Cápitulo 1

4 0 0
                                    

Estaba en medio de una larga y aburrida clase de matemáticas en el último período (lo cual la hacía peor) preguntando una y otra vez como obtener un estúpido resultado y tratando de que la formula entrará en mi cabeza. En ratos como ese, con el ambiente callado y el sol azotando las ventanas venían a mi muchos recuerdos, haciendo enredos mi cabeza y me provocaba unas ganas inmensas de salir corriendo e irme lo más lejos que pudiera. No quería huir solo de esa clase, quería irme, lejos, comenzar de nuevo y poner mi vida de cabeza, pero, nunca tenía el valor suficiente como para irme y tratar de borrar esos enredos.

Me gustaba mirar a los chicos y chicas de mi salón, e imaginar como eran realmente sus vidas, fuera de lo que aparentaban. Aparentan, todos y cada uno de ellos, lo sé. Muchos fingían tener vidas satisfactorias y envidiables, otros fingían estar bien.

Un día ocasionalmente mientras iba caminando por la calle vi a Ethan Riggs, el capitán del equipo de Futbol y el sujeto que le gusta a todas las chicas, estaba besándose con un chico, él me vio por un momento, aparte la mirada y seguí caminando, después me busco para pedirme que no dijera nada, y me dijo que si lo hacía y su padre se enteraba lo mataría, había algo en sus ojos que me hacían creer que esa posibilidad era cierta. Y yo solo le respondí que igual no planeaba hacerlo. Un día, Nadia Acosta una chica alta, morena y vivaz había escuchado hace tiempo que su padre la golpeaba y había llegado un par de veces a la escuela con el labio reventado, pero aun así, siempre estaba riendo y conversando feliz con otras personas, con una sonrisa en el rostro; era difícil determinar si esta era falsa o no, tal vez era ese tipo de persona que no le gustaba que los demás se preocuparan y fingía estar bien, o bien, estar aquí, era su pequeño escape de la realidad.

Eleonor Davis, un día la encontré llorando en los baños, conversamos y me platico que su novio abusaba sexualmente de ella, tal vez ya no aguantaba mantenerlo en secreto, y este comenzaba a acabar con ella desde adentro o estaba muy desesperada por contarle a alguien, porque antes de eso nunca habíamos cruzado palabra, y si lo habíamos hecho fueron cosas insignificantes. Yo le recomendé que lo dejara, que no valía la pena.

Lo que más me hizo sentir mal, fue que ella respondió que lo amaba y que no podía hacerlo. Cuando termino de llorar, me dijo que se sentía muy estúpida por haberme contado, que me agradecía por escuchar pero que lo olvidara todo, discutimos un poco y termine rindiéndome, tampoco quería obligarla a decirlo. Yo sabía que era lo mejor, también ella, pero aun así prefirió guardarlo, yo lo prometí igual y a partir de ese día siempre que cruzábamos las miradas me mostraba una sonrisa de gratitud y yo se la devolvía.

Compartía secretos e historias similares con más personas del grupo, y del resto, sinceramente no sabía nada de ellos. Pero ver a las personas en los momentos vulnerables y en los fuertes, me había enseñado que cada quien tenía un pasado o un presente y por lo tanto una historia, y que los idiotas podrían bien no ser unos idiotas, que esa chica que contagia de alegría a todo el mundo podía bien, estar destrozada por dentro, y que el problema de uno podía lucir diminuto a comparación del de otro.

El tono neutro de las paredes hace más pesado el ambiente. Y el profesor, un hombre alrededor de los 35 años, se comienza a impacientar, incluso él tiene una expresión de cansancio detrás de sus anteojos. Recuerdo que un día nos mostró una foto de él más joven y aunque tenía unos 8 años menos, también tenía unos 90 kilos más. Todos se asombraron, ahora mi profesor de matemáticas corre maratones a menudo y practica una infinidad de deportes, sin mencionar que es jodidamente bueno en ello. Muchos bromeaban con que lo había hecho solo para alardear, pero creo que nos quiso decir, de alguna forma, que nada es para siempre y que depende de nosotros hacer los cambios.

Los siguientes cuarenta y cinco minutos fueron realmente largos, solo quería que el profesor dejara de anotar ecuaciones en el pizarrón, necesitaba un respiro, lo más pronto posible. Últimamente estaba más estresada y estar aquí no ayudaba en nada. No sé si es mi imaginación pero creo que cada vez hay menos oxígeno en este lugar.

Todos están dementesWhere stories live. Discover now