De un Lobo a un Ciervo

18 0 0
                                    

Y ahora que pienso por demás, ya sin el tiempo en que te observaba, llego a la conclusión concreta de que fue un pecado no saber matarte, no saber cumplir un mísero objetivo.

Un pecado y mi error, al subestimarte de manera tan absurda, al creerte siempre entre mis redes mientras merodeaba; y cada tanto un graznido.

Si me pregunto por qué nunca llegué a atacarte, primero culpo a la manada, un lobo no entiende mucho de caza si no se siente acompañado, y casualmente en aquella primera noche fría donde te contemplaba pastando por primera vez, yo estaba solo, y segundo, por miedo.

Aunque esto fuese una conclusión que llegó en el decantar del tiempo, yo no recurrí a mi manada cuando te sabía regresando constantemente, porque tuve miedo, miedo a que mi manada te sobreentienda maravillosamente como yo lo hacía, y entonces serías menos presa, menos maravilla, y no me estarías cazando a mí sólo, sino que sería un común entre mis pares, entre todos aquellos que sabías que te observaban continuamente.

Y tercero, yo no te maté porque entendía tus planes, entendí desde el primer punto que vos sabías que yo no podía comerte, y de alguna forma te protegía. Era simbiótico, eras vos pastando para maravillarme, era yo observando para que te sientas en casa. Era esa forma de sentirnos piezas claves en nuestras vidas aunque de alguna forma nunca encajamos, no podían lobo y ciervo pastar juntos, un lobo no graznaba y un ciervo no le aullaba a la luna, e instintivamente, tampoco podíamos cazar juntos.

Así se nos dio la vida, así terminó por despreciarnos, aquella última queja que lanzaste al aire cuando supiste que me iba, me iba sin atacarte, me iba también sin entenderte, sin romper la distancia que la misma vida nos ponía. Auquella última queja sigue zumbando en el viento, quizás era una invitación que nunca interprete, para curar la real herida. Aquella que no salió de mis mordidas, aquella que no causaron tus cuernos, aquella que cayó en lo imposible de dos que pensaron más en la vida, que en lo correcto.

Y sé que te voy a cruzar, sé que perderás los cuernos, sé que te volverás indefensa y yo no estaré para cuidarte, como sé también, que otro también lo hará, y que yo volveré progresivamente a desgarrar otros cuerpos, a embebrrme en bancadas de sangre, a gritarle a un satelite perdido.

Porque para eso habremos nacido un día, para eso habremos muerto por siempre.

De un lobo a un ciervo, Sofía.

Para SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora