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Run, Jude, Ruuuun!

Al día siguiente me temblaba el cuerpo cuando atravesé la entrada de la biblioteca para ver a la profesora de literatura. Ella esperaba sentada en una mesa mientras escribía calificaciones en algunos informes. Al frente tenía una pila de dispositivos USB en los que de seguro les habían entregado los videos.

Lo único que yo tenía en la mano era mi teléfono en el que había quedado grabado todo, y una buena carta llamada: rogar.

—Buen día, profesora —le saludé con todo el ánimo del mundo a pesar de que en el fondo me sentía muy nerviosa.

Ella me respondió con afabilidad. Me senté en frente y comencé a explicarle que Adrik y yo habíamos intentado hacer el video, pero que todo había salido mal al final, que no era algo que le podíamos presentar y que lo único que necesitábamos era una prórroga para volverlo a hacer como se debía.

En el preciso momento en que ella iba a responder, Adrik apareció. Nunca me había molestado el hecho de que llegara tarde a cualquier lugar, pero en ese momento me irritó en niveles astronómicos. Él sabía que no habíamos terminado el video. No habíamos vuelto a hablar desde que salió de mi apartamento. Ahora ni siquiera venía apurado, sino con la mayor calma del mundo, como si no pasara nada.

Me provocó gritarle: ¡Estamos a punto de reprobar, REATZIONA, ADRIK, REATZIONA!

—Si nos da un plazo hasta mañana se lo entregaré como debe ser —culminé con un tono dócil al tiempo que Adrik se sentaba a mi lado en la mesa.

La profesora, pensativa, alternó la vista entre ambos. Quise estrujarme las manos, pero confiaba en que ella era comprensiva. Era una profesora tranquila, nada estricta. Tenía ese aire de mujer bohemia que de seguro había escrito unos cinco libros que jamás se habían vendido bien. O así la veía yo. De todos modos, tuve esperanza. Percibí un brillo positivo en su rostro...

—Déjenme ver qué fue lo que hicieron —suspiró ella finalmente, extendiendo la mano hacia mí.

Y... la esperanza murió al instante.

—¡No! —exclamé con rapidez y apegué el teléfono a mi pecho—. Por favor, profesora, le juro que lo haremos bien para mañana.

Busqué apoyo en Adrik por un instante, esperando que dijera algo, pero él solo estaba ahí sentado, quieto, mirando a la profesora con un aire ausente y distante.

—Si no me demuestran que al menos lo intentaron, no puedo darles otra oportunidad —insistió ella como si fuera muy simple—. ¿Cómo sabré yo que no solo se les olvidó, ahora están arrepentidos y por eso vienen a pedirme una prórroga?

—Porque usted sabe que soy responsable —alegué con una nota de súplica.

Ella formó una fina línea con los labios y observó a Adrik. En serio esperé que dijera algo porque de lo contrario yo misma era capaz de hacerle tragar el teléfono con el video.

—Nunca me he saltado una tarea —aseguró él sin más, medio adormilado.

¿Ese era su argumento? ¡¿Solo eso?! ¿Por qué no nos defendía? Quise golpearlo ahí mismo, pero me contuve.

La profesora extendió más la mano hacia mí.

—O me dejas ver, o les pondré cero de inmediato —advirtió.

Lo que menos quería era un cero, pero tampoco quería pasar vergüenza frente a ella. En el video había quedado grabado todo. Cuando digo todo era, bueno, eso tan raro que había sucedido entre nosotros.

Antes de entrar a la biblioteca creí que podía convencerla. O mejor dicho, creí que Adrik me ayudaría a convencerla, pero como él no estaba participando en nada, era caso perdido. Me daba vergüenza, pero la vergüenza no me haría salir de Tagus, un cero sí.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora