Capítulo 23. "Birdy, el amor duele"

1.1K 91 1
                                    

El sábado por la tarde, Noa y yo decidimos ir a dar una vuelta por el centro. Hacía días que no pasaba el rato con ella a solas y tenía muchas cosas que contarle; como por ejemplo lo que pasó la tarde anterior en el teatro. Todo lo que pasó en el teatro. 

— Es demasiado amor — Comenté cuando terminé de contarle lo del baile.

— Birdy...

— Lo hicimos en mitad del escenario — Confesé.

— ¿Qué? — Gritó — ¿Es que te has vuelto loca? 

— Estábamos solos, y se lo ganó con creces. 

— Eres menor. ¿Qué habría pasado si alguien os hubiese visto? 

— Nadie nos vio, no seas dramática — Le quité importancia con la mano — Además, lo importante aquí es lo que fue capaz de hacer por mí.

— Para, Birdy, para.

— ¿Por qué? 

— Te brillan los ojos — Entrecerró los suyos y yo me ruboricé.

— ¿Y qué tiene de malo? 

— ¿Cómo que "y qué tiene de malo"? Ni se te ocurra enamorarme de él.

— No voy a enamorarme de Dave — Ella alzó una ceja —. ¿Por qué no me crees?

— Porque te conozco y sé que serías capaz de creerte toda su palabrería si él quisiera. 

— ¿Por quién me tomas? No soy imbécil.

— Sabes sus intenciones; él sólo quiere acostarse conmigo por lo que ambas sabemos.

— Lo sé, pero lo de ayer tiene que significar algo. Sabía que para mí era especial; tuvo que serlo también para él.

— Los tíos son capaces de hacer cualquier cosa por follar. Igual lo único que quería era que lo hicierais en el escenario — Hizo una mueca —. No sé cómo pudisteis...

Aparté la mirada. Si era eso lo que de verdad quería, lo había conseguido. 

— Birdy, el amor es una mierda, y duele; duele muchísimo. Mira lo que me pasó a mí con Zack. Él no cerró un teatro para nosotros solos, pero también tenía sus detalles. Sus palabras parecían sinceras y sus ojos brillaban al decirlas. Me enamoró como una estúpida, ¿y total para qué? Dos años con una persona que les prometía las mismas cosas a otras a la vez que a mí — A Noa se le entrecortó la voz, pero no derramó ni una sola lágrima. Nunca lloraba, creía que llorar la hacía parecer débil y sobre todo si había más gente presenciándolo. Pero ella no sabía que era una de las personas más fuertes que conocía y que la admiraba muchísimo por ello. Y nunca parecería débil; ni siquiera con el maquillaje corrido por la cara —. ¿Sabes? — se obligó a sonreír. Sabía que estaba recordando todo lo que vivió con Zack —, yo nunca había sabido lo que era llorar por dentro y sentir cómo tu alma se fragmenta en partes que jamás volverán a unirse — Me miró a los ojos —. No quiero que se pase eso a ti; y menos si podemos evitarlo. 

La abracé como si fuese un maldito koala. Noa era la mejor amiga que jamás podría tener. 

Decidí dejar atrás el tema de Dave, porque sabía que en fondo tenía razón .

— Pato..., ha pasado ya un año; has sufrido mucho por ese imbécil y Zack no se merece tanto.

— Lo sé...

— Además, a Mike le encantan tus hoyuelos — Se sonrojó y se llevó las manos a las mejillas.

— Deja mis hoyuelos, puta. 

— Seguro que a él no le dices lo mismo — Le saqué la lengua para molestarla —. Cuéntame, ¿ha habido ya algo entre vosotros? 

— Todavía no, aunque me gusta mucho — Si se ponía una poco más roja, le explotaba la cara —, pero no quiero ilusionarme y volver a sufrir. Otra vez no.

— Mike es un buen chico; estoy segura de que saldrá bien. Mereces ser feliz de una maldita vez, pato.

— Gracias, mito — Se burló y yo le guiñé un ojo. 

— Y si no te cuida bien, le capo, que Mike sí que me conoce. 

— Eres la mejor — Rió.

— Lo sé.

***

Vanessa.

Las Vegas era un lugar ruidoso, grande y lleno de luces cegadoras y lo peor de todo era que todavía no sabía realmente qué estábamos haciendo allí. ¿Qué podríamos hacer?, ¿ir a casinos?, ¿ver espectáculos? Sinceramente esperaba algo más de Nate. 

Te jodes, Nichols, no haberme malacostumbrado. 

Cuando bajamos del avión, había un tío con un cartel en la mano con nuestro apellido escrito en él. Bueno, el de Nate; jamás me acostumbraría a que se refirieran a mí como señora Nichols, por muchos años que pudieran pasar. 

— Espera aquí. 

Ni siquiera me dio tiempo a responderle. Se acercó al tío ese, le dijo algunas cosas y él sólo asintió y dio media vuelta. Nate me miró sonriente y me pidió que me acercara. Vale, algo estaba tramando; y lo cierto era que eso me gustaba. No sabía cómo había podido dudar hace unos instantes de que no fuera a sorprenderme si él siempre lo hacía. 

Había esperado que nos llevaran al hotel en limusina y de ahí a algún casino. Sin embargo, nos esperaba una preciosa Harley negra.

— No sabía que supieras ir en moto.

— Hay muchas cosas de mí que todavía no sabes, pajarito — Me dio uno de los dos cascos que tenía y se montó en ella — ¿Subes? — Me miró desde detrás del casco con aquellos ojos profundos que tanto me encantaban.

Asentí, me puse el casco y me senté detrás de él abrazándole por la espalda. Arrancó la moto y cerré los ojos. Aun habiendo pasado todos los años que habían pasado, cada vez que íbamos de viaje me acordaba de la noche que pasamos en Santa Mónica y no podía evitar sonreír. Aquella noche significaba mucho para nosotros, pero, sobre todo, significaba mucho para mí. Y es que fue entonces cuando me di cuenta de todo lo que había empezado a sentir por él. Sentimientos que se incrementaron cada vez hasta ese momento en esa Harley.

La moto paró y abrí los ojos. Nada. No había nada excepto una pequeña arbolada.

— Baja de la moto.

— ¿Qué?

— Que bajes de la moto.

— ¿Me vas a dejar aquí tirada o qué? — Bromeé bajando de la moto. Bueno, esperaba que no fuera capaz de hacer algo así. Sus ojos brillaron con maldad detrás del casco y sabia que estaba sonriendo. Se quitó el casco y me lanzó un guiño.

— ¿Cómo puedes pensar algo así de mí, pajarito? — Alcé una ceja y él me dio un beso a la vez que sonreía — Deberías confiar más en mí.

— Y lo hago, pero a saber en qué estás pensando ahora mismo...

Cogió mi casco y me dio la mano para ayudarme a abrirnos camino entre la arbolada. Caminamos unos cinco minutos en silencio hasta un pequeño claro donde había un lago aun más pequeño. Había oído que en Las Vegas había un lugar como este, pero me lo esperaba más grande. Arrugué la nariz. Estábamos completamente solos.

— Había pensado en que podríamos pasar la tarde en Sunset Park. Estamos a cinco minutos en coche de allí, de hecho. Pero antes — Dijo dejando los cascos en el suelo —, ¿qué te parece un chapuzón donde nadie pueda vernos?

Love (Lies #2)Where stories live. Discover now