Capítulo 41

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Diciembre, 2016



Salí del estudio de danza y tomé un taxi para ir al aeropuerto, estaba ansiosa por ver de nuevo su rostro, por escuchar su voz y besar sus labios. ¡Cómo quería tenerlo ya en mis brazos una vez más!


—¡Ben!


Me abalancé sobre él abrazándolo fuertemente, haciendo que soltara su equipaje para que pudiera rodear mi cuerpo con sus brazos y así elevarme unos cuantos centímetros del suelo. Besé sus labios y acaricié su rostro, como si fuera irreal tenerlo aquí tan cerca.


—¡Te extrañé tanto!

—Yo también, linda. ¿Cómo estás?

—Agotada. El sábado es el recital y bueno, todo es pura presión ahora. Demian llegó anoche también, se está quedando cerca de mi casa.


Caminamos tomados de la mano, no podía dejar de decirle lo feliz que me hacía tenerlo aquí.


—Haremos tantas cosas hoy, te llevaré de cita a Burnello's.

—¿Qué es eso?

—Un restaurante que está cerca de mi casa, mi mamá quiere verte.

—¿Ah sí? ¡Demonios! No vengo preparado para eso.


Salimos del aeropuerto, teníamos establecido un plan ya. Fuimos a su hotel a dejar su equipaje y después le di un recorrido por Times Square para que viviera la experiencia como todo turista que viene a Nueva York.

Aún se me hacía irreal tenerlo aquí conmigo, después de tantos meses, caminar de nuevo a su lado, escuchando su voz, riendo de sus anécdotas en Blackout y de las ocurrencias por las que Travis los hace pasar. Miraba a Ben pensando en lo mucho que me gustaría que su estancia aquí no fuera temporal, pero sabía que jamás me iba a atrever a pedirle que se mudara conmigo, él tiene su vida en California, a su familia y a su banda, él no puede dejarlos atrás sólo por mudarse conmigo... No quiero ser la Yoko-Ono de The Last Train.


—Y aquí es en dónde vivo. —Le digo a Ben antes de entrar al edificio—. Es muy diferente a la casa de papá, pero aquí he pasado una buena parte de mi vida.


Entramos al edificio y él me siguió hasta llegar al apartamento. Abrí la puerta y lo dejé pasar, Ben no pudo evitar tomar la fotografía que mi mamá tenía junto al teléfono, una Irina de nueve años que mantenía una amplia sonrisa en un día de verano, sosteniendo un helado, con las piernas doblemente cruzadas y un moño rosado en el cabello.


—Te veías tan tierna.

—Lo sigo siendo.


Ben regresó la fotografía a la pequeña mesa y después se encargó de inspeccionar el resto del salón, tomó los folletos de bienes y raíces de mi mamá para hojearlos un poco. Esto es muy diferente a lo que tenía Demian en su casa, incluso la decoración.



—Y esta es mi habitación.


Él se sentó en la cama, tomando de inmediato las Gaynor que usaría en la presentación del sábado.


—¿Emocionada?

—¡Y mucho! ¡He esperado por este momento toda mi vida!


Esboza una sonrisa a medias, mirándome perder la razón por mi personaje mientras le hablaba de la historia que vería el sábado, de los dos actos y de lo que trataban. Le entregué el programa del recital y su boleto, agregando mucha más emoción al momento. Ben no encontró otra manera de callarme más que jalándome hacia la cama con él, para besarme una vez más, un beso que sabía a «te he echado de menos».

Dulce perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora