Capítulo 1. "Los preparativos"

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Por fin había llegado la hora; estábamos a punto de averiguar si íbamos a tener un niño o una niña. Nate me apretó la mano para que me relajara mientras estábamos en la sala de espera.

— No estés nerviosa, pajarito — Se acercó mi mano a los labios y me dio un beso en la palma.

— ¿Tú no estás nervioso?

— ¿Nervioso? No; porque sea lo que sea le voy a querer tanto como a ti. Estoy ansioso por saber qué nos espera cuando nazca.

Apoyé la cabeza en su hombro y cerré los ojos. Nate iba a ser un buen padre. No como el suyo.

A Gabriel no le hizo ninguna ilusión enterarse de las buenas nuevas. Llegó incluso a acusarme de haberme quedado embarazada a propósito para tener bien cazado a su hijo (que, como todos sabíamos, sería incapaz de hacer lo que le hicieron a mi madre).

Aunque he de reconocer que ese fue uno de mis miedos antes de contárselo. Sabía que Nate me quería, pero ¿y si se le cruzaba un cable o algo así? No me imagino qué habría sido de mí si se hubiese desentendido.

Pero no lo hizo.

«Vanessa Brooks, pase».

Nate me ayudó a ponerme de pie y entramos en la consulta. Alice, la doctora, me pidió que me tumbara en la camilla y me levantara la camiseta.

— ¿Estáis nerviosos?

— ¡Muchísimo! — Solté una risita.

Estaba a punto de cumplir diecinueve años e iba a tener un bebé. Tenía miedo. ¿Y si no era una buena madre? Suspiré.

— Tranquila, Vanessa — Dijo Alice mientras ponía el gel lubricante sobre el aparato de la ecografía— Vamos a ver qué tenemos por aquí.

La pantalla en negro se iluminó y apareció mi interior. Podía distinguir su forma a la perfección, lo que no podía apreciar era su sexo. 

Miré a Nate que observaba atento a la pantalla; una gran sonrisa iluminaba su rostro y tenía los ojos llorosos. Me preguntaba si él era capaz de entender lo que yo no. 

— ¿Qué es?

— ¿No lo ves?

— No... — Me sentía estúpida. ¿Tan evidente era? Alice soltó una risita. 

— Normal, cariño, está de espaldas... Tendremos que esperar una semana más; creo que es una niña, pero no estoy segura.

Hice una mueca mientras me limpiaba la tripa. Yo quería saber qué era, no sospecharlo.  

Salimos de la consulta y dimos un pequeño paseo hasta el coche. Se me hacía raro ir de la mano con Nate, pero, desde que se enteró de que estaba embarazada, no me dejaba ir sola a ningún sitio. Y, la verdad, se lo agradecía.  No quería ponernos en peligro ni al bebé ni a mí; y conociéndome, lo haría. 

Me ayudó a montar en el coche y fue sonriente hasta su asiento. Cuando se sentó me dio un beso en los labios que me pilló desprevenida. 

Estaba especialmente cariñoso desde que sabía que iba a ser padre, y era raro —y algo agobiante, a decir verdad—.

A veces seguía comportándose más como un padre que como un marido. 

Paramos el coche frente a una de las mejores galerías de Los Ángeles. Iba a casarme con un Nichols, tenía que lleva un vestido a la altura. 

Nate se preocupó de todos y cada uno de los detalles de la boda. «Las bodas son para las novias, el novio es un simple complemento más», dijo en una ocasión. 

Y, a pesar de ser yo, que odiaba todo esto más que cualquier otra cosa; estaba más ilusionada que un niño con un juguete nuevo. Me emocionada eso de «disfrazarme» de novia.

Faltaban dos semanas para la boda y ese día tenía la prueba final del vestido. 

En las galerías nos recibieron sonrientes.

— ¿Cómo ha ido el médico, Sra. Nichols?

— Futura— Le corregí. Quería seguir teniendo mi apellido, pero entendía que no fuera posible —. Aun no sabemos qué será, se ha puesto vergonzoso y no quería saludar a la cámara — Bromeé mientras  hacía movimientos circulares sobre mi abultado vientre.

— Bueno, ha llegado el momento de ver el vestido — Asentí y le di un beso en los labios a Nate, que, obviamente, no podía entrar con nosotros. 

Fuimos a una de las grandes habitaciones-vestidor. Estaba rodeada de espejos para poder ver el vestido desde todos los ángulos posibles. Pero aquello solo consiguió deprimirme. Estaba gorda; no sólo por tener el vientre abultado... Se me habían hinchado los tobillos y había perdido la figura. Temía no recuperarla tras el embarazo. 

Pronto, la encargada, de la que no llegué a aprenderme el nombre, sacó una bonita tela de color crudo que, supongo, sería mi vestido. Al estar embarazada, vestido estaba hecho a medida, así que lo guardaban como oro en paño. 

Era un vestido largo, de tirantes que se juntaban detrás del cuello dejando así la parte superior de la espalda al descubierto y lo suficientemente holgado para disimular algo el embarazo. No es que me avergonzara, ni mucho menos, pero había dejado de ponerme ropa ajustada. 

A decir verdad, me encantaba ese vestido, pero no podía evitar sentirme algo insegura. ¿Estaba preparada para formar una familia? Sonreí al espejo. Tendría que estarlo, sabía que estaba enamorada de Nate, y ahora no había tiempo de echarse atrás.

— Aquí está mi princesa — Murmuró Nate al verme aparecer por el vestíbulo.

— No me llames así... — Hice una mueca y me senté sobre sus piernas. No sabía cómo podía permitirlo todavía; cada día pesaba más y estaba segura de que le estaba destrozando las piernas. 

— Perdooona... — Me besó —. ¿Cómo te quedaba el vestido, pajarito?

— Bueno, eso lo judgarás tú — Dije haciéndome la interesante.

— Estarás preciosa, pequeña. No me cabe ninguna duda.

Love (Lies #2)Where stories live. Discover now