11. Honestidad

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"Soy un bosque, y una noche de árboles oscuros: pero el que no teme a mi oscuridad, encontrará bancos llenos de rosas bajo mis cipreses."– Friedrich Nietzsche.

El lugar era una fachada

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El lugar era una fachada. Un club que abría solo de noche, con clientes frecuentes y con una barra concurrida. Mujeres y hombres bailando en poca ropa y otros pocos sentados en los regazos de hombres gordos en dinero.

Lauren hizo una mueca.

Aceleró su paso cuando una chica pelirroja le guiño el ojo. Lauren no estaba para jugar, ella venia por trabajo. Le susurró algunas palabras al hombre fortachón que vigilaba el club, él asintió y la dejo pasar a la segunda planta. Un hombre corpulento, alto y de cabello color ceniza con un rajo entre los ojos le sonrió.

Pero si es mi querida sobrina — gruño el hombre a los hombres que lo acompañaban, después de darle una calada a su cigarro volvió a hablar — Menos mal llegas a tiempo, sabes que lo que menos tengo es tiempo — volvió a gruñir.

Con esa actitud nunca lograras que este bar salga a flote — el hombre le dio una mirada asesina y con otra mirada del mismo calibre hizo que los hombres que lo acompañaban se retiraran de la mesa.

Te recuerdo que, gracias a mí, pudiste encontrar a tu flamante doncella. Merezco algo de tu respeto — llevo sus manos a su barbilla, esperando a la contraparte.

¿Respeto? — fue todo lo que Lauren dijo.

No puedes odiarme por siempre, Lauren. Acaso olvidaste que yo te salvé de las garras de su queridísimo padre, me debes la vida — dijo con socarronería, inyectando su mirada en el rostro de la pelinegra.

En ese momento Lauren no pudo odiarlo más.

No lo olvido, sabes que nunca lo haré. No entiendo el por qué te empeñas tanto en recordármelo, no tengo ni tendré ninguna pisca de remordimiento por lo que hice — concluyó la pelinegra, tomando el fajo de cartas que descansaban al centro de la mesa.

Desde la primera vez que te vi, siempre sentí esa vibra extraña en ti, eras muy rara, quiero decir, no compartías con nadie, ni siquiera hablabas. Siempre tan obediente con esa cara seria e indiferente, sentada en el regazo de tu padre, mientras este jugaba con tu falda.

Yo jamás he querido saber por qué tiraste a tu novia al mar ¿Ya no te gustan las rubias, Francis?

Por la expresión horrorizada del hombre, Lauren supo que había dado en el clavo. Al menos, lo mantendría fuera de su alcance por algunos días.

Dicen que el mar es el mejor lugar para esconder un cuerpo. Pero cuidado las olas pueden regresar cualquier cosa, incluso un cuerpo — cerró, tirando un az a la mesa — De todos modos, por qué me llamaste.

Tengo un trabajo para ti.

¿Qué es? — Lauren se mostró apática.

El hombre canoso de nombre Francis, quien era su tío y lo único que le quedaba en vida de lo que fue su familia. Quien, a sus cincuenta, manejaba un club de strippers y además se abastecía de drogas y armamento para gente de mala reputación. No era nada más que un pobre diablo sin nadie.

𝑴𝒚 𝑺𝒘𝒆𝒆𝒕 𝑶𝒃𝒔𝒆𝒔𝒔𝒊𝒐𝒏 © (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora