Capítulo 3.

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Cuando Agoney despertó al día siguiente no recordaba absolutamente nada de lo que pasó después de que salieran de la discoteca y parecía que unos enanos cabrones estaban taladrando su cabeza desde dentro, pues el dolor que tenía era casi insoportable. Así que lo primero que hizo, antes incluso de darse una ducha de agua fría o tomarse un café bien cargado para calmar su resaca, fue tomarse una aspirina y tumbarse en el sofá, esperando, con poca suerte, que el estómago y la cabeza le dejaran descansar un rato. Pero ¿cuál fue su sorpresa al llegar al salón? En el sofá se encontró a Nerea con otra chica pegada a ella como una lapa mientras Miriam, espatarrada en el suelo, estaba rodeada de dos o tres envoltorios de "Tigretones".

¿Qué cojones? Eso era lo único que podía pensar Agoney con claridad. De repente, notó el grifo de la ducha y se asustó aún más pues se imaginaba que Ricky se habría ido a su casa o casa de Sam. Su sorpresa fue aún mayor cuando pasó por la habitación de invitados y entró. Definitivamente tenía que dejar de beber, pues en la cama se encontraban Ricky y Sam. Que él recordara, solo quedaba una persona, aparte de Mimi y Ana, con la que había estado anoche y ese era el rubio sexy del tupé de nombre Raoul (así era como Agoney tenía pensado llamarle ahora).

Si el dolor de cabeza que tenía Agoney hace dos minutos era inaguantable, no os queréis hacer una idea de cómo era en esos momentos, pues por más que intentara recordar, no lo conseguía. Así que, dada la situación, decidió hacerse un café negro como su alma y esperar sentado a que la persona que se estaba dando una ducha en su baño sin su permiso, saliera y así conocer su identidad. Identidad que conoció tras unos largos 15 minutos de soledad con su café, aunque algunos lo quieran llamar petróleo. Cuando oyó la puerta del baño abierta, se levantó como un resorte de la mesa de la cocina en dirección al pasillo para ver quién era la misteriosa persona que se había dado una ducha como si estuviera en su casa, aunque Agoney sabía muy bien quién quería que fuese. Y menuda decepción se llevó al ver al chico que salió del baño, pues no era su rubio, sino un chico alto, moreno y con barba. Vamos, todo lo contrario a Raoul. Este le dedicó una sonrisa pícara mientras Agoney intentaba disimular el océano que tenía en su memoria con una sonrisilla tímida.

- ¿Quieres un café, esto...? – no se acordaba de que ese chaval estaba en su casa, como para acordarse de su nombre.

- Dmitry – vaya hombre, un ruso. Agoney se había liado y tirado a tíos de la mayoría de nacionalidades creía recordar, pero nunca un ruso. Cuando le hubo preparado el café, con mucha leche y mucho azúcar, le preguntó sobre lo que había pasado la noche anterior y, aunque quedaban lagunas por completar, al menos el océano era menos océano. Al parecer, se conocieron en un pub, prácticamente al lado de la otra discoteca, cuando Agoney se fue al baño según palabras del ruso "bastante frustrado, cachondo y con ganas de pegar a alguien". No sabía por qué, pero Agoney se imaginaba a quién querría pegar, sospecha que se confirmó cuando Dmitry le dijo que antes de eso le había visto perreando a un chaval rubio bajito que le hacía caso, pero parecía no querer más que eso. Dejaron de hablar de la noche, pues Agoney ya sabía cómo había acabado, aunque no se acordara. La conversación cambió completamente de dirección cuando Dmitry le empezó a contar que estaba de vacaciones en Ibiza (no, Ibisa no), pero que había decidido ir a la Península unos días. La charla pareció terminarse cuando poco a poco todos los chicos que habían elegido como hotel el piso de Agoney, fueron entrando a la cocina, al parecer nada sorprendidos de la presencia del ruso.

- ¡Amiga! Qué, ¿de resaca?

- Joder, creo que estoy teniendo un deja vu. - En realidad Agoney tenía la sensación de deja vu casi cada vez que Miriam hablaba. – Si solo fuera resaca, estaría de maravilla, pero tengo un océano a medio llenar, así que hablad.

Bastó una sonrisa | RagoneyWhere stories live. Discover now