Capítulo 26. "Eres tú quien me inspira"

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— Dave...

— Birdy, no estoy tan enfermo, ni soy tan cabrón — Me puso el pelo detrás de la oreja y devolvió la mano a mi mejilla — Me gustas. Me gustas precisamente porque no eres Vanessa, pero que tengas algo en común con ella no es malo, pequeña. Y antes de que saques conclusiones precipitadas, no es malo para ti, a mí me da igual. Pero no es malo porque Vanessa es una mujer muy fuerte y sé que esa fortaleza la has heredado tú. Os parecéis más por dentro que por fuera, créeme.

No podía hacerlo, no podía creer ni una sola palabra de lo que había dicho. Yo sólo me parecía a mi madre por fuera. Pero por dentro éramos como la noche y el día. Necesitaba que fuera así, lo necesitaba. Por eso hacía todas las cosas que ella no hizo, por eso empecé a interesarme por Dave; porque ella nunca lo había hecho.

¿Y aún me creía con derecho de echarle nada en cara después de haberme confirmado eso a mí misma?

Me levanté de su regazo. No quería seguir hablando del tema. Mamá no era mala persona, ni siquiera una mala madre, pero no podía permitirme parecerme a ella. No quería hacerlo.

— ¿Sigues enfadada? — Preguntó cuando me vio llegar hasta el escritorio de su habitación. Le miré a través del espejo — ¿Has oído acaso algo de lo que te he dicho? — Se levantó de la silla y vino hacia mí. Obviamente no llevaba camiseta, ya que la llevaba yo, pero estaba tan ida que ni siquiera me di cuenta. Cuando llegó detrás de mí mantuvimos el contacto visual a través del espejo y comenzó a acariciarme los brazos — Birdy, me gustas — Susurró en mi oído. Sí, ya lo había oído. ¿Y qué quería que le dijera? No podíamos hacer nada al respecto, él mismo lo había dejado claro minutos antes.

Aparté la mirada. El escritorio tambien estaba lleno de laminas, algunas completamente llenas de color, otras con unas sutiles líneas de unos bocetos que nunca llegaron a terminarse.

— ¿Por qué dejaste de dibujar? — Dave abrió la boca, pero antes de hablar, suspiró, se alejó de mí y comenzó a coger sus dibujos uno a uno.

— Perdí la inspiración.

Respuesta vaga. Supuse que en realidad no quería contarme su historia, pero era la única forma que tenía de conocerle de verdad.

— ¿Por qué?

— El orfanato me dio cosas buenas y cosas malas. Me sacó de un infierno personal para meterme en otro más pequeño, pero tardé en darme cuenta de eso.

— ¿A qué te refieres?

— Yo sí conocí a mis padres, Birdy — Su rostro se oscureció y se endureció —. Ojalá no lo hubiera hecho nunca.

Recogió los dibujos y los puso todos apilados sobre una esquina del escritorio.

— Yo no sabía dibujar especialmente bien, ¿sabes?

— ¿Quién te enseñó?

— Tu madre.

Evité poner los ojos en blanco. Cómo no, siempre tiene que ser ella. Pero espera...

—¿Mamá dibuja?

— ¿No lo sabías? Vanessa siempre llevaba un block de dibujo debajo del brazo, siempre tenía algo que dibujar. Siempre..., hasta que empezó su último año de orfanato. Cambió el block por un paquete de cigarrillos. Aunque lo usara del mismo modo –para relajarse–, nunca me gustó. Pero supongo que es normal. Tu imaginación no puede alimentarse si estás encerrado en un lugar y llevar tantos años bastándote sólo con ella, al final la gasta.

Dave esbozó una sonrisa triste. Echaba de menos a mamá, pero no porque no la viera siempre que quisiera y no siguieran siendo amigos, si no porque ella ya no era la misma. Por como reaccionó, ni siquiera era la misma antes de irse del orfanato.

Dave abrió un cajón y, del fondo de este, sacó un viejo y desgastado block de dibujo.

— Lo encontré sobre la cama de su habitación el día que tu padre se la llevó del orfanato — Lo abrí y comencé a ojearlo—. Faltan hojas. Supongo que no quería llevar peso de más, y los malos recuerdos pesan mucho — Tenía razón, no había un solo dibujo positivo. El orfanato, ventanas con barrotes rodeados de alambre de espino, un espejo roto y un reflejo, sin rostro, distorsionado. Y por último, un retrato del que supuse que sería Dave sonriendo. Me habría parecido imposible si no lo hubiera visto, pero este tenía incluso más matices que el que Dave había hecho sobre mí. Me quitó el cuaderno antes de que pudiera abrir la boca y volvió al fondo de su cajón — Me dolió darme cuenta de que mi recuerdo le pesara tanto, pero lo entendí. Ella quería dejar el orfanato atrás y yo formaba parte de éste.

Se alejó del escritorio y de mí y se sentó a los pies de la cama, con la cabeza gacha.

— Estaba tan enamorado de ella... Por eso decidí salir cuando se me dio la ocasión la semana siguiente a su marcha. Necesitaba llegar hasta ella y decirle todo lo que siempre había sentido — Me miró —. Una semana. Una maldita semana es lo que tardó en enamorarse de Nate y olvidarse de olvidarse de todo lo que había antes de él. Aunque lo niegue, la conozco y sé que es así.

— ¿La amas todavía? — Me atreví a preguntar, aunque en realidad no quería oír la respuesta.

— Ella era mi inspiración, Birdy — Dijo sin más. Me cogió la mano y poco a poco me acercó más a él — Ahora lo eres tú.

Vanessa.

Había olvidado lo completamente distintos que éramos. Si no estábamos en la cama nos pasábamos el día discutiendo. Y me dolía. No habíamos dejado de hacerlo porque hubiéramos madurado, si no porque apenas nos veíamos.

— Déjame en paz, Nate.

— Ya no tienes 18 años.

— ¿Me lo dices o me lo cuentas?

— ¡Pues deja de comportarte como tal!

¿Que por qué discutíamos en esa ocasión? Ni lo sé ni me importa. Creo que ni siquiera había un motivo concreto. Pero en el fondo sabía que tenía razón. Me había estancado y quería seguir teniendo la razón con argumentos que hubiera usado con dieciocho años. ¿Pero y qué? También él fue responsable de ello.

— No te aguanto.

— ¿Y te crees que yo a ti sí? — Escupió Nate enfadado —. Ya tenemos bastante con Birdy y su mal humor, ¿no crees?

— Te recuerdo que fue idea tuya venir aquí.

— Porque te echaba de menos, joder.

— Yo también me echo de menos — Bajé la voz.

— ¿Qué has dicho?

— Que la Vanessa que tú echas de menos murió cuando aceptó que era madre y que estaba casada — Gruñó por lo bajo en señal de desacuerdo — ¿Y sabes qué? Esta Vanessa ya no te necesita.

— ¿Ah, no? — Se puso frente a mí invadiendo mi espacio vital, algo que en cualquier otra ocasión no me hubiera molestado.

— ¡No! — Grité — ¿Y sabes otra cosa? — Di un paso atrás — Paso de estar siempre discutiendo. Quizá lo mejor sea que nos divorciemos.

Love (Lies #2)Where stories live. Discover now