Capítulo 31

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Andrea

Karin no me da la cara y Aaron, pese a que intento entablar una conversación con él, continúa mostrándose hermético. Me mantengo de brazos cruzados hasta que salimos del elevador, cruzamos un pasillo y llegamos a una puerta doble señalada con el número 7. Se supone que...

—¡Aun si tuvieras ventaja perderías porque eres un inepto! —grita colérico Oliver. Apenas lo reconozco. Miro a Karin llevar una mano a su cara. ¿Qué sucede?

—Tercera llamada, señores —escucho decir a Stu, el presentador de El chef de oro—. Karin ya viene para acá.

Lo primero que veo al entrar es una pared falsa, más allá de esta son los gritos; la rodeamos, cruzamos otro pasillo y para mayor angustia de Karin llegamos por fin a las butacas, cámaras, micrófonos y escenografía de El chef de oro: una cocina con estufas industriales ordenadas en fila, bodega y anaqueles; y en medio, posiblemente resultado de una competencia, dos pasteles de bodas, y uno tiene escrito en color azul la leyenda Oliver y Karin.

Pese a la incomodidad me obligo a recordar que deben guardar apariencias.

A la par, acompañado por Magda, Boris, Dante, presentadores del programa y dos señores que en opinión parecen tiburones, está Oliver empujando a Dante y este a él.

Están... peleando.

—¡No te sueltan la correa, eh! —Se burla Dante y Oliver de inmediato reacciona lanzando un puñetazo. Stu lo detiene.

—¡Este me lo debes! —amenaza Oliver palmeando su mejilla izquierda. Tiene un moretón. ¿Qué pasó?

La mirada de Magda, antes atenta a la pelea, se posa en mí a medida que me acerco.

—Vino —dice, llamando la atención de todos.

—¡Karin, por fin! —respira más tranquilo Stu asumiendo que Magda se refiere a ella; sin embargo Oliver, pese a que primero reparó en Karin, ahora... se fija en mí.

Luce alarmado, esa es la primera impresión obtengo de él; como si en lugar de recibir la visita de su novia tuviera en frente a la mismísima mafia rusa. Por lo mismo, pese a que Dante continúa gritándole, ya no le presta atención. No termina de procesar que yo esté aquí.

—Insistió en venir —Le avisa Karin procurando que solo él la escuche, después ella entrega a Dante los papeles que trae en su mano.

—¿Tanto tardaste para solo ir a tu coche? —recrimina Dante a Karin.

—Fui a mi casa —Ella, como ya he mencionado muchas veces, luce cansada.

—Es eso o te tomaste tu tiempo para maquillar información.

—¿Estás llamando timadora a mi hija? —reclama a Dante uno de los tiburones.

Es el padre de Karin.

Regreso mi atención a Oliver. Está dirigiendo un gesto de acusación a Karin que nuevamente le repite que yo pedí venir.

—Voy a leer —avisa Dante repasando uno por uno los papeles—. Sí, aquí dice que debemos arrodillarnos ante ti cada vez que entres, Odom —Se burla— y que si estamos usando el baño, aun si tuviéramos mierda atorada en el culo, si tú quieres usarlo debemos dejarlo libre para ti —El tipo insiste en provocar a Oliver—. ¿Ahora eres mudo? —Le acusa al ver que en lugar de contestarle me mira a mí.

—Cállate —dice Oliver en voz baja. No deja... de mirarme. ¿Qué pasa? ¿Por qué no me habla? ¿Por qué el miedo?

—No —devuelve Dante—, esto lo vamos a repasar hoja por hoja hasta que termines de justificar el dinero que recibes por ser un completo hijo de puta.

La buena reputación de Oliver Odom ©Where stories live. Discover now