Capítulo 38.

639 71 8
                                    

________'s P.O.V:

—Gracias, Mike. Por tu maldita culpa tenemos detención hoy —hablé enojada, leyendo el pequeño papelito.

—Ese no es mi problema, yo no tendré detención —se burló, lléndose a su aula.

Así es, ese chico se había librado de la detención porque tenía práctica con el equipo de natación, desgraciado.

—Así que... ¿Querías hablar conmigo?—preguntó el —ahora— único chico a mi lado.

—Cállate —suspiré cansina—. Hablamos después. Tengo clase.

—Así que, ¿detención? Tú, Andy, solos, en un aula. ¡Es el mejor castigo del mundo! —festejó Summer.

—Es el peor castigo del mundo. No, no estaremos solos, supongo deberá haber más chicos ¡y un maestro! —hice una mueca.

—¿Nunca has estado en detención? —preguntó Avril. Negué—. Ningún maestro se queda, se van a jugar cartas o ver programas aburridos mientras nos ponen a no hacer nada. Estarás tú sola, con Andy. Y quizás uno o dos chicos más.

—Sí, largo —ladeé mi cabeza hacia la derecha—. Ni siquiera sé qué hacen aquí, no están castigadas.

—Te acompañamos, idiota. Como las buenas amigas que somos —habló Lisa.

Rodé los ojos y entré al aula. Sólo había un maestro, dos chicos, Andy y ahora yo. Suspiré y caminé. Pasaron unos tres aburridos minutos sentada sin hacer nada hasta que el maestro habló:

—Es la 1:40 pm. Su detención empieza ahora. No pueden hacer nada, no celulares, no audífonos, no se pueden parar, no pueden hablar. Su detención acaba alas 3:10, vuelvo en seguida.

—No volverá, ¿cierto? —le pregunté a un chico pelirrojo a mi lado.

—No, bonita. ¿Quieres salir con nosotros?, aquel chico de allá —señaló a un castaño— y yo, nos vamos a ir.

Andy giró a vernos súper indiscretamente.

»Podrías ir, es guapo. Y no tienes nada mejor que hacer. A menos que quieras aguantar a Biersack noventa minutos«

—Qué lindo —sonreí—. Pero no, gracias. No quiero tener más problemas. —»Mientes, te quedarás a verlo«Te lo agradezco.

—Bueno, si cambias de opinión, iremos a un café a tres cuadras, sobre el bulevar. Estaremos hasta las cinco —besó mi mejilla. Andy regresó su mirada al frente.
Sonreí y hablé:

—Si cambio de opinión, allí aparezco.

Los chicos salieron del salón.
—Debiste ir, es guapo. Todo es mejor que estar aquí —se encogió de hombros.

—Si estoy aquí, es porque tengo problemas, no quiero más.

Sentía que llevábamos diez horas aquí, sin embargo ¡llevábamos diez minutos!

Andy estaba a dos bancas a un lado de mí, ninguno decía nada.

—No soporto esto, es estresante. ¿Qué me ibas a decir? —habló casi suplicante.

—No te hagas idiota, sabes qué es lo que quería decirte.

—Si supiera, no te preguntaría, te recuerdo que estaba ebrio —recalcó obvio.

Una pequeña punzada de decepción se hizo presente en mí.

»No te besó porque quería hacerlo, te besó porque estaba ebrio y no sabía lo que hacía«

—No parecías estarlo —hablé, inconscientemente.

—¿Qué?, dios mío. ¿Te hice algo? —preguntó sobresaltado—. Carajo, dime que no te lastimé, te golpeé o algo así—corrió y se sentó a un lado mío.

Iba a contestarle, pero habló de nuevo, sorprendido.

—Por favor, dime que no te acostaste conmigo —habló suplicante, no había duda de ello.

—Déjame hablar imbécil —lo golpeé en el hombro (no tan fuerte) para callarlo—. Primero: No, no me golpeaste. ¿Has golpeado chicas ebrio?

—Una vez, sí. Se quería acostar conmigo, pero yo tenía novia. La rechazé unas diez veces hasta que me... ¡oye!, no te rías —ni yo sabía de qué me reía, pero él acompañó mis risas.

—¿Ya me vas a dejar hablar? —pregunté, riéndome—. No, tampoco me acosté contigo.
Suspiró.

—¿Entonces?

Me sonrojé y hablé:
—Tú... Yo... —»¡Dile de una maldita vez!«—. Nos besamos.

El chico de las cartas. •[Andy Biersack]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora