Paradoja deja vú, principios a Sofía.

17 0 0
                                    


Algo me cuesta, siento que te vas acercando, me pongo nervioso y tiemblo; por más que pasen los años me sigo poniendo nervioso cada vez que se me acercan, algunas cosas no se hacen costumbre. Y como todo témpano nos cuesta el habla, ni hablar del tacto, entonces cada vez que nos tocamos por casualidad en los pasillos no es mucho más que alguno de aquellos perdones enmudecidos de caras pálidas, en donde cada tanto golpeamos los hombros por andar desviándonos al piso. Y algo por un mínimo instante me asegura que sos vos, probablemente cuando algún tímido comentario intenta entibiecer a nuestras almas, alguna que otra vez nos reímos. Te pusiste a pensar alguna vez qué es lo que quisiéramos contarnos, de qué querríamos hablar fuera de los pasillos, y es que los pasillos nos fuerzan al habla, pero también hay otra vida y otro mundo. Uno que corre fuera de aquellos pasillos y más que nada de aquellas puertas, en donde cruzándola es prácticamente otro universo; toda persona que cruza una puerta se vuelve otra versión de sí. Nadie es igual de un lado de una puerta que del otro, y eso me llena de dudas. Qué lado de tu puerta es de verdad, si éste que culpa a los pasillos de nuestros encuentros llegase a serlo podría pensar que alguna vez me saludarías por alguna calle, que me acompañarías hasta algún bar. O será como yo pienso en el fondo y realmente ni siquiera cruzaremos miradas, como en la timidez de los pasillos pero ahora en una exageración de vanidades, orgullos y caretas caídas que no quieren enfrentarse realmente. No solemos quedar con las máscaras, porque suelen ser más agradables y menos conflictivas. Pero alguna que otra mañana mirás la avenida y a su frío, vos mirás el frío desde la distancia de quien nunca pudo acostumbrarse a él y entonces lo entiende como un ente lejano, como se encuentra ahora y se encontrará siempre al otro lado de la puerta. Y a pesar de que el frío está del otro lado de la puerta él simplemente no piensa en cruzarla, y eso lo vuelve, inequívocamente frío sin ninguna de sus preocupaciones. Alguna vez pensaste en correr hasta él, me pregunto por dentro, alguna vez me gusto mirarte cuando se resquebraja un poco la puerta, cuando comés por ejemplo, en el más humano de los actos, en la supervivencia misma placentera que tira abajo toda máscara posible. No hay máscara que permita comer cómodamente por más cara que ésta fuese.

Jaqueca, dolor de cabeza y mareo, me agarro del mármol para no caerme un poco. Alguna vez ya viniste por la misma puerta, alguna vez ya miraste al frío, alguna vez ya te costó contarme aquellas cosas insignificantes que sólo se cuentan en los pasillos. Alguna vez entendiste mis miedos, lo inseguro que vivo desde que se cayó mi puerta y el viento y el aire y los fríos entran caminando como si nada. Siento que todo esto ya pasó, pero entrás de nuevo y me confundo. Vos y yo alguna vez nos habíamos olvidado; por eso me duele. Dos olvidados intentando reconocerse van a generar todas y unas de las veces al dolor, y es por eso que más allá de las incomodidades en los pasillos sufrimos un poco. Lo que no recuerdo es cómo ni qué pasó, el frío me abruma bastante.

Para SofíaWhere stories live. Discover now