¿Iremos todos?

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Llegas tarde. Llegas tarde a todos lados. Por más tiempo que tengas para arreglarte, siempre te ducharás solo treinta minutos antes de tu hora de entrada. No es una sorpresa para quienes te esperan, aunque no dejas de notar la ansiedad de varios representantes mientras abres la puerta de tu salón de clases.

Tus niños entran como bólidos al aula, colocando en el área de mochilas sus meriendas y luego van a sus asientos. Pides disculpas a los padres por tu demora y puedes jurar que la mamá de Rodrigo ha girado sus ojos, lo que hace que te reprendas mentalmente, ¿cómo estas personas te van a mirar como adulto, si no haces más que comportarte como una adolescente llegando tarde y dando excusas?

Al cerrar la puerta, tus pequeños corren hacia donde estás y te abrazan fuerte. Sientes dolor en la parte media de tu espalda; y Lexa, mentalmente asumes que tienes malestar muscular por haber empezado el gimnasio recientemente. Y es así como tu primer síntoma pasa desapercibido.

—El que se sienta de último pierde—. Y con esas palabras, entre risas, la carrera hacia los asientos comienza.

—Ahora quiero que todos se coloquen en pie y repitan lo que hago.

En ese momento, ellos entienden que las bromas se han acabado, y empiezan a hacer el estiramiento contigo. No puedes evitar enamorarte de tus pequeños en cada clase, la ternura que emanan es algo que te llena. Sonríes cuando ves a Chad realizar el movimiento al revés, aún no domina su motricidad. Luego comienzan los ejercicios de vocalización, ellos imitan de forma hermosa todo lo que cantas y te sientes orgullosa de que tu trabajo esté dando tan buenos frutos.

—Pueden sentarse, niños—; Dices al culminar, y notas a Jacob sentado nuevamente al lado de Misael, giras tus ojos—con sus cuerdas.

El pequeño rubio se da cuenta de que estaba sentado en el lugar equivocado y sonrosado va hacia donde le corresponde.

—Como bien saben, y repito para los despistados—, sonríes mientras miras a Israel usando el sacapuntas— solo quedan tres meses para el festival de coros infantiles y tenemos mucho trabajo por delante. Precisamos estar muy comprometidos con esto, niños. Hay tanto por hacer y tan poco tiempo. Es absolutamente necesario que pongan todo de ustedes.

Joseph levanta una de sus manos, pidiendo la palabra, con un asentimiento le das permiso.

—Profe Woods, ¿todos iremos al festival?—Pregunta, y puedes notar su inseguridad.

—Claro Jos, somos un coro y acá todos somos importantes, cada voz es importante—; la mano de Sophia está elevada pidiendo la palabra— por eso les digo, tienen que darlo todo en los ensayos.

—Profe, profe—, dice ansiosa, y sin dejarte decir nada pregunta: — ¿por qué nos llamamos "coro" si también cantamos las estrofas?

Lo intentaste, pero no pudiste contener la risa. Tu carcajada resonó en el aula y varios niños rieron de forma tímida, contagiados por tu reacción. Respondiste a la niña, sí, con la escasa pedagogía que te caracterizaba y continuaste con tu clase.

—Ahora, segundas voces al compás 54 del Gloria—. Ves como Joseph le da un codazo a Israel para que se ponga en pie, en la primera posición, y con el piano empiezas el pasaje. Los niños ya casi dominan esta pieza, y vas notando que es hora de ensamblar. Lo que durante las dos horas restantes de clases te dedicas a hacer.

—Un momento, niños, debo ir al baño.

—Ya ha ido como mil veces en esta clase— escuchas a Nelo susurrarle a Victoria. ¿Y sabes, Lexa? Quizás si le hubieses prestado un poquito más de atención a tu cuerpo, no habrías acabado perdiendo dos riñones.

***
Gracias por tomarse el tiempo para leer este pequeño proyecto...
Espero que les guste.

Nos merecemos algo mejorWhere stories live. Discover now