Capítulo 11

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Abro los ojos al notar los rayos del sol golpeándome en la cara, me cuesta un poco ubicarme.

Escucho la respiración de alguien a mi espalda y me sonrojo al girarme y ver a Marceline tumbada a mi lado, desnuda y completamente destapada. Yo también lo estoy.

Los recuerdos de ayer salen a flote en mi cabeza y, aunque me quiero morir de vergüenza, no puedo evitar sonreír.

Ante mis pocas ganas de levantarme me vuelvo a tumbar y me acurruco contra su cálido cuerpo. El sopor me vence y vuelvo a caer en la inconsciencia.

Lo siguiente que me despierta es un movimiento en la cama y, al abrir los ojos veo la espalda de Marceline que está sentada frotándose los ojos. Paso mis dedos por su larguísimo pelo azabache y ella al notarlo se gira y me regala una mirada llena de amor.

-Buenos días princesa - dice con la voz aún ronca de recién levantada.

-Hola - sonrío mientras me desperezo.

-Espero que después de lo de ayer hayas dormido bien - sonríe de lado y levanta una ceja.

-¡C-callate! Pervertida... - estoy color tomate y no soy capaz de mirarle.

Se ríe y en su risa hay una felicidad que jamás había oído en ella.

Sigo sin mirarle, se ha callado y no sé qué está haciendo, y cuando la curiosidad me vence y giro la cabeza, ella, con un grito de guerra, se abalanza sobre mí. Las dos nos reímos como niñas, hacía mucho que no me sentía así.

Cuando las risas se calman aún sigue encima de mí, cerca, muy cerca, tanto que si moviese un poco mi cabeza nuestras narices se tocarían.

Noto su respiración agitada, la noto tanto en su aliento como en la presión de su pecho cada vez que se hincha.

Quiero besarle.

Deseo besarle.

De lo siguiente que me doy cuenta es que sus labios y los míos están juntos, y en mi interior, detrás de toda la vergüenza que aún está presente, una sensación de júbilo estalla. Rodeo su cuello con mis brazos y le sujeto contra mí como si se fuese a esfumar si se me ocurre soltarle.

-Marcie, te quiero mucho, no lo olvides - digo aún abrazada a ella.

-Yo también Bonnie, lo he hecho durante mucho tiempo, jamás dejé de hacerlo.

Los días vuelan y Marcie y yo nos pasamos la mayor parte del tiempo juntas, lo que más nos gusta hacer es recordar cosas que pasaron hace tanto tiempo que no tendrían que estar en nuestra memoria.

-¿Y te acuerdas de aquél mayordomo pelirrojo que tenías? - dice Marceline tirada en el sofá.

-¿Mentita? Sigue trabajando para nosotros, pero está en casa de mi padre.

-Me caía bien, nos dejaba jugar juntas y me colaba en tu casa cuando tu padre te castigaba sin salir porque no quería que estuvieses conmigo.

-Sí bueno, nunca le agradaste del todo, pensaba que eras una mala influencia.

-Cómo se pondría si se enterase de que su delicada hija comparte cama con la delincuente de su amiga - se ríe entre dientes.

-Pues sí, le molestaría bastante, no solo porque la novia de su hija es una rockera que toca en discotecas, si no por el simple hecho de que eres una chica - hago una mueca desagradable por lo cerrado de mente que es mi padre.

Noto la mano de Marceline sobre la mía y veo que me sonríe.

-Bonnie, no pasa nada, tu padre es un gran hombre que ha ayudado a muchas personas. Y creo que desde que tu madre... falleció - dice con una calara tristeza en la voz -, no es el hombre orgulloso que era.

¿Recuerdas?Où les histoires vivent. Découvrez maintenant