Capítulo 29

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Ya no tengo diecisiete años, atrás quedó la chica que vivía asustada, la fácil de intimidar, la que mantenía la cabeza baja. Sin embargo, hay que admitirlo, no es cualquier persona la que está conmigo en esta mesa; es Magda, madre de Oliver, y él luce contento de tenernos aquí a ambas.

—Andrea tiene una academia de baile —Le cuenta a ella.

La señora lleva ratos entretenida con el mismo envoltorio de azúcar, parece necesitar endulzar mucho su café.

—Sin duda es buena bailando —señala con un tono hosco que no toma por sorpresa a Oliver.

En el camino me explicó que Magda aprecia en gran medida a Karin, y que, por lo mismo, un cambio no sería fácil de asimilar. Me pidió tener paciencia. Y la tengo. Sin lugar a dudas la tengo. También le echo suficiente azúcar a mi café.

—¿Y cómo siguió Néstor? —pregunta Oliver en otro intento de aligerar el ambiente.

—Bien —Magda está decidida a no ponérselo fácil.

—Sí... Un resfriado es un problema grave.

Miro a Oliver sintiendo pena. Magda no colabora a pesar de que él se está esforzando. Por mi parte, lo mejor que puedo hacer siendo esa la actitud de ella, es arrojarme al suelo y fingir que morí.

—Mañana graban la semifinal del programa —menciona de pronto sorprendiéndonos. Bien, hablar de El chef de oro parece terreno seguro.

—Sí...

No es un tema que a Oliver le guste, pero parece ceder con tal de evitar más silencios incómodos.

—Deberías preparar ese plato que me gusta tanto —Le sugiere ella.

—¿Ñoquis?

—Eso —La actitud de Magda cambió repentinamente a jovial.

—No sé qué plato nos pedirán preparar.

—Hablé con Karin —Lo cuenta con una sonrisa de oreja a oreja—. Será comida italiana.

—Entonces lo haré —acepta Oliver manteniendo su cabeza baja. No sé si se siente incómodo porque su madre mencionó a Karin o porque le recordaron que mañana graban la semifinal.

—Y di que es para mí.

—Por supuesto —Él alcanza la mano de su madre para besarla. Parece ser un gesto de gratitud por ya no ser hostil.

—Oliver se pone nervioso cada que cocina en televisión —comenta ella dirigiéndose a mí. A MÍ. Oh Dios. Pienso bien mi respuesta.

—Lo ha manejado bien.

—Por supuesto que lo ha manejado bien —Magda suelta una risa seca y mira de mí a Oliver—. Lo duda —Le dice.

—Ella no dio a entender eso, mamá.

Magda dirige una mirada de dolor a Oliver por osar ponerse de mi lado. De nuevo la perdimos.

Buscando con qué entretener mis manos y de esa forma evitar mayor incomodidad, cojo mi café. No obstante, tarde advierto que por endulzarlo demasiado está intragable; de manera que al beber, sin poder hacer mucho, inmediatamente lo devuelvo a la taza regurgitándole; y mientras toso suelto pizcas que caen sobre mi ropa y la mesa.

Oliver ríe, pero la mirada de horror que me dirige Magda es digna de fotografiar.

Haciendo más puntos con tu suegra, ¡Bien, Andrea!

La buena reputación de Oliver Odom ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant