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Sus pulmones ardían como el infierno, pero todo ahora mismo le daba igual, quería correr lejos, lejos del silencioso castillo, lejos de la durmiente calma de sus amigos.

Lejos de aquel chico azul que lo rechazó con aquella facilidad que resquebrajó su alma.

No sabía si estaba lo suficientemente lejos del castillo, perdido por el bosque de Olkarion, pero una cosa era cierta: nunca en su vida había sentido un dolor como ese.

Sus pies fallaron luego de varios minutos corriendo sin sentido, sus rodillas dieron a parar con la tierra fértil bajo sus pies, dejandolo arrodillado, y sus manos se aferraron salvajemente a la tela de su camisa, por donde se encontraba su corazón, buscando el como calmar este mismo, mientras las lágrimas comenzaban a llenar todo su rostro y terminar perdidas entre su cuello.

Lance lo había rechazado.

Bien, no había sido una declaración directa, pero lo había besado. ¡Había logrado su sueño más preciado! Sintió una calidez tan exquisita en su pecho en el momento de juntar aquellos deliciosos y suaves trozos de carnes a los suyos tan agrietados, tan diferentes de los contrarios, que provocó una dulce explosión que mataría por volver a probar.

Pero si pudiera repetir aquel momento, no lo volvería a hacer.

Quería que el cubano lo quisiera de la misma forma que lo hacia él. Quería sentirse amado por él, deseado...

Quería sentir todo y más con Lance. Solo con Lance.

Un gemido ahogado hipó entre sus sollozos. Lo necesitaba. Muy en el fondo de su ser, sabía que en ese momento, el único capaz de calmarlo era él, con aquella sonrisita tan pícara y sus brillantes ojos azules cual océanos tormentosos.

Pero no podía, porque había arruinado cualquier intento de relación amistosa y amorosa con él.

Su cuerpo terminó cayendo de bruces hacia el frente, y con los sollozos aún creando espasmos en su delicado cuerpo, se quedó dormido con el rostro del moreno rondándole por la cabeza.

• • • •

—He estado buscándote todo la mañana, ¿sabes?

Aquella voz le hizo pegar un bote en el lugar. No solo porque llegó de la nada, sino que esa persona era la que menos quería ver.

—Si vienes a burlarte, juro que me lanzo del maldito barranco.

Luego de caer dormido, se despertó gracias a las cosquillas que le provocaba el césped bajo su nariz. Alzó sus ojos y el sueño lo abandonó al momento en que se fijó que estaba en mitad de la nada en el bosque de Olkarion. Caminó por varios minutos y se topó con un inmenso barranco, el cual le daba una vista hermosa de la ciudad, y decidió quedarse en el lugar hasta que alguien lo encontrara y lo llevara de vuelta al castillo.

La risita que escapó de Lance fue sedosa— ¿Y de qué me serviría venir a burlarme? Quiero hablar contigo.

—No quiero escucharte, ¿bien? —se puso de pie y postró su vista en el suelo, la vergüenza por lo ocurrido hace unas horas no le dejaba mirar al chico ante él ahora—. Sea lo que quieras decirme, por favor, no.

Comenzó a dar unos pasos en dirección hacia el cubano, y justo cuando pasó junto a él, este le sujetó el brazo de forma delicada.

—Keith —habló en un suave susurro, poniendo los pelos de punta del nombrado—, de verdad necesito hablar contigo —el ojivioleta iba a negárselo una vez más, pero Lance se adelantó—. Por favor.

El tono de súplica removió algo dentro de él y, sin poder resistirlo más, asintió y caminó de vuelta con un alegre castaño a su costado hacia el barranco, en donde tomaron asiento el la suave tierra carmín de Olkarion.

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