Familia Uzumaki

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Himawari entró feliz a la sala con su amiga, la había extrañado demasiado.

- Te ves más alta - miró un poco hacía arriba y es que era cierto, siempre estuvo a la altura de Himawari a pesar de ser dos años mayor y ella era algo bajita, por lo que muchos se sorprendieron con sus estirón.

- Supongo.

- ¡Abuelos! - los miró feliz al ver que entraron - les presento a mi amiga Sarada...

- ¿¡Sarada!? - dijo una peliroja sonriendo con sorpresa.

- ¿Profesora Kushina...?

¿A quién más iba a conocer en esa casa? ¿las sorpresas no paraban?

- ¿Se conocen? - preguntó Himawari.

- ¡Claro! Es mi alumna favorita - se acercó de inmediato y la estrecho en sus brazos - no pensé verte tan pronto.

- Lo mismo opino - sonrió nerviosa.

El rubio solo miraba la escena, jamás creyó ver de nuevo a esa chica y si una pequeña parte de el si lo creyó nunca imaginó que sería en su casa.

De pronto recordó el diario...sintió una opresión tremenda en el pecho, su chica de gafas rojas ya habrá cumplido los veinte años, quisiera saber como luce. Miró que la mayoría estaba alegre, su familia, pero el se sentía incompleto, vacío.

Se dió la vuelta y subió a su habitación.

- ¿A dónde vas? - le preguntó su madre con gentileza - ¿te sientes mal?

- No - negó con la cabeza - me daré una ducha antes de comer.

-Esta bien - le sonrió como siempre y subió. Dejó caer el agua caliente por su cuerpo al rededor de quince minutos.
Cerró el grifo y tomo una toalla para secarse, después de ellos se vistió con sencillez, total estaba en su casa.

Cuando bajó Sarada ponía los platos mientras que Himawari ayudaba su madre.

- No es necesario que lo hagas Sarada- le sonrió la adulta de nuevo.

-Esta bien así - curveó sus labios en una sútil sonrisa y siguió con lo suyo.

Por más que intentará no podía despegar sus ojos de ella, era como un imán.

- ¡Ya llegué! - se escuchó en la entrada, Boruto se quedó neutro y su hermana dio un brinco de alegría y corrió al recibidor.

Rodó los ojos, una parte se alegraba por ver a su padre y la otra no. Tomó unos palillos y pezcó unos bocadillos para llevarlos a su boca.

Sarada vió entrar a un hombre rubio con traje, supuso de inmediato que era su padre, se parecían demasiado en los rasgos como el cabello y ojos, pero en el rostro, el tenía los rasgos finos de su madre. Podría asegurar que Himawari era la más parecida a su padre.

Ella se irguió y lo miró cuando ella la presento.

- Mucho gusto - estendió su mano en forma de saludo.

- El gusto es mio - le sonrió el adulto y miró a su hijo - al fin mi hijo decidió traer a la novia - dijo orgulloso.

Un pequeño sonrojo invadió las mejillas de la pelinegra y el rubio...pues el intentaba no ahogarse con los bocadillos.

- ¿Son novios? - preguntó Himawari sorprendida - entonces...¡por eso se veían extraños! - creyó comprender la situación.

- Ah...- ella no buscaba por donde empezar

- Es amiga de Hima - dijo Boruto recobrando la postura.

- Si - acompletó ella.

- ¿no salen? - preguntó con algo de decepción - morirás soltero Boruto.

- Callate - dijo malhumorado, la Uchiha abrió los ojod al escucharlo ¿había callado a su padre?

- Es verdad - dijo un rubio más entrando por la puerta - estas por cumplir veinteaños...en mis tiempos...

- En sus tiempos se casaban con dinosaurios - acompletó.

Kushina estalló a carcajadas y luego paró en seco -¡Oye! - frunció el ceño.

-Es broma - rió nervioso.

Sarada estaba atónita, esa familia era distinta a la suya en todos los sentidos...durante el almuerzo platicaban en cambio en su hogar, no podían hablar a la hora tener platillos frente a ellos. Hacían bromas y se hablaban por tu...eso la sorprendía más, la forma en la que Boruto le hablaba a su padre...si ella fuese así le darían una bofetada.

El rubio la miraba de reojo, le encantaba como con suma delicadeza y elegancia se llevaba la comida a su boca. Era una chica rica y bien portada, se vestía como una monja quizá frente a otras chicas, pero esa ropa acentuaba su figura y el echo de ocultar su piel lo hacía muy tentador.

La postura recta la mantuvo en todo momento, y su cabello parecía que nunca se iba a desalinear, ese flequillo que caía de lado era tan lacio...negó e intentó sacar esos pensamientos para que la dueña de su corazón entrara.

La recordó y tenía que pedirle el diario, quizá después.

Podría morir y esperarte otra vida [3]✓Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt