Parte 10. Navegando en Aguas Misteriosas

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– Izzy, ¿Alec va a morir? –

Magnus no pretendía espiar. Estaba caminando de vuelta a su habitación cuando escuchó la voz inocente de Max y su corazón se detuvo. La curiosidad le ganó y no pudo evitar asomarse entre la puerta abierta. Isabelle estaba sentada en la cama al lado del pequeño Max, quien ya estaba envuelto entre los cobertores, pero con los ojos bien abiertos con esfuerzo, dado que su carita se veía llena de cansancio.

– Claro que no, – Isabelle le contestó. Aunque su cabello le cubría casi todo el rostro, Magnus pudo reconocer el miedo en su mirada. – Vamos a salvarle, porque eso es lo que hacemos en nuestra familia. Nos cubrimos la espalda juntos. –

– Eso es lo que mamá decía, pero ahora está muerta, – Max replicó.

Magnus cerró los ojos maldiciendo internamente la existencia de Sebastián, algo que hacía bastante seguido. Si tuviera la oportunidad, le daría una probada de su propia medicina. En ese último año, el corazón de Magnus se había suavizado, pero aun seguía siendo un pirata, y ello había pasado por la corrupción de La Clave. Aunque al final había cargado el título orgullosamente. Así que Sebastián no tenía idea de lo que se le venía encima.

– Todo va a estar bien, Max, – Isabelle dijo, acariciando el cabello del niño. – Si no podemos recuperar el trono, al menos rescataremos a Alec. –

– Okey, – Max dijo, pero Magnus claramente pudo escuchar la duda en su voz.

Max solo tenía ocho años, pero ya había pasado por demasiado, había aprendido a ser fuerte para no sufrir más en el futuro. Magnus lo sabía, el también había crecido así, guardando su corazón bajo llave para prevenir que fuera lastimado.

Finalmente, Magnus regresó a su habitación. Sin Ragnor y con Jace poniéndose al día con Clary, Magnus tenía la habitación para él solo. Así que se acostó y cerró los ojos.

En el silencio del la habitación, no hubo nada que le distrajera de pensar en Alec, en como lucía en el balcón, como había temblado cuando Sebastián le había tocado, las marcas en sus muñecas.

Magnus recordaba lo doloroso que había sido cuando le pusieron la letra en su muñeca. El comodoro había parecido disfrutarlo, aun más al saber quien era su padre. A veces aun podía cerrar los ojos y recordar la maldad en la mirada del comodoro.

Pero ahora lo que más recordaba al pensar en su marca era el mar, infinito y hermoso.

Alec no estaba ahí, pero Magnus podía sentir su aura rodearle, hermosa y fuerte. Aunque a su lado, la cama estuviera vacía. Magnus extrañaba poder acurrucarse y enredarse entre el cuerpo del otro, extrañaba su olor, como impregnaba el aire cada vez que Alec estaba ahí.

Su corazón quemaba desde el momento en que se habían separado, prometiéndose que se volverían a ver al amanecer, y sabía que ese dolor no cesaría hasta que se volvieran a reunir.

Magnus acarició su dedo vacía, donde debía estar el anillo que Alec le había dado, y finalmente cayó dormido, prometiéndose que sin importar el precio, recuperaría a Alec.

Sentía que no había dormido más de diez minutos cuando su puerta se abrió azotándose. Magnus brincó de la cama, despertándose rápidamente y tomando su espada antes de reconocer a Jace, viéndole sorprendido y asustado.

– Isabelle se fue, – le anunció, y el estómago de Magnus se revolvió. – Se fue. –


*

A Pirate's Life For Me (Malec)Where stories live. Discover now