Sofía caos

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 Un caos no tormenta, un huracán de soplidos, el caos Sofía era el caos más simple que alguien alguna vez contempló. Pero por dentro, por dentro algo moría. A veces la miraba sentada en la ventana perdida en alguna instancia del mundo, y creía inocentemente en una Sofía encantada, pensante, interesada en algo que yo no veía en aquel vidrio sucio << contemplando un caos en un estanque, sin insinuar que debajo del agua un molusco gigante se dedicaba a arrasarlo todo con el suficiente cuidado de que las burbujas no impacten a los navegantes atentos, y yo navegante, mar de ensueño mientras el arrecife era demolido silenciosamente>>.
 

El caos no Sofía (el caos en sí), la tormenta que no acata orden alguna, que diluvia y arrasa entre rayos de sol o la más íntegra negrura, un huracán con nombre propio (Huracán Catrina, Huracán Paul, Huracán yo), el caos en sí era el caos más simple para el ojo habituado << como un estanque descontrolado donde los pedazos de regatas se desparraman por doquier, mástil clavado en la orilla, molusco enfurecido sobresaliendo del agua reclamando la victoria>>. Pero éste último renace sin detenerse en el tiempo, a diferencia del primero, que era, es y será acumulativo.

 Abrazada a un círculo de terciopelo (creyéndolo luna), abrazada a un pedazo de tela cabeza abajo comenzó a reiterar aquella actitud (la de faltar a sus propias actitudes). ¿Qué le consultaría al descanso? ¿Cómo intervenir sin desenconar nada? << Cuando comencé a sospechar de aquella falta, una serie de pensamientos brotaban -Sofía rompeme las paredes, pateá las mesas, agarrá a los almohadones y despedazalos lentamente; llamá al molusco, tirale un cebo, dale incentivos, dejalo al paso. Te paso las rutas marítimas, abrile paso al océano, señalale los más pintorescos contenedores; arrasá con todo, invocá a la perdición.- >>

 Sobre el caos acumulativo, sobre callar, sobre apilar los Huracanes uno debajo del otro (como simples soplidos de cumpleaños); no atentar jamás, ella no sabría de confrontaciones. Y el arrecife Sofía sólo peligraba por ella, por ella y un desentendimiento de ella misma que no la encontraba como lo hacía el mundo. A veces Sofía se recorría, detenidamente, se analizaba de extremo a extremo buscando algo que no mencionaba jamás (ahí la sospecha se volvió certeza pura, así había empezado todo).

 Sofía abrazada a la luna (viendo yo un terciopelo), abrazada al (su) satélite guía. Al principio, las primeras veces en las que veía al círculo de terciopelo supe cuestionarme tantas cosas. Pero no había terciopelo, había cráter y luna, había luz y encuentro, había Sofía perdida entre sueños << en una noche específica cambié brutalmente mi rumbo, la luna había desaparecido del cielo, y después de una incertidumbre llevadera la fui a buscar a su cuarto. Luna terciopelo tan sólo por y para Sofía, para que duerma tranquila, para ser abrazable algún tiempo (una vida sin brazos) -- luna de miel reducida, se delicaba (refiérase a volverse delicada en nuestro idioma), se escondía sólo para cuidarla en las noches (para cuidarse también, era la luna quien eligió a Sofía, lo supe después de un tiempo)>>.

 Intervenir en el agua, entrar al arrecife a cuidar los corales; no, yo no podría hacer eso. A veces la erosión era el camino, raspar un poco la esencia, dejarla ser y conocerse. Por primera vez en mi historia yo no le cuento ninguna. Sofía debía conocer llantos, lastimarse un poco, notar las espinas en los tallos y el filo en ciertas cosas. El barco camina hacia el arrecife sin siquiera tenerlo en mapa, es decir, el navegar se posa sobre lo ya emergido. Manteniendo al iceberg distante << no me dejen caer en la simpleza >>, y el arrecife Sofía debía golpearse con algo, y el molusco debía ser llamado al destrozo. El barco paz, el navegante distraído << negligente un poco>>. En este periodo la calma no era solución, el caos Sofía precisaba un caos a gritos.

 Te pido perdón un poco, tuve que invocarlo yo mismo. El navegante que tira el cebo al agua para fortalecer al capitán; Sofía marinera, sabida de todo lo necesario para sobrellevar(-se), y tuve que agitar la marea. Tuve que encerrar tu barco en una botella de vidrio y girarlo tantas veces como me fueron necesarias para terminar por picarlo un poco (el Huracán Yo), el ahora también molusco destrozando por partes tu barco, algo también tu arrecife. Y Sofía de noches en lunas buscando encontrarse. Yo invocando lo oscuro, de cebo en cebo, de presión en los puntos claves. Algún día yo no sería tripulante alguno, y aquella capitana debería cruzar entre continentes.

 La solución algo abrupta; mi intervenir desde la no intervención (desde el agite a la botella hasta que terminaras por romperla, por sacar todo desde adentro, por matar al monstruo).

- Andate bien a la mierda (Sofía de la mano del Kraquen) - Es cierto que aquella tarde en la que me insultaste todo se descolocó un poco, de pronto el mástil apareció clavado en el living, tus velas tiradas en el suelo, el barco encallado en la luna y tu cara algo más sencilla entre sueños. Sofía, arrecife, erosión.
Pulida desde adentro hacia afuera, Sofía confrontación en los meses y años que fuiste creciendo.

 Sofía soltando a la luna, devolviéndola un poco; y en una bahía destrozada volviendo hacia el orden. El universo tendía al caos, Sofía siempre tendería a Sofía. Y lass simbiosis, barco-molusco, Sofía-Huracán, Yo-Lanointervención de mis historias habían cumplido sus cometidos.

 Hubiese sido más fácil sentarme al lado de ella en la ventana y comenzar a susurrarle todas estas cosas, pero aquella no las necesitaba, hoy no. Y no fue hasta este momento en el que me di cuenta (veía luna, jamás hubo otra cosa) que las historias entre nosotros muchas veces no le servían, necesitaba de la práctica, de desafiar a la teoría.

- ¿Qué te da miedo? - me preguntó desde lo lejos. Yo me quedé pensando un rato mientras intercalaba mis miradas entre ella y la existencia.

- (perderte, pensé) - Estar solo, le dije.

- Nunca estamos solos, me dijo a la vez que se acercó para envolverme entre sus brazos.

Para SofíaWhere stories live. Discover now