Cuarta lección: Sharon.

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Steve llegó a la escuela con los ánimos en alto. Hoy iría dónde Peggy para la fiesta de bienvenida de su sobrina. Tenía el pastel enfriando en su cocina.

— Pareces feliz, Steve.

La voz de su colega pelirroja lo atajó.

— Hoy es lo de Peggy.

— Es cierto. Dicen que su sobrina es hermosa.

— Sí es familiar de Peggy seguro que sí.

— Dios, Steve. A veces eres demasiado adorable.

Nat se alejó riendo.

El rubio sólo se encogió de hombros y llegó a su salón. En él estaba Tony pero sin nadie.

— ¿Tony? ¿Qué haces solo?

El profesor miró a todos lados.

— No se altere. Lo vimos llegar y le pedí a Jarvis dejarnos solos.

¿Dejarlos solos? Pero al menos era un alivio saber que el niño no había estado desprotegido.

— ¿Me va a prestar atención, profesor?

— Por supuesto, Tony.

El niño sacó un paquete de su pequeña mochila. Estaba un poco mal envuelto.

— Tome. Le dije ayer que le iba a recompensar y un Stark siempre cumple su palabra.

Tony apretó sus labios cómo si hubiera dicho algo de más.

— No debiste.

— Por favor acepte. Nos vemos, profesor.

Y con eso se adentró al salón con paso rápido.

El rubio se quedó sonriendo como idiota y decidió darle un tiempo para que el pequeño se tranquilice. Vio a Jarvis saliendo de una esquina.

— Buenos días, profesor. Quería agradecerle de parte de la señora y mía por haber preparado ese examen especial a Tony.

— Es mi trabajo. Tony es brillante, merece todo el esfuerzo.

— Entiendo porque el joven señor lo aprecia tanto. Nos vemos, profesor.

¿Tony ya no lo odiaba?

El día se ponía mejor. Abrió su regalo y encontró un bello collar que exudaba masculinidad, tenía un círculo plateado y dentro de él una R de estilo elegante. Atrás tenía escrito 'De Tony'. Le pareció tierno que el pequeño firmara el regalo cómo uno lo haría con una tarjeta.

Se lo puso de forma rápida cuándo vio llegar a sus primeros alumnos para luego con paso seguro y alegre entrar a su salón luego de que diera la bienvenida a todos ellos. Tony se le quedó viendo con emoción en sus expresivos ojos, Steve confiado le sonrió pero el pequeño volteo la mirada.

¿No que lo apreciaba?

Para no caer en dudas tocó su collar y el rubio se sintió mejor.

El día acabó con Tony viéndolo y volteando no bien el profesor encontrara su mirada. El pequeño escapó no bien tocó el timbre de salida y se fue arrastrando a Jarvis.

Con menos alegría Steve acabó el día de clases. Pero igualmente fue a su casa por el pastel para luego dirigirse a casa de Peggy.

La mujer le recibió con una sonrisa, un gran abrazo y un beso en la mejilla. Lo invitó a pasar y presentó a su bella sobrina. Steve por algún motivo había pensado que ella tendría menos edad, no que fuera una jovencita de diecinueve. Alta y rubia, tenía los ojos de Peggy.

Una vez intercambiados los saludos la mujer mayor se fue a la cocina a terminar el refresco, ellos se ofrecieron a ayudar pero Peggy denegó diciendo que mejor se pusieran cómodos en el sofá. Sin querer contradecirla se quedaron.

— ¿Eres profesor, verdad?

— Sí. Peggy me dijo que tú quieres serlo también.

— Así es. Tía Peggy es la persona más influyente en mi vida, quiero ser al menos un poco cómo ella.

— Ella está orgullosa de ti.

— Y yo estoy agradecida por ello. Por eso vine, para cuidarla y claro, ir a dónde ella estudió.

— Eres una buena mujer, Sharon.

— Todo lo soy por ella, aún recuerdo cuándo la vi por primera vez. Imponía tanto respeto y con una mirada eras gelatina ¡Estaba tan asustada como asombrada!

Steve río, conocía la sensación. Se pasaron una hora hablando sobre sus experiencias con Peggy, sobre cómo era ser maestro y sus vidas.

El sonido de la puerta los sacó de su interesante conversación. Peggy pidió desde la cocina si podían abrirla.

Los dos se levantaron al mismo tiempo ante el tono de la mujer. Se vieron y empezaron a reírse. Así los encontraron Nat y Sam.

— Veo que la diversión empezó sin nosotros.

— Así parece, Nat.

— Dejen de molestar, chicos.

Peggy felizmente llegó para salvarlos. Y recibir el vodka de la rusa y las galletas de Sam.

María Hill llegó cinco minutos después con una fuente de pavo al horno.

La fiesta fue amena, llena de risas y buena comida. Todos compartieron sus experiencias con Peggy y lo mucho que se le extrañaría en la escuela.

— No me he muerto, chicos. No sean dramáticos.

Todos sonrieron ante la respuesta de la mujer.

Al cabo de tres horas uno a uno se fueron deseando que la velada se repita pronto. Steve se quedó al último.

— Steve, Sharon quería saber si puede ir mañana a la escuela a verte impartir una clase. María está de acuerdo pero queríamos preguntarte a ti también.

— Oh claro que sí, Peggy. Sharon puede ir.

— Gracias Steve.

Con besos en las mejillas de ambas mujeres el rubio se fue a su casa.

Su collar sonó ante su paso apresurado y Steve sonrió al darse cuenta que Sharon y Tony se iban a conocer mañana.

¿Tony se comportaría tan adulto con ella? ¿O sería el niño tímido?

El día acababa con mucha expectativa para mañana.

'Cosa de niños.' Où les histoires vivent. Découvrez maintenant