Celos

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Un rayo de luz le daba directo a la cara y Mikasa se vio obligada a abrir los ojos. Pestañeó un par de veces antes de ponerse de pie y cerrar bien la cortina. Aun vestía la camiseta del día anterior y traía unos pantalones anchos de pijama de Jean.

Comprobó que la resaca no la había atacado y volvió a recostarse en la cama. Rodó sobre el costado para quedarse viendo a su compañero de plácidos sueños. Se le veía muy tranquilo.

Despertar a su lado no era algo que fuese anormal, de hecho, las veces que intimaban solía ser ahí, en la misma cama. Pero al despertar ella caía en cuenta del error y salía huyendo a todo lo que le dieran las piernas.

Ahora, era completamente diferente.

Se acomodó entre las sábanas, ásperas, pero cálidas. Disfrutó el peso de la ropa de cama sobre ellos y de escucharlo respirar profundo y suave. No roncaba, pero mantenía la boca levemente entreabierta. Tenía su corto cabello todo desordenado, dándole un aspecto travieso. No pudo resistirse a acomodarle un poco la greña. Pero pronto su "orden" pasó a convertirse en caricias.

–Buenos días –murmuró Mikasa apenas vio que Jean abría perezosamente los ojos. Se acercó para darle un breve beso.

–Buenos días –respondió Jean con voz ronca pasando su pulgar por la mejilla de Mikasa sin notar la boba sonrisa que ese saludo le había robado –¿Qué hora es?

Lo preguntó más para sí que buscando respuesta, ya que al instante buscó su móvil. 9.15. Antes de siquiera hablar, sintió a Mikasa abrazarlo y acomodarse en su pecho.

–¿Si dormimos un poco más? –propuso ella –Debe ser aun temprano.

–Lo es… apenas sí son las nueve –enredó sus dedos en el cabello de Mikasa –¿Mucha resaca?

–No… nada. Debió ser la sopa.

Jean se rio bajito, Mikasa alzó la mirada para verlo.

–La sopa, el litro de agua que te bebiste después, el té que luego quisiste porque te dio frío…

–Sí que estaba odiosa –Mikasa se sumó a aquella risa –La verdad no me acuerdo. Lo siento…

–A todos nos ha pasado alguna vez –la disculpó Jean –Tienes mucha suerte que sea un caballero y no me haya aprovechado de ti. Aunque, para ser sincero, en cuanto te metiste a la cama caíste como un cadáver. No me diste ni un chance para convencerte –comentó risueño.

–Sí, claro… un caballero –se burló Mikasa.

–Mal hablada –exclamó con tono sentido –He sido todo un caballero contigo. Dime una sola vez que haya tratado de sobrepasarme contigo en este último mes.

–Ayer cuando me sobajeaste el culo y trataste de meterme mano –le recordó Mikasa sentándose para verlo a la cara –Niégalo.

–Era solo un cariñito picarón –dejó caer despreocupado.

Mikasa enarcó una ceja.

–¿Un cariñito picarón? –preguntó bajando una de sus manos por el abdomen del muchacho hasta colarse bajo el pantalón del pijama –¿Cómo éste?

Jean no respondió. Simplemente se lanzó a comerle la boca con ansiedad mientras Mikasa continuaba frotándolo. Había sido demasiado tiempo controlándose para no presionarla a nada, y parecía que también para ella había sido una eternidad.

Las manos de Jean se colaron bajo la camiseta de Mikasa para tocar su piel desnuda, cada espacio, sin demasiada delicadeza. La deseaba tanto y había pasado tanto tiempo.

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