Mentiras blancas

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Mikasa no solía ir al supermercado. Quizás de niña sus padres la llevaban, pero su madre solía hacer los pedidos online, una vez que la opción estuvo disponible. Era sencillo y práctico para quienes tenían poco tiempo.

Sin embargo, Jean la convenció que había cosas que podían conseguirse más barato en la feria y otras en el supermercado, exactamente donde se encontraba ahora.

Miraba etiquetas y se deleitaba entre los pasillos. De alguna extraña forma lo disfrutaba, se sentía cumpliendo su rol de recolectora. O, tal vez, estaba leyendo demasiado.

Últimamente se había vuelto adicta a leer sobre independencia -libros de psicología- y sobre relaciones de pareja. Había algo que disfrutaba de informarse sobre los problemas que podían surgir y cómo resolverlos. No quería que nada arruinara la paz de su hogar.

Habían pasado un par de días desde que habían comenzado las clases y un par de días en que seguía convenciendo a Jean de no marcharse… aunque su bolso seguía junto a la puerta y solo un par de cosas que dejaba por si se quedara a pasar la noche. La verdad era que Mikasa no quería que se marchara. Todos los días se preparaba psicológicamente para dejarlo partir, pero todos los días terminaba seduciéndolo y atrapándolo en su cama. Despertar entre sus brazos le daba la seguridad que, por momentos, le faltaba.

Mientras dejaba dentro del carro los cereales favoritos de Jean, su móvil comenzó a repicar.

-Papi…

-Cariño, ¿cómo estás? -preguntó su padre en tono alegre -Se escucha ruido. ¿Estás con tus amigos?

-No -respondió Mikasa y se apoyó en el carro -Hago la mercadería -su voz era entusiasta.

Albert se sonrió del otro lado de la línea. Su princesa disfrutaba de su independencia y eso lo reconfortaba. Por su lado, en casa, las cosas seguían tensas y Maika seguía descompensada. Comenzaron a ir a terapia de pareja… pero ese no era el tema actual.

-¿Sabes que tu tía Kuschel está en la ciudad? -preguntó Albert.

Mikasa apoyó en móvil contra su hombro y continuó su camino por el pasillo para revisar unos cereales integrales.

-Levi me lo comentó -respondió alzando dos cajas frente a ella y luego decidiéndose por una que dejó en el carro -¿Está bien la tía Kuschel?

-Mejor que nunca. Ha decidido que es el momento de dedicarse a ella y alejar a los malos hombres de su vida.

Mikasa rodó los ojos, a saber cuánto le duraba a esa mujer. No tenía nada directamente contra tía Kuschel. Era agradable y alegre… con cierta tendencia a beber de más, pero Mikasa no era quien para juzgarla, ella misma tenía la misma tendencia.

-Me alegro -respondió avanzando nuevamente por el pasillo.

-¿Cómo está Jean? -preguntó con real interés.

-Bien, todo bien. Ahora está en la cafetería. Pero estamos estudiando mucho, para que no te preocupes.

-Lo sé -dijo su padre -Eres una chica responsable y él también -hizo una pausa -Tu tía Kuschel quiere hacer una reunión familiar en casa de los abuelos el viernes. Para que organices tu agenda. A las seis de la tarde.

-Puedo llegar un poco más tarde… a las siete. Tengo ensayo -informó llegando al sector de carnes. Introdujo unos lomos en el carro y pasó al pollo -¿Está bien?

-Perfecto -respondió Albert -Y dile a Jean. Los abuelos quieren conocerlo.

Mikasa se quedó de piedra. ¿Sus abuelos querían conocer al novio que terminó por sacarla de la casa? Aquello le helaba la sangre. No quería someter a Jean a vestirse de pijo otra vez, sabía cuanto lo odiaba y ella… no sabía si quería hacerlo fingir algo que no era. Ella lo quería así tal cual. Con sus horribles camisetas y sus pantalones gastados… pero lo quería más sin ellos.

PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora