Capítulo 10. "No tengas miedo"

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— ¿Birdy? — Preguntó algo confundido. 

— ¿Pajarito...? — Dije imitando su tono.

— Sí, sí, lo he entendido, pero... ¿En serio? — Esta vez pude ver en sus ojos un brillo de emoción y ternura. Asentí sonriendo y devolví la mirada a la niña. Esta había cerrado los ojos y se había quedado dormida. 

¿Cómo era posible que algo tan pequeño fuera capaz de cambiar nuestras vidas de una manera tan bestial? 

— Recuerdo que te dije que dejaras de llamarme así, pero nunca te dije que me encantaba que lo hicieras. Pensé que esta sería una buena forma de demostrarlo — Volví a mirar a Nate —. Pero si no te gusta, podemos cambiarlo...

— ¿Estás de broma? Me encanta, pero recuerda que tú serás siempre mi pajarito — Me puso una mano bajo la barbilla y me besó con cuidado —. Te quiero.

Más tarde vinieron a por la niña. Como era natural, debían meterla a la incubadora. Era demasiado pequeña, y yo tenía demasiado miedo; sabía que no podría cuidar de ella como lo necesitaba. Me costaba incluso cuidar de mí misma.

— Duerme un poco — Susurró Nate acomodando la cabeza en el incómodo sillón. Había pasado la noche en pie y dando vueltas y se le notaba cansado, pero, a pesar de que yo también lo estaba, era incapaz de pegar ojo.

Pronto noté cómo la respiración de Nate se ralentizaba: Se había dormido. "Yo también debería dormir", me repetía una y otra vez. Pero no podía hacerlo. Mi mente estaba muy despierta para ello. Era consciente de la cantidad de peligros que corría la niña en esos mismos instantes, de la cantidad de días de incubadora que le esperaban y de la cantidad de problemas que podría tener en el futuro. Igual de que también era perfectamente consciente de que era culpa mía. Debería haberme cuidado más y haberme preocupado menos, debería haber intentando alargar el embarazo lo máximo posible. Bueno, en realidad, no debería haberme quedado embarazada y nada de esto habría pasado. 

Solté un sollozo y me tapé la boca para evitar que Nate se despertara. ¿Por qué lloraba ahora? Porque me sentía frustrada, incapaz de afrontar lo que viniera a partir de ahora. Estaba asustada y sentí que ya no quedaba nada de lo que había antes de aquel cinco de noviembre. Aquella Van del pasado, valiente y fuerte, se había esfumado para no volver.

Malhumorada, me quité las lágrimas y me obligué a dormir, pensando que cuando despertara todo sería diferente y volvería a ser feliz. 

* * *

Me equivoqué. 

Desperté con el mismo humor a la una de la tarde, cuando me trajeron la bandeja de la comida. Mi apetito estaba reducido al mínimo y era prácticamente nulo. Hice una mueca cuando percibí el olor de aquella sopa insípida de hospital. Iba a vomitar si me obligaban a tomar aquello. 

— No quiero comer...

— Tienes que comer, pequeña.

— No tengo hambre, Nate — Gruñí.

— Debes hacerlo, a penas has dormido y estás débil. Piensa en la pequeña, Birdy, ella te necesita fuerte. 

Lo que Birdy necesita es una madre que de verdad sea capaz de cuidar de ella y no a mí. 

Nate acercó la cuchara a mi boca y me vi obligada a abrirla. Puag. 

— ¿No puedo comer otra cosa? Está asqueroso.

— Me temo que no... Haz un esfuerzo.

No sé cómo, logré tomarme medio cuenco de sopa y Nate lo dejo estar. Por ahora. Sabía que tarde o temprano volvería a insistir en que comiera y durmiera un poco más. Eso era lo único que iba a ser igual que siempre; los ramalazos controladores de Nate.

A media tarde Nate me había dejado un rato sola porque yo se lo pedí. Lo necesitaba. Había aguantado demasiado sin llorar, y no quería hacerlo con él delante. En cuanto cerró la puerta, mis ojos se ahogaron en lágrimas y dirigí la mirada hacia la ventana. Estaba nublado; algo poco habitual en Los Ángeles, y aquello afectó a mi estado de humor, más de lo que podría haber imaginado. Ni siquiera sé porqué, pero recordé el día de mi cumpleaños. También hacía un día de perros y a mí me parecía que se acercaba el fin del mundo. No sabía la razón que tuve hasta ese momento. No hacía ni un año de eso y ya no queda nada de la persona que era entonces. Sólo hacía falta verme ahora; llorando como una gilipollas, incapaz de comerme un plato de sopa y tanto física como mentalmente agotada. Esa no era yo. Me había perdido.

Alguien llamó a la puerta y yo intenté quitarme las lágrimas de los ojos. Claramente sin éxito porque Dave me miró preocupado.

— ¿Qué te pasa?

— No estoy segura, creo que dentro de mí ha estallado una guerra hormonal... — Me obligué a sonreír —. ¿Qué haces aquí en vez de estar celebrando tu cumpleaños?

— Pues verás, resulta que mi mejor amiga lleva siete meses "horneando" mi regalo de cumpleaños y he venido a ver qué tal ha quedado — Bromeó.

— Está en la incubadora.

— Lo sé, Nate me lo ha dicho. Al parecer la pequeña Birdy es igual que su madre — se sentó a mi lado —, aunque esperemos que no en todo.

— No sabes hasta qué punto estoy de acuerdo contigo.

— ¿Eres tonta? Era una broma — Me miró con el ceño fruncido — Además pase lo que pase yo siempre preferiré a la madre.

— Idiota... — Sonreí de medio lado.

— Ahora en serio, ¿qué te pasa?

— Tengo miedo, ya te lo dije... La niña es muy pequeña. Ahora está aquí y está a salvo, ¿pero qué pasará cuando salga? Si necesita algún cuidado especial yo no sabré..., ¡incluso si no lo necesita no sabré cuidar de ella! — Me corregí.

— Sí sabrás.

— ¿Cómo lo sabes?

— Porque confío en ti — Me acarició la mejilla quitando las lágrimas que de nuevo había derramado — Además tienes a Nate, y me tienes a mí. Sé que un chaval de dieciséis años no será de mucha ayuda... Pero cuidaré de ella todo lo que pueda, te lo prometo.

Love (Lies #2)Where stories live. Discover now