Combustión

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—Joder, no creo que esto sea así—frunces el ceño mientras intentas escribir la lista que sugirió el psicólogo, o algo así... porque puedes afirmar que gran parte de la entrevista la pasaste viendo el moco que tenía el hombre en el bigote. Y es que creas la imagen por completo en tu cabeza: mientras los rubios salen del consultorio, algo muy turbio sucede detrás de la puerta, el hombre con nudo de corbata perfecto, cabello bien peinado y ropa planchada con esmero, mete su dedo en la cavidad nasal, y extrae de ella eso que no alcanzó a limpiarse antes de que entraras. Joder, quizás hasta te saludó con la mano que había estado en su nariz... ¿deberías colocar también eso en la lista?

—Tú tranquila, ¿de qué otra forma podría ser?— dice tu amiga armando no sabes qué cosa, con dos latas cortadas y un martillo encima de su mesita de sala, mientras observa un vídeo tutorial en Youtube con el volumen bastante bajo.

Empieza a pegarle martillazos a lo que ahora parece ser una sola lata, y decides ignorarla mientras sigues buscando en tu mente qué escribir. Observas con detenimiento el papel y el lápiz en tu mano, y no, es absurdo, eso no puede ser lo que quiere el especialista.

—Qué va, Rave, no creo que esta tontería ayude en algo... no puede ser así. —Se acerca a la mesa en la que estás y ve por encima de tu hombro.

No entiendes el hecho de que pueda andar con tan poca ropa cuando tú estás muriendo del frío; supones que es la debilidad por tu enfermedad la que te hace más vulnerable a los cambios de temperatura. Lo ilógico de todo, es que sientes que todo el frío viene desde tu interior.

—Pero criatura, si no has escrito nada—, te abraza de los hombros; y es que no has escrito nada porque te parece disparatado. —deja que te eche una mano.

Y sin siquiera esperar tu respuesta, toma la hoja y se sienta a tu lado en la mesa. La ves morder la goma del lápiz mientras parece meditar.

— ¿Quién más que yo, que me calo tu presencia todos los días para saber qué cosas te enojan?— y empieza a escribir debajo de la frase «Cosas que me enojan», con una facilidad pasmosa mientras la observas incrédula. Lo único que le faltaba era también hacerte las tareas.

—Supongo que el hecho de que yo me haya calado este cuerpo desde que nací no vale— respondes irónica, mientras una idea llega a tu cabeza. Una de las cosas que debería estar en esa lista es lo que está sucediendo justo ahora y ha sucedido desde tu diagnóstico. No es molestia como tal, pero sí ha llegado a incomodarte el hecho de que Raven y Octavia te traten como si no pudieras hacer nada por tu cuenta. Igual, dejas que la otra castaña en la sala vuelque en el papel lo que supone que te enoja.

—Supones bien, ¿ves? Nos estamos entendiendo—. El dolor que sientes en la parte baja de tus pulmones al respirar te hace ignorar lo que dice. Te enderezas en la silla e intentas inhalar y exhalar de forma relajada. Las noches antes de las diálisis suelen ser así; tu cuerpo retiene gran cantidad de líquido en tus pulmones, lo que hace que sientas el malestar que te invade en estos momentos.

Vuelves a moverte, buscando la posición en la que la incomodidad sea menor, porque tus piernas y brazos también sufren la molestia de la retención de líquidos; esperas pacientemente a que Raven termine de escribir, teniendo en mente que tendrás que elaborar la lista nuevamente en la privacidad de tu habitación.

Y es que, ajá... tienes que admitirlo, hay muchas cosas que te enojan. Te enoja el hecho de que la vida se te esté acabando y no puedas hacer nada para remediarlo; te enoja no tener el control de lo que te sucede.

Combustible.

Te enojan las malditas agujas, siempre les habías tenido pavor y ahora tienes que enfrentarte a ellas cada dos días; te enoja no tener el control de nada; te enoja el hecho de que no seas capaz de desaparecer mediante combustión espontánea cada vez que lo deseas; te enoja no poder controlar lo que te sucede.

Nos merecemos algo mejorWhere stories live. Discover now