Parte 8. Navegando en Aguas Misteriosas

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El chillido de la puerta despertó a Alec, esta vez si fue capaz de identificar a Sebastián caminando hacía él, y por mucho que odiara mostrar debilidad, le fue imposible no estremecerse al verlo.

Sebastián se rió disfrutando de la situación. Hubo un tintineo y un segundo después se dio cuenta de que le había liberado de las cadenas de la muñeca. No pudo hacer nada antes de que su cuerpo colapsara al piso por el intenso dolor.

– Oh, no seas tan dramático, – Sebastián se burlón.

Alec suspiró, logrando sentarse en el suelo. Su estómago moría de hambre, aunque sabía que si tuviera algo en él, probablemente lo vomitaría.

– Levántate, – Sebastián le ordenó, jalándole del brazo para ponerle de pie. – Hoy me siento misericordioso. –

No explicó nada más antes de arrastrarlo fuera de la celda, no dándole más opción a Alec que seguirlo. Su cuerpo estaba demasiado débil como para pelear.

– ¿A dónde me llevas? – se las arregló para preguntar, con voz ronca

Sebastián no contestó, simplemente le lanzó a otra habitación. Alec frunció el ceño a reconocer el baño, sin poder creer lo que veía. En medio había una tina con agua caliente, y a su lado una mujer morena con cabello castaño, que vestía como una de las mujeres del servicio.

– Tienes una hora, – Sebastián le dijo, azotando la puerta al salir.

Alec esperó a que los pasos de Sebastián se dejaran de escuchar para acercarse a la chica.

– Maureen, – dijo en tono desesperado. – Ayúdame a salir de aquí. –

Era obvio que Sebastián pensaba que Alec no conocía ni se llevaba las personas de más bajo rango en el castillo. Pero Alec había crecido con ellos, y ella había sido la sirvienta de su madre y amiga de Alec. Pero la chica simplemente negó asustada.

– Maureen, – Alec intentó de nuevo, cuando la chica comenzaba a desvestirle sin mirarle a los ojos.

– Yo solo estoy aquí para ayudarle a bañarse, señor, – ella murmuró.

– Yo puedo tomar un maldito baño solo, Maureen. Mírame, – Alec exclamó enojado. Pero cuando la chica le miró, Alec solo fue capaz de ver miedo. Alec había conocido a una chica alegre, llena de felicidad y hermosa, pero esta mujer que le veía ahora, solo tenía miedo y dolor en su mirada.

– ¿Qué te hizo? – Alec preguntó, con el aliento atascado.

Maureen solo negó de nuevo. – El Rey Sebastián quiere que le ayude a bañarse, señor, – ella repitió, con una voz monótona pero llena de sufrimiento.

Alec simplemente suspiró y comenzó a desvestirse, para luego sumergirse en el agua, mordiéndose el labio para contener un jadeo de dolor por sus heridas. Sus ojos se llenaron de lágrimas sin poder detenerlos, al ver como el agua se teñía de rojo por su sangre.

Maureen le comenzó a limpiar el cabello. El toque era amable pero Alec sentía que no lo merecía. Ella también era una víctima.

Le había fallado a su familia, dejándoles en las garras de un lunático. Le había fallado a sus amigos, la gente que se preocupaba por él y le había cuidado ahora estaban muertos o en prisión. Le había fallado a su reino, a su gente, dejándoles en las manos de un sádico. Y le había fallado a Magnus, quien había terminado en ese conflicto solo por él, quien había muerto por amarle como Alec no merecía.

Si Maureen vio las lágrimas cayendo por su rostro, no comentó nada. Su toque siguió siendo gentil mientras limpiaba su golpeado cuerpo. Y Alec se preguntó si aun quedaba esperanza en ese herido corazón y ojos vacíos.

A Pirate's Life For Me (Malec)Where stories live. Discover now