricias de Lance, la suavidad de su piel... Pero, aún así, no comprendía. ¿Qué era lo que le dolía tanto? ¿Por qué su corazón deseaba fervientemente que todo aquello sucediera? ¿Es que acaso iba a estar así de confundido por el resto de su estadía en el castillo como paladín?

Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos.

—Keith, apresúrate, sabes que a Hunk no le gusta que su comida se enfríe —escuchó la voz de Shiro suavizada por el grosor de la puerta.

Sin esperar respuesta, el líder se retiró, y Keith decidió, por fin, ponerse de pie.

• • • •

—Muy bien, está decidido: primero, Keith y Hunk irán en busca de escalutrita, luego iremos Balmera en busca de un cristal más grande y, para terminar nuestro recorrido, finalizaremos donde los Olkari por ayuda para la construcción del Teludav Masivo.

Todos asintieron ante la explicación de Allura.

La espada de Marmora había estado ahí hace unas horas y habían creado, en palabras de Coran, "el plan más increíble de la historia de los planes".

Blue. [Klance] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora