☆Capitulo 32: Desenterrando secretos.

3K 432 89
                                    

Enfermos Mentales. Capítulo 32: Desenterrando secretos.

Bajé las escaleras rápidamente, corriendo atemorizada por el lobby de los dormitorios; ganándome la mirada confusa de todos a mi alrededor por los sollozos que soltaba a mi paso. Salí corriendo por el campus, directo a la oficina del director. Al llegar, abrí la puerta desesperada y corrí a la mesa del decano, apoyando mis manos sobre esta.

—¡Tengo que ir a verla! —le espeté— ¡Tengo que ir!

—Lo siento, no puedo...

—¡Es mi madre! —le grité—. Por favor, tengo que ir… —le supliqué.

Él bajó la mirada suspirando.

—¿Sabes cuántas reglas he roto por ti? Descubrí que entraste al edificio de tratamiento intensivo sin mi consentimiento hace semanas. Te di permiso ayer, y muchas otras cosas que a veces ni te das cuenta —me sacó las cosas en cara—. Lo siento, pero esta vez no puedo.

Suspiré en un sollozo nuevamente, dejando caer mis brazos, rendida. Lo miré por última vez.

—Por favor —rogué.

Él me miró a los ojos con pena, mientras yo le suplicaba con la mirada. Exhaló, derrotado.

—Empaca lo necesario, te irás por un día, nada más. Vuelve lo más pronto posible.

••••••••••••••••••••

Cerré la puerta del taxi, bajando la ventanilla para despedirme de los chicos. No lo podía creer, iba a salir. Pensar en lo que le había pasado a mamá me entristecia, pero no podía evitar sentir todos mis nervios a punto de explotar de la emoción. Como el corazón me retumbaba en el pecho, amenazando con salir. Tanto tiempo deseándolo y ahora… por fin sería posible.

—Te extrañaré mucho.

—Sara, vuelvo en unas horas.

—Igual no será lo mismo sin ti —sollozó.

Rodé los ojos, esa chica podía sacarme una sonrisa en los momentos menos adecuados.

Alex, a pesar de ya haberse despedido, se acercó al auto, recargando los brazos cruzados sobre la ventana a la vez que se agachaba para quedar más cerca de mi rostro.

—Cuídate, ¿Sí?—pidió.

Asentí levemente.

—Si pasa algo, cualquier cosa con el… —miré de reojo al conductor—, desconocido —terminé la oración—, me avisas.

Alex asintió esta vez, antes de acercarse más para plantarme un beso en la mejilla.

—Si todo está bien, me saludas a la suegra —dijo en broma. Sonreí un poco con los labios cerrados. Al ver mi gesto, deshizo su sonrisa poco a poco, cambiando su semblante por uno serio—. Suerte…

—Gracias.

Fue lo último que dije antes de que el chófer pusiera el taxi en marcha, conduciendo por el campus. Al estar frente a los dos grandes portones custodiados por los guardias dentro de sus pequeñas cabinas a los lados de la puerta, uno de ellos presionó un botón, haciendo que se abran y abriéndole paso al coche. El chófer avanzó, y justo cuando cruzamos el umbral de las puertas gigantes….

Enfermos Mentales [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora