☆Capitulo 10: El juego ha comenzando.

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Enfermos Mentales. Capítulo 10: El juego ha comenzado.

Entré en el salón de matemáticas tomando asiento en la silla que indirectamente había declarado como mía, pues quedaba justo al lado de la ventana con vista al bosque sur, el cual cada día me tentaba más a explorar. Avancé entre los asientos sin detenerme a mirar a nadie, pero al parecer esa persona que tanto trataba de evitar decidió no aparecer en clase ese día. Mucho mejor, pensé.

Acomodé el bolso a mi lado y saqué un cuaderno de dibujos. Empecé a hacer trazos variados en la hoja, dejando que el lápiz guíe mis manos por todo el papel mientras yo solo observaba lo que se formaba tras unos cuantos minutos.

Cuando iba a diferentes psicólogos, una en especial me había recomendado esta técnica. Sugirió que cuando estuviera estresada, furiosa o cualquier otra emoción que pudiera desencadenar alucinaciones o lo que yo le llamo "ataques", empezara a hacer trazos en la hoja sin sentido alguno. Al acabar, debía observar el resultado, lo cual expresaba lo que estaba sintiendo.

Casi siempre que estaba enojada dibujaba cosas oscuras o negativas. Apretaba bastante el lápiz para dar sombras y oscuridad y a veces solo hacia garabatos. Si estaba estresada o ansiosa, los dibujos transmitían cierta intranquilidad. Así con cada sentimiento.

Si estaba nerviosa, mis dibujos eran protagonizados por una chica hermosa. Siempre era la misma, se veía su seguridad y nunca parecía estar preocupada. El psicólogo decía que mi subconsciente intentaba hacer una versión de mí bastante diferente, un ejemplo de como quería ser en esos momentos. Desde eso, esa chica es protagonista de casi todos mis dibujos de rostro o paisajes. A veces escondida en el fondo, a veces en primer plano en diferentes ángulos.

Pero lo que me molestaba es que en ese momento no sabía lo que sentía. ¿Miedo? ¿Ansiedad? ¿Inseguridad? Solo sabía que algo dentro de mí no estaba bien. Mi estómago se revolvía cada vez que pensaba en lo que pasó el fin de semana. Pero al mismo tiempo, recordaba los extraños mensajes de texto que me llegaban y hacían erizar cada vello de mi piel. Al pensar en quien podría ser esa persona, me sentía culpable por saber que era quien nos había visto besándonos en la fiesta. Deben ser la misma persona, estoy segura.

En cualquier momento podría contarle a Jennifer lo que pasó. Por lo que había pensado que sería mejor decirle yo misma a que se entere por otros medios. Pero cada vez que lo intentaba, la culpa se apoderaba de mí y terminaba cambiándole el tema. Eso un día me dejaría de funcionar, pues como dije, miento muy mal.

—Hola, hermosa.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por una voz arrogante y fanfarrona que me hizo desconcentrar del dibujo.

—¿Qué quieres, William? —pregunté sin levantar la vista del cuaderno.

William era amigo de Alex y Jennifer. En la semana que pasé con ambos, tuve también que aguantarme a sus amigos. Eso incluye al insoportable William, que aunque ya le haya dicho varias veces que no me interesaba estar con él en lo absoluto, no dejaba de lanzar halagos con doble sentido y de mirarme los pechos, que de por si casi ni tenía.

—¿Que pasa?¿Acaso ahora me ignoras porque hay público? Yo digo que no hay tanta gente, así que no hay problema —Solo intentaba molestarme, pues nunca he estado a solas con él—. Pero si quieres podemos ir a un lugar más privado.

Logró su cometido de hacer pensar a lo demás que lo que decía era cierto. Varias personas en el salón comenzaron a mirarnos y susurrar. Susurros, de esos que tanto odio.

—Pues, la verdad me dijeron de un lugar increíble para... eso —intenté seguirle la corriente.

—¿Ah sí? —preguntó emocionado de que le haya hecho caso.

Enfermos Mentales [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora