19° Lección: Clímax

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Tony se encontraba en la puerta viendo al rubio sentado en la cama que lo miraba de forma intensa.

— ¿Qué fue todo eso?

— ¿Qué cosa?

— Sabes a lo que me refiero.

— En verdad no. Estaba pasando un buen momento y ahora estoy aquí cómo niño regañado.

— Estabas coqueteando con mi hijo.

— Estaba compartiendo halagos con tu hijo. Él es divertido.

— Y más guapo, joven y sensual ¿Cierto?

— ¿De qué hablas? Sabes, mejor me voy.

— No. Tú viniste aquí a revolver mi vida. Vamos a hablar.

— ¿Ahora?

— Ahora ¿Aún quieres casarte conmigo o has pasado tu interés a Charles?

— ¡¿Qué?! No sabía que era tan celoso profesor. Primero de unos niños de cuatro años y luego de tu hijo.

— Yo no soy celoso.

— Y yo no soy un genio, millonario, playboy y filántropo.

— ¿Playboy?

— Te lo dije, he pasado por muchas personas.

Un gruñido salió del rubio y estampó al joven contra la puerta causando un ruido seco. Se quedaron mirando y se escucharon pasos apresurandose en el pasillo.

— Ella debe ser tía Peggy a menos que tu hijo no te haya hecho caso.

— Concentrate aquí. En mí.

— ¿Qué vas a hacer?

— Quiero que me respondas ¿Sigues interesado en mí?

— He estado interesado en ti desde los cuatro años. No sea tonto, profesor.

— ¿Y Ch-

— Sí mencionas a tu hijo de nuevo voy a irme a su habitación.

— No, no lo harás.

— Entonces no lo menciones. Hagamos cosas de adultos. Ya no soy un niño, profesor.

El rubio al fin pudo dejar de ver completamente a Tony cómo el niño que había sido y pudo dejar ir a su esposa fallecida.

— Es hora de avanzar. Yo sólo te tuve prestado, sé feliz cariño.

— Gracias, profesor. Ahora lo dejo con mi yo mayor.

Con una sonrisa ante el peso liberado el hombre tomó las mejillas de su ex alumno y lo besó con todo el deseo que había  estado reprimiendo.

Steve mordió el labio ajeno haciendo que se abriera en invitación, coló su lengua y el nivel del beso aumentó. Las manos del rubio bajaron para tomar las caderas del menor y apegar sus cuerpos aún más.

— Dios, he soñado con esto.

— No me digas desde los cuatro años porque te dejo.

— Claro que no, profesor.

Más besos y mordidas fueron repartidos en el cuello del genio haciendo que soltara gemidos muy altos.

— Eres bullicioso.

— ¿Quieres demandarme por eso?

— Sólo debo mantener tu boca ocupada.

— Rayos ¿Qué ha pasado contigo?

'Cosa de niños.' Where stories live. Discover now