Capítulo 8.

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- Agoney, ¿estás bien?

- ¿Eh? Sí, sí, tranquilo. No es nada, no te preocupes.

- ¿Seguro que estás bien? Agoney, te has quedado como si hubieras visto a un fantasma.

- Que sí, Raoul, que estoy bien, no seas pesado -. Eso había sonado más borde de lo que Agoney pretendía, y se arrepintió en el momento en el que miró a la cara a Raoul y vio su expresión, una mezcla entre culpa, asombro y autocontrol para no cabrearse, pues no se esperaba que el canario le fuera a contestar de esa manera.

- Yo... creo que lo mejor será que me vaya. Nos vemos, Agoney – y dicho esto, lo último que Agoney supo sobre Raoul durante semanas, fue el portazo que dio, dejando a Agoney solo con sus pensamientos.

Los días pasaron y se convirtieron en semanas y ni Raoul ni Agoney supieron nada del otro durante todo ese tiempo. Simplemente se concentraron en sus cosas, o al menos eso intentaron, pues ninguno de los dos admitiría lo mucho que echaban de menos el simplemente encontrarse en la presencia del otro.

- ¡Agooo! ¡AGONEY!

- ¿Eh? ¿Qué? ¿Qué?

- ¿Qué de qué? Estás en las nubes, amiga.

- Perdona, Miriam, estaba pensando. Cosas mías.

- Sí, lo que tú digas. Bueno, a lo que iba. Que estaba yo ahí, en la discoteca de siempre con Nerea y la chavala esa que se ha echado y de repente veo a una chica guapísima mirándome, ¡pero sin ninguna vergüenza! Ahí, toda descarada ella. Y bueno, yo pensando que estaba loca o algo, pero claro, era guapísima... -. Es en este momento en el que decide desconectar de la conversación. Otra vez. Quiere mucho a Miriam, la adora en verdad, pero hay veces que es mejor dejarla hablando sola porque se va por las ramas. Normal que luego se la encuentren hablando y riéndose sola mientras llama a un tal Harry, que Agoney no lo conoce, pero quiere saber lo que se fuman los dos.

El primer trimestre del curso acaba de terminar, lo que significa que en dos días es Nochebuena, y al siguiente Navidad y bueno, todas esas fiestas que Agoney realmente odia y que lleva varios años pasando solo o haciendo alguna obra solidaria como ir a un comedor solidario a servir la cena y cantar algún que otro villancico al piano.

De fondo, oye como Miriam le comenta lo que va a hacer durante las vacaciones, que si pasar tiempo con su novio y con su familia, que si ir al cine a ver la típica película navideña... lo típico de Navidad, vamos.

- Pero Ago, te prometo que Nochevieja tenemos la fiesta de todos los años a la que tú siempre te escaqueas de ir. ¡No te puedes pasar todas las Navidades encerrado en casa!

- Sí puedo, Miriam. Y es lo que he hecho todos los años desde que llevo viviendo aquí. Además, este año en el comedor solidario van a dar pavo de cenar.

- Pavo el que te tienes tú. Agoney, de verdad, no puedes pasar las vacaciones solo. ¿Por qué no miras vuelos y te vas a casa?

- ¿A casa? Miriam, estoy en casa. Es la única que tengo.

- Perdona, no quería...

- Tranquila – contestó Agoney soltando un suspiro -, no es culpa tuya. Pero lo que si va a ser culpa tuya va a ser el tren que vas a perder como no te pires ya a la estación.

- ¡Hostia! ¡Que pierdo el tren! Adiós, Agoney, sal algún día a dar una vuelta, aunque sea. Nos vemos el día 30, te lo prometo -. Y, dicho esto, salió de su casa como un torbellino. Suspirando, Agoney se tumbó en el sofá empezando la que iba a ser su rutina diaria durante 7 u 8 días, dormir, comer y ver Netflix a la vez que comer. Lo usual.

Bastó una sonrisa | RagoneyWhere stories live. Discover now