22. Dignidad

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Kagome

Cansada.

Esa sería la palabra que me describiera en este momento. No solo cansada física sino también psicológicamente. El tener que fingir frente a Miki me destroza más que cuando fingía con Inuyasha. Creo que con Inuyasha no dolió tanto porque de verdad sentía cierta atracción hacía el.

Miki. Dios, tengo que hacer de todo mi autocontrol para no alejarle de mi cada vez que me toca. Una repugnancia horrible se instala en mi cuando lo siento cerca, espero que todo esto acabe pronto porque no sé cuánto aguantaré, tener a uno de los cómplices de la muerte de mi familia es... Doloroso.

Entro a la casa sin muchas ganas, la cabeza la tengo en miles de pensamientos, ideas, tantos planes que ando en el aire. Suspiro tratando de regular ese pinchazo que siento en la cabeza. Al pasar a la sala mis amigos me esperan con caras angustiadas y preocupadas. Sé que temen que tenga una recaída, los traumas fueron difíciles de olvidar, sin embargo, hasta yo temo que vuelvan, a nadie le conviene que este toda traumática a cada instante.

Los brazos de Sango me rodean y su perfume saluda mis fosas nasales. Los siguientes brazos que siento a mi alrededor son los de Miroku y luego Koga hasta llegar a Ayame.

—¿Cómo estás?—preguntan todos al unísono sonando muy preocupados.

—Fue difícil, pero no imposible—respondo y me pasan un vaso de agua, acompañado de un calmante.

—Bébelo, te ayudará mucho—asiento mientras lo tomo.

—Kagome... ¿Segura de querer continuar con esto?—pregunta Koga—sabes que no es obligatorio, ¿verdad?—sus ojos me examinan.

—Lo se Koga, sin embargo, es la única manera de encontrar a ese infeliz—aprieto los dientes—sabes que dije que la justicia tomaría el mando, solo quiero dar con su ubicación para que lo atrapen—él asiente y todos nos mantenemos en silencio.

—Y... ¿cómo Inuyasha supo que estabas en ese restaurante?—la pregunta de Ayame nos pilla por sorpresa.

—Tranquila, no me anda siguiendo—más bien quisiera que lo haga—estaba con su prometida y nos vio—respondo.

Su prometida.

La palabra es tan amarga en mi paladar. Prometida. Una vez yo fui su prometida, la mujer por la que se desvivía.

—Kagome... Todo esto es duro para ti—comenta Miroku—pero estamos aquí para apoyarte en todo—asiento.

—Gracias chicos, sin su apoyo y ayuda no sé qué habría sido de mi—digo sincera—los amo, bueno, me voy a descansar un poco—beso sus mejillas y subo a mi dormitorio.

Me despojo de mi ropa y entro a la ducha dejando que el agua caiga sobre mi cuerpo relajándolo.

Cuando salgo me coloco un simple vestido y voy hasta mi despacho para trabajar desde casa.

Las horas pasan y no me despego del ordenador y los documentos que descansan sobre mi escritorio, trato por todos los medios no tener a esas personitas que torturan mis pensamientos.

Por un lado, esta Miki, su llegada me ha dislocado un poco, a pesar de que fue mi primer amor, no siento nada por el ahora, solo un odio que me quema. Por otro lado, se encuentra Inuyasha, el hombre que alborota mis hormonas, uno que me hace sentir viva, uno que me hace soñar y creer en un futuro, pero él está comprometido con otra.

La puerta del despacho se abre y mi angelito entra por ella con una gran sonrisa. Camina hasta mí y me regala en la mejilla un cariñoso beso.

—Hola precioso—saludo abrazándolo mientras lo acomodo en mi regazo.

Por tu perdón InuyashaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin