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Caminábamos por un callejón oscuro, mi corazón latía rápido y por un momento el tipo me dió mala espina.

Mis pasos comenzaron a ser lentos, él se giró alerta hacia mí y yo busco una salida rápida

--No lo pienses, ya no hay salida nena -habla con una voz demasiado calmada para mi gusto y sus ojos están fijos en mi rostro

--No me hagas daño -ruego entre sollozos, él ríe y se acerca a mí. Pone una mano en mi cintura y la otra en mi cuello, siento asco de su cercanía.

--No lo haré, eres demasiado linda para hacerte daño -susurra en mi oído, con toda la fuerza que puedo levantó mi rodilla hacia su "parte de chico"

--¡Perra! -grita retorciéndose de dolor, pero no me da tiempo de correr cuando me empuja contra la pared. Ahogó gritos de dolor.

--¡Ayuda! -grito y su mano va directo a mi boca, la otra comienza a recorrer mi cuerpo.

Mi cuerpo ya me daba asco, con esto no voy a querer verme frente a un espejo nunca más.

--Si vuelves a hablar, vas a regresar a casa con una linda cicatriz -siento una punta de metal fría contra mi vientre, una navaja.

Asiento débilmente, una de sus manos va a mi cintura y la aprieta con fuerza, la otra está presionando mi cuello, hasta que escucho su salvadora voz.

--¡Quita tus sucias manos de ella imbécil! -un furioso Jaden viene hacia mi, quiero llorar de alivio.

--Largo, esto no te incumbe -grita casi en mi cara el tipo. Jaden aprieta sus puños y camina más rápido hacia nosotros.

--Dije. Que. La. Sueltes. Imbécil -y saca un arma del cinturón de su pantalón, no puedo evitar un grito de sorpresa. El tipo me suelta, alza sus manos y se aleja corriendo.

Jaden se apresura a mí y me revisa buscando heridas.

--¿Te hizo algo? ¡Dios, cuanto lo siento pequeña! --me abraza asustado y besa tiernamente mi cabeza.

--Fue mi culpa -sollozo en su pecho, lo escucho suspirar

--No sé que hubiera hecho si algo malo te pasa, eres mi hermana pequeña, mi niña... --lo miro a los ojos, había tanto cariño en ellos, lo abrazó más fuerte.

Regresamos a casa, tenía que aparentar que todo estaba bien porque no quería preocupar a mi hermano.

En todo el camino solo dormí y en cuanto llegue a casa, corrí a mi cuarto a seguir durmiendo.

Me desperté a las 5 de la mañana (tenía clase hasta las 8) traté de volverme a dormir pero no conseguí ni dormitar. Esto era extraño, yo no sofría insomnio.

Me quedé en la cama hasta que daba la hora en que normalmente me levantaba a prepararme.

Todo lucía como de costumbre: mi ropa elegante, mis zapatos boleados... Pero no mi rostro, tenía grandes ojeras, mi cabello no se acomodaba y mis labios estaban partidos.

Llegue a la escuela, mis entradas solían ser triunfales, si, solían. Porque ahora nadie me dirigió una sola mirada.

Tomé mis libros y me dirigí a mi salón de clases, en cuanto entre los murmullos pararon, por lo menos aún notaban mi presencia.

--¿Estás bien? --me sorprende escuchar la preocupada voz de Dylan, por un momento me dan ganas de llorar, lanzarme a sus brazos y contarle toda la verdad.

Una parte de mí quiere recuperar a Dylan.

--Estoy bien -respondo sonriéndole, Dylan asiente y regresa a su pupitre.

La clase transcurre y no hay rastro alguno de Sergio.

Salgo al primer receso, no tengo apetito ni ganas de nada, solo quiero sacar todo lo que tengo; dolor.

Me alejo de la cafetería y me siento en el pasto, me pongo los audífonos y olvidó por un momento lo miserable que me siento.

El timbre suena y regreso al salon, hasta que siento la mano de alguien tomando mi brazo y deteniendo mi camino, alzó la vista encontrando unos ojos negros comunes, una sonrisa resplandeciente, que se paga en cuanto nos miramos directamente.

--Debo ir a clase -trato de soltarme de su agarre, pero este se hace más fuerte, Sergio me observa y su mandíbula se tensa.

--¿Que hiciste anoche? -el tono de reproche me hace enojar, me suelto con fuerza.

--No tengo humor para darte explicaciones -aparta mi cabello y se acerca a mí, tomándome por la cintura.

--¿Quien te dejo esas marcas en el cuello? Recuerda que eres mía -sus celos eran evidentes, pero en cuanto recuerdo las manos del tipo en mi cuerpo, siento asco, repulsión...

--No quiero hablar de eso -me las ingenio para lograr hablar son llorar, agacho la cabeza para evitar que veamos ojos llorosos.

--Mírame a la cara, Nicole -pronuncia en tono firme, casi fastidiado

--¿¡Que!? Ya me cansé Sergio, basta de hacer preguntas sobre ayer. Quiero que por lo menos tú no me juzgues ni me presiones, necesito tiempo a solas -sus facciones se suavizan y me deja ir sin más.

Salí de clases y llegue a casa, mis padre habían dejado un recado que decía que volverían en una hora. Subí a mi cuarto y me quedé dormida.

Solo salí de mi habitación para cenar, me bañé y después de llorar mucho hasta que mi cabeza dolía y palpitaba, me quedé dormida.

Creo que durante esa semana las personas que me rodeaban habían entendido que necesitaba mi espacio, habían pasado casi cuatro días en que no hablaba con Dylan, ni Sergio y con Jaden solo era lo más mínimo.

El problema eran esas ganas de tirarme a la cama a llorar, no querer hacer nada y que estaba dejando de comer.

Ya era viernes y solo faltaba una clase para que la jornada escolar terminará. El timbre sonó y trate de salir lo más rápido que pude, pero me detuve en seco cuando lo ví. Ahí en medio del pasillo, recargado en los casilleros, con las manos en las bolsas de sus jeans, su atractivo rostro de perfil y esa sonrisa... Hacia una chica, ambos hablaban animadamente y parecían bastante cómodos.

Parece que Sergio sintió mi mirada porque giro a verme, de inmediato desvíe la mirada y seguí mi camino fingiendo indiferencia. Pero por dentro y aunque odiaba admitirlo, algo se había roto.

¡Golpe bajo, preciosa! (En Edición) Where stories live. Discover now