Capítulo 16

65.6K 9.4K 5.5K
                                    


Andrea

Bouger no está mal. Me alejé un rato de la pista para beber algo, y aunque por haber mucha gente cerca de la barra aún no me atienden, el ambiente me gusta. Según Abner, hacen concursos de baile; por lo que, si todo sale como tía Su y yo planeamos, ganaremos una cena gratis y obtendré publicidad gratuita para mi academia.

Ahora debo encontrar con quién bailar.

En la pista, tía Su y Abner hacen pareja. Aaron, el Porky y Boris, por otro lado, tienen un trío un tanto excepcional, pero se divierten; así que me toca buscar compañía entre desconocidos.

Algunos tipos me miran con interés, pero ninguno me convence. Por lo sucedido con Sebastián me cuesta confiar. No me presto fácil a juegos del tipo intercambio de miradas, sonrisas o conversar solo porque sí con alguien.

—¿Quieres una copa? —Me pregunta con actitud cómplice un señor de pie junto a mí.

Le sonrío con prudencia. —No gracias.

—Vamos, solo una —insiste. Está ebrio, ese es un punto menos a su favor, y como no lo conozco la alerta de «Peligro» se activa.

Persiste y le ignoro. ¿Por qué te cuesta entender que no es no? Y aunque pierdo mi lugar en la barra, me alejo hasta poner una distancia de cinco personas entre nosotros. Suelta una carcajada.

—Zorra —se queja, señalándome mientras habla con el sujeto que le acompaña.

Pero no de tu cueva, pendejo.

No todos los tipos que han intentado acercarse a mí son cretinos, en la universidad conocí a unos bastante agradables, también durante mis clases de baile o al atenderles en El Cisne. ¿El problema? El video. Cuando todo marcha bien empiezo a plantearme cómo decirlo. Prefiero que sea así en lugar de que les tome por sorpresa o piensen que se los oculté adrede. Además, ver la reacción de una persona al saber de mi video me dice mucho de ella. Deseché a muchos cretinos de esa manera y otros tantos decidieron ser únicamente mis amigos. No pudieron con la carga de una mala reputación. Al menos fueron honestos. Y luego están los que sí quisieron continuar conociéndome. Sin embargo, a mi pesar, ninguno fue un Oliver Odom. Con ninguno quise compartir la misma Coca-Cola.

¿Qué hacer cuando el corazón te grita «Para qué sigues buscando si ya tienes el nombre del indicado»?

Por lo mismo, esbozo una sonrisa malhecha al sentir una mano caer sobre mi hombro; una mano que, advierto por el rabillo del ojo, pertenece a alguien que viste una camiseta de Superman.

—¿Qué hice yo para merecer esto? —digo, limpiando de la esquina de mi ojo una lágrima. Empezaré a creer que mi corazón es un imán para el suyo.

—Déjame pensar —suspira Oliver—, ¿irte cuando estábamos en nuestro mejor momento? —Termina de acomodarse en el lugar junto al mío—. ¿Marcharte cuando aún tenía mucho amor para darte? Puedo seguir toda la noche, bebé —agrega, elevando su voz para hacerse escuchar por encima del sonido de la música.

—No era necesario que respondieras —digo, sin todavía mirarlo directamente. Lo único que tengo claro es que aún viste la camiseta que le regalé.

—Tuve siete años para pensar en ello.

—¿Por qué estás aquí? —le pregunto esperando que esta vez sí se sincere—. Le pediste a tu novia casarse contigo en televisión —recuerdo, doliéndome—. Eso solo se hace cuando amas mucho a alguien —Él baja su mirada. No obstante, parece divertirle mi cuestionamiento—. Todos los días veo a parejas comprometidas, Oliver. Se aman tanto que a veces hasta resulta empalagoso para otros, lo único que quieren es estar juntos. ¿Por qué no estás con tu prometida?

La buena reputación de Oliver Odom ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora