A sus treinta años Kim JongDae ha tenido más fracasos amorosos en su vida que cualquier persona normal, sumado a eso su padre pide un heredero para su imperio de autos Alfa Romeo antes de morir; no es que JongDae no desee dárselos pero ¿Qué puede ha...
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Hacía cuatro meses que JongDae había conocido a Kim MinSeok, el lindo castaño con aura maternal, el que iba a darle su heredero y solucionaría todos los problemas y al mismo tiempo traería felicidad a su padre por querer tan desesperadamente un heredero. Pero JongDae no esperaba conocer el amor por MinSeok, ni lo que esta palabra conlleva, ni lo que ese fuerte sentimiento hace, pero no del que es falso y que un buen soneto mata; si no el que es real, el que no necesita palabras para expresarse, el que sabes que la otra persona estará ahí para siempre sin tener que preguntar, el que soportaría todo y cree que algún día el arcoíris se extenderá luego de que la tormentosa tempestad descienda sobre sus cabezas.
JongDae quería comprar un bebé, pero el amor lo compro a él.
Mientras el sol avanza dando comienzo a un nuevo día, JongDae desliza sus manos por el pequeño bulto que comienza a hacerse en el abdomen de MinSeok, su preciosísimo castaño duerme tan profundamente que parece más joven que de costumbre, es como un niño, su niño bonito y pequeño que tiene dentro de sí a su amado bebé; JongDae comienza a dejar besos por todo MinSeok, cada vez que lo ve así y sabe que tiene a su hijo creciendo en él, fuertes sentimientos de amor lo golpean por todo lado y solo quiere adorar y beber todo del castaño.
MinSeok despierta con su cristalina risa en los labios, cada vez que JongDae besa su cuello no lo puede evitar y despierta con su risa risueña. El pelinegro lo mira a los ojos y entonces lo besa profundamente, los suaves labios de MinSeok lo reciben cálido y dispuesto haciendo que JongDae se entregue completamente al beso; besar a MinSeok, según JongDae, es como volver a casa, no importa lo duro o pesado que fue su día, volver a casa lo hace sentir seguro, protegido y amado, por todo eso MinSeok era su casa y besarle era volver a su hogar.
—Buenos días, mi amor.
—Hola Dae.
—¿Dormiste bien?
—Junto a ti, siempre dormiré bien.
—Kim MinSeok, está usted siendo sumamente adorable ahora, según mi ternumometro.
—Oh no. ¿Estoy en peligro?
—Si sigue así de tierno u adorable me temo que sí.
MinSeok sonrió.
—Te quiero Minnie.
—Te quiero Dae, mi cielo.
Se besaron una vez más antes de salir de la cama, bajaron tranquilamente a desayunar, JongDae amaba los fines de semana y ahora aun más desde que tenía a MinSeok, antes solía despertar en su cama vacía y fría, aun cuando Seulgi se quedaba la noche con él, no sentía ni el más mínimo calor, a lo mejor JongDae solo buscaba un dulce engaño en brazos de otra persona, sentirse querido aunque solo fuera en su imaginación y muchas parejas se lo dieron hasta que encontró a MinSeok, su hermoso y amado MinSeok.
