Te detesto

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-¿Me prometes que siempre estarás conmigo?

-Te lo prometo.

-¿Y que nunca me vas a cambiar por una rubia narigona apática?

-¿Crees que soy tan imbécil? Nunca te cambiaría por nadie.

Abrió los ojos de pronto y se incorporó en la cama asustada. Miró a su alrededor. Las paredes decoradas con fotografías, un póster de una obra de ballet, la luz del sol ingresando entre las cortinas de la ventana. Tocó el edredón reconociendo la textura y volteó hacia el reloj sobre su mesita de noche. 6.29. Solo un par de segundos después comenzó a pitar y lo apagó con un mantón.

Se puso de pie y caminó hasta el espejo para revisar su semblante adormilado.

'Te lo prometo.'

-Déjalo -se advirtió a su reflejo.

Tomó la toalla que estaba perfectamente doblada sobre la silla frente al escritorio. Salió de su habitación rumbo a la ducha, no sin antes tomar su móvil de sobre el escritorio desconectando el cargador. Llegando al baño desbloqueó el equipo y pudo ver la fotografía de fondo. Era ella y sus dos mejores amigos en aquel paseo a la playa durante el verano. Repasó el rostro del castaño con el dedo y se sonrió boba, seleccionó su lista favorita de spotify y revisó su whatsapp. No tenía mensajes nuevos. Tocó sobre el último chat "Los mejores" y escribió "Buenos días" agregando iconos de sol, carita feliz y un corazón morado.

Dejó el móvil sobre el retrete e ingresó a la ducha. Un par de mensajes ingresaron en su móvil interrumpiendo la música, mientras ella tarareaba la canción.

-Mikasa, cariño -su madre hablaba tras la puerta -Papá dice que no podrá llevarte a la universidad hoy, tiene una reunión temprano. ¿Quieres que te lleve?

-Coordinaré con Eren -respondió mientras dejaba el acondicionador actuar en su cabello.

-Genial, prepararé el desayuno en tal caso. Papá te deja un beso.

Y así comenzaba otra mañana en la vida de Mikasa Ackerman, joven de 21 años, hija única de Maika y Albert Ackerman, residente de Shinganshina y el ejemplo de la chica perfecta.

'Nunca te cambiaría por nadie.'

Bueno, casi perfecta. Pero en ese detalle no quería pensar. Cortó el agua y enrollándose la enorme y suave toalla salió de la ducha estrujando su cabello. Secó su cuerpo para luego aplicarse su crema favorita que olía a fresas. Puso el aceite de peinar en su cabello y lo cepilló con cuidado. Enjuagó sus manos para pasar a aplicarse la loción en la cara mientras revisaba si había algún granito que necesitara su atención.

Salió del baño envuelta en la toalla y se dirigió a su habitación. Tomó el atuendo que había elegido cuidadosamente la noche anterior antes de irse a dormir. Se vistió frente al espejo cuidando que todo combinara. Tomó unos aros de su joyero y aquella cadenita de plata que sus padres le habían regalado al salir de la escuela, esa que tenía una delicada flor que pendió elegantemente en su pecho. Se sentó en el escritorio tomando antes el secador de pelo desde su armario. Tuvo cuidado de ordenarlo con un cepillo mientras el aire tibio secaba su cabello. Lo acomodó perfectamente. Se revisó nuevamente al espejo antes de aplicarse el ligero maquillaje como todas las mañanas. Un poco de BB cream, un poco de sombra en los párpados y máscara de pestañas. El brillo labial siempre luego de desayunar y limpiar exhaustivamente sus dientes.

De pronto recordó las palabras de su madre y tomó el móvil. Abrió whatsapp, "Los mejores" 5 mensajes.

Armin: "Hola Mikasa!"

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