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*Este capítulo es largo y no lo dividí porque ustedes me dijeron que no les molestaba en lo absoluto que fueran largos. Además, habría perdido emoción si lo cortaba. Léanlo con calma y un cafecito para que lo escupan cuando vean en multimedia al personaje que ya conocerán...


Esa endemoniada sensualidad es cosa de genética...
Y la maldad también.

Un dedo sobre su piel...

Un camino de besos sobre su cuello...

¿Cuántas horas llevábamos así? Había perdido la cuenta. Había perdido la noción del tiempo. Si pasaron días, semanas, no lo sabía.

—Me encanta esta manera de arreglar las cosas.

Mi sonrisa se ensanchó al máximo después de decir aquello. No recordaba haberme sentido tan feliz y en paz como en ese momento, sobre él, sobre su cuerpo, con una de sus manos apartando el cabello de mi rostro y la otra acariciando mi espalda desnuda.

Desnudos.

Estábamos desnudos.

—Creo que lo que más me gusta de ti es lo que odio... —agregué, entre divertida y embelesada.

—Eso no tiene mucho sentido —rio él, tranquilo, tan relajado que daba la impresión de que no quería hacer otra cosa en la vida que permanecer así conmigo.

—Lo tiene si yo quiero —defendí con firmeza.

Entornó los ojos con picardía. Su rostro adquirió una malicia seductora, desgarradoramente sensual. Ese atractivo era una cincelada del demonio. Ese cabello tan negro como el ébano, esos ojos tan grises como las nubes cargadas de lluvia, esa piel tan cremosa, esos labios finos y masculinos. Su cuerpo debajo de mí era duro, tibio y acogedor. Yo encajaba en él. Él encajaba en mí.

—Está bien, tienes lo que quieres —aceptó con tranquilidad—. ¿Ahora no quieres que hagamos algo mejor?

—Adrik...

No me dejó decir otra cosa. Cambió nuestra posición en un movimiento ágil. Quedé debajo de él, con toda esa asombrosa vista de su desnudez: natural, fascinante, tentador. Diecinueve años bien formados. Pasé la mano por su pecho y la deslicé por su abdomen. Al mismo tiempo desplegué las piernas en una invitación tan descarada como sexy.

Él miró ese gesto, tragó saliva y luego alzó la vista hacia mí. Los ojos le brillaban de deseo, estaban tan dilatados, tan chispeantes de ansias que me provocaron aún más. Tenía la mandíbula tensa, los músculos duros por la excitación. Y ni hablar de su miembro... estaba tan hinchado que se le pegaba al vientre y apuntaba en mi dirección.

Adrik apoyó un codo de la cama y dejó un beso sobre mis labios. Fue más bien una succión, un contacto lengua con lengua, húmedo, exigente, como el punto de inicio a algo mejor. Estuvimos así un momento, explorando nuevas ideas sobre cómo besarnos: lento, rápido, a fondo, de manera superficial...

Hasta que en cierto punto atravesó dos de sus dedos entre nuestras bocas y los hundió en la mía. Los succioné y lamí hasta empaparlos de saliva, siempre con los ojos fijos en los suyos. Él los sacó y esa misma mano la condujo por entre mis piernas. Tocó primero el área más sensible y se me escapó un gemido lento pero profundo. Esa parte llevaba rato palpitándome dolorosamente y que el la tocara me alivió, pero me encendió todavía más.

Bajó los dedos y los introdujo en mí. El quejido que se me escapó fue más alto. Sentí que hurgaba en mi interior de una manera deliciosa, suave, pausada, nada apresurada. Removió hasta que marcó un ritmo de entrada y salida. Comencé a experimentar cosas que no había experimentado antes. No me sentía por completo llena con sus dedos, quería más, pero tan solo eso ya enviaba corrientes de placer a cada parte de mi ser.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora