Capítulo 10

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Todo cayó demasiado rápido. 

Llegaron sin avisar, sigilosos, sin dar ninguna oportunidad. Lo primero en caer fueron las torres: un par de cohetes y todo se derrumbó. Apenas se habían recuperado de shock inicial cuando eliminaron la mayoría de los vehículos terrestres. Todo se volvió caos en cuestión de segundos.

Alfredo estaba hablando con Job justo antes de que los primeros cohetes se estrellaran contra las torres. Juntos vieron caer a las primeras líneas de defensa, y Job vio desaparecer a todos bajo su cargo.

Se pusieron a cubierta. Estaban en la misma azotea que la noche anterior. Alfredo tenía que bajar, su mejor posición era la artillería, sin embargo, debido a su cargo, debía rotar a cada puesto cada cierto tiempo. Ahí arriba no podía hacer mucho.

Se disponía a bajar cuando la voz de Job lo detuvo.

- ¡Esto es muy malo!

Se volvió y acercó hasta estar a su lado. Desde ahí usó unos binoculares y entonces pudo verlo: un sinfín de soldados (todos con diferentes placas al pecho y leyendas) se acercaban marchando. 

En la primera línea se encontraban soldados qué Alfredo no había tenido el placer de ver: Los primeros llevaban escrito "brigada" en su placa. Parecían expertos con las armas automáticas y semiautomáticas. Tenían fusiles de todo tipo.

Enseguida venían al menos 50 soldados de asedio, seguidos de 10 purificadores. El resto era una mezcla de todo, pero no podía decir a ciencia cierta las leyendas de todas la placas.

- Mantén tu cabeza abajo, creo que hay francotiradores más al fondo.

- Hecho. Quédate pendiente al radio, estaré dando indicaciones

Después bajó a toda prisa.

Tomó posición detrás de una de las barreras. Las primeras línea de ataque enemigo se acercaban apresuradamente, pronto perderían la ventaja que tenían.

Tomó una de las granadas en su cinturón, la activó y lanzó lo más lejos que pudo. La detonación no se hizo esperar, hubo varios gritos pero parecía que la granada no tuvo el efecto deseado. No había mucho daño causado.

Empezó a disparar su rifle de asalto y los demás soldados lo imitaron. El enemigo tomó cubierta a su vez, entonces fue una batalla más justa.

Pasó un tiempo. Habían caído muchos soldados enemigos y las bajas aliadas habían resultado mínimas. Todo iba bien. Job había descubierto una forma más óptima de eliminar enemigos: aprovechó los tanques de los purificadores para hacer explosiones de corto alcance y derribó a 4 purificadores.

Hasta el momento no se habían necesitado los helicópteros aliados. Jack se mantenía al margen de la batalla y ayudaba a tantos como podía. Alexia hacía una gran labor como enfermera jefe: su equipo atendía a los pocos que resultaron heridos.

Alfredo rotó su puesto nuevamente. Regresó a la azotea mientras Job lo cubría.

Tomó posición al lado de Job y sin decir palabra observó a las líneas enemigas con sus binoculares. Ahora la niebla cubría la lejanía, sin embargo, parecía que todo había estaba por acabarse. Las últimos soldados enemigos estaban siendo derrotados y el último purificador había caído, además, Job se había encargado de todos los francotiradores. A partir de entonces sería fácil derrotar a la cabecilla y sus allegados.

Alfredo ansiaba que todo terminara para llevar a los responsables a la justicia, y a su vez, dar entierro de los caídos en batalla. Él personalmente haría pagar al cabecilla por todo lo que había hecho.

La niebla comenzó a disiparse, y a su vez, las esperanzas de Alfredo: varios tanques estaba llegando por el horizonte, junto a una nueva horda de soldados enemigos. No era un juego para ninguno de los dos bandos y esto lo dejaba claro. Alfredo pensó seriamente en dar la orden de retirada, pero un mensaje en su radio lo detuvo:

- Capitán. Habla Alex, encargado de pilotos. Solicito permiso para disparar a los tanques.

Alfredo concedió el permiso y esperó lo mejor. Los helicópteros se dirigían hacia los tanques, manteniendo una distancia prudencial y comenzaron los disparos. El factor sorpresa fue imprescindible, pues el enemigo no reaccionó inmediatamente y dio mayor margen de error. Dos tanques cayeron rápidamente, pero el enemigo ya había reaccionado, y los disparos no se hicieron esperar: dos cohetes derribaron los helicópteros aliados, llevándose de igual manera a Alex.

- ¡Alex!

El grito fue tan ahogado y lleno de desesperación e impotencia que le fue imposible no derramar lágrimas.

- Joder

A partir de ese momento todo fue en declive. Las municiones fueron escaseando y el enemigo fue tomando terreno. Alfredo tuvo que dar la orden de retirada. Pero era muy tarde.

Sus aliados comenzaron a ceder, uno a uno. Sólo unos pocos lograron salir a tiempo.

Alfredo tomó toda la munición que pudo y pasó a retirarse junto a Job. No sabía exactamente dónde estaban los demás pero nadie respondía a la radio, parecía estar interferida. ¿Cómo reaccionaron tan rápido? ¿Cómo lograron todo el operativo tan fácilmente? ¿Cómo consiguieron todo el equipo y personal?

Las preguntas lo asaltaban como golpes directos, pero sólo podía estipular y hacer teorías. Ahora lo que importaba era escapar y buscar refuerzos. Tal vez estando mejor preparados lograrían derrotar al enemigo.

Trató de comunicarse con Luis usando su auricular especial, pero tampoco funcionó, la estática era lo único que sonaba. Con la radio interferida debían buscar una nueva manera de comunicarse con el cuartel.

- Job ¿Hacia dónde está la ciudad más cercana?

- Debemos ir hacia las montañas - señaló al noreste, hacia unas montañas nevadas - tras ellas está la más cercana

- Es nuestra mejor oportunidad, creo que los demás soldados sobrevivientes pensarán lo mismo. Ése será nuestro punto de encuentro. Vamos allá.

Job tomó sus cosas y miró una última vez al horizonte, maldijo en silencio mientras veía a varios de sus compañeros caer o ser tomados como prisioneros de guerra. No quería ni imaginarse lo que harían con ellos. Estaban a su suerte, pero se prometió a sí mismo que volvería por ellos.

Salieron sigilosamente rodeando el edificio. Comprobaron el estado de algunos vehículos abandonados pero ninguno funcionaba. Su camino sería largo, a pie.

Las montañas estaban a no menos de 7 kilómetros y el camino era pedregoso y traicionero. La región era conocida por ello. El camino sería difícil y las provisiones estaban contadas.

Ya iban un tanto alejados del lugar cuando escucharon un grito a lo lejos, el grito de una mujer. Alexia.

Gritaba pidiendo ayuda. Alfredo supuso que la tomarían como prisionera de guerra y no sabía la clase de atrocidades que le pudieran hacer. No podía quedarse ahí parado, él era un héroe para ella, tenía que demostrarle que no se equivocaba.

Se detuvo en seco y le dio la espalda a Job.

- Lo lamento pero no puedo continuar.

- ¿Qué rayos estás diciendo? Debemos llegar allá. Solos no podemos hacer nada en contra de ellos.

- Entonces ve sin mí. Estoy seguro de que no te buscarán. Debes comunicarte con el cuartel y avisar nuestra situación. Pedir refuerzos, pero a ella no la puedo dejar aquí.

- ¿Y qué hay de los demás? Los estás dejando solos.

- Ellos son soldados experimentados. Veteranos. Miembros destacables de un equipo de élite. Ella es sólo una enfermera sin entrenamiento para el combate.
Lo lamento pero digas lo que digas no me harás cambiar de opinión.

Volvió su vista a Job y le entregó una buena parte de las provisiones. Sin decir más, Alfredo regresó a salvar a Alexia.

British Secret Governmental ServiceWhere stories live. Discover now