Capítulo 4.

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Cuando Raoul llegó a la ubicación que Sam le había mandado, se quedó parado unos segundos sin saber bien qué hacer. No sabía qué hacer cuando subiera al piso, cuando se encontrara a Agoney cara a cara, con qué cara mirarle después de la noche anterior, después de lo que él le hacía sentir con solo mirarle o con solo recordar sus movimientos. Le mandó un mensaje a su primo preguntando el piso, y a los pocos segundos recibió la respuesta, así que entró al portal, no muy decidido todavía. Mientras subía las escaleras, se cruzó con un chico que bajaba rápidamente las escaleras, el cual le parecía familiar. Y tanto que le sonaba la cara, era el chico con el que se lio Agoney la noche anterior, la razón de su estado actual. Cuando llamó, una voz le contestó desde dentro.

-Vaya, parece que al final sí que vas a ser mi comida – cuando abrió la puerta, no pudo disimular su sorpresa – oh, Raoul. Hola, perdona, pero creía que eras...

- Sí, otra persona. ¿Puedo pasar?

- Claro, adelante, como si estuvieras en tu casa – respondió Agoney de forma sarcástica apartándose de la puerta y dejando que el rubio entrase.

Cuando Raoul entró en el piso, le envolvió un olor agradable. Muy agradable, que le relajó. El piso era pequeño, pero acogedor. Nada más entrar te encontrabas con un pequeño salón-comedor, y a la derecha un pasillo en el que te encontrabas la cocina, y más adelante tres puertas que Raoul dedujo debían ser dos dormitorios y un cuarto de baño. Pasó y entró al salón sentándose en el brazo del sofá al lado de su primo, quien estaba muy pegado a Ricky. En ese momento, Agoney entró por la puerta con nueve hamburguesas. ¿Nueve? Fue entonces cuando Raoul reparó en una chica morena de flequillo, muy guapa en su opinión, que estaba pegada como una lapa a Nerea. Definitivamente no se acordaba de ella de la noche anterior. De hecho, si la hubiera visto se acordaría, no se olvidaría de una chica así.

- Raoul, coge una silla para comer, sino lo vas a dejar todo perdido y te toca limpiarlo con la lengua –. A Agoney le había pasado lo que le suele pasar con normalidad, hablar antes de pensar, y es que de repente se le vino la imagen de Raoul, con la lengua fuera, mirándole de forma seductora mientras limpiaba el suelo a lengüetazos. En realidad, se quería imaginar que la lengua en vez de recorrer el suelo sucio, recorría todo su cuerpo.

Por más que le gustara a Agoney la idea, tuvo que quitársela de la cabeza, pues estaba empezando a notar un calor excesivo en partes de su cuerpo en las que no lo debería sentir en ese momento. Decidió dejar todas las hamburguesas en la mesa grande y se fue al baño a refrescarse y a poner sus pensamientos en orden, pues lo que le acababa de pasar, no podía ser muy normal. Se miró al espejo, abrió el grifo del agua fría y se mojó la cara y la nuca. Eso no podía estar pasándole a él, nunca le había pasado y no le iba a pasar ahora. Se convenció a sí mismo que lo que Raoul despertaba en él era solo una atracción pasajera, que ya se le pasaría, como siempre. Y es que Agoney nunca se había enamorado, al menos no desde su adolescencia. Solo había tenidos rollos de una noche, de dos o como mucho de tres, no le gustaba comprometerse. Cuando se hubo calmado y el notable bulto de su pantalón ya no era tan notable, salió del baño para comer con los demás, que ya habían empezado y estaban charlando amistosamente. Todos menos uno. Raoul, que tenía una cara entre cabreado y muerto de cansancio, aunque bueno, la cara de cabreado era una constante en él. No habló en toda la comida, ni siquiera le dirigió la mirada a alguien que no fuera a su primo, a quién tenía al lado. Para estar así, mejor no hubieras venido, muchacho pensaba Agoney una y otra vez, pues la actitud que estaba teniendo el rubio no era precisamente cómoda para el resto.

Una vez terminaron de comer, unos limpiaban el salón y otros los platos en la cocina mientras decidían que película ver en la pequeña televisión de Agoney. Y así pasaron la tarde, cada uno desperdigado por el suelo, en sillas o en el sofá viendo una película.

Bastó una sonrisa | RagoneyWhere stories live. Discover now