37 - Segunda parte

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Nota: este símbolo (») indica que el personaje sigue hablando. Se usa en los libros, por si no lo han visto.

37 - Segunda Parte.

Cuando el jet aterrizó, sí estaba lloviendo fuertísimo. Era un aguacero de esos que caían con agresividad y producían frío.

También estaba entrando la noche, por lo que el piloto dijo que no era recomendable volver inmediatamente, que lo mejor sería esperar hasta el día siguiente.

El tipo estuvo hablando un momento con Aegan a solas. Cuando Aegan regresó me dijo que nosotros iríamos a la casa y el tipo iría al pueblo a un hotel.

Tuvimos que bajar del jet con unos impermeables puestos. Lo primero que pisé fue tierra mojada. El cielo era un manchón gris y negro. En ese sitio el aire olía diferente. No olía a Tagus, ni a la misma vida de siempre. Alrededor era libertad absoluta, árboles, terrenos, sonidos nocturnos, lluvia y la ligera esencia del mar cercano.

Avanzamos por un caminillo. Nuestros pasos chapoteaban y nuestros zapatos se llenaban de barro. Una estructura rodeada por muros se veía a cierta distancia. Alrededor de ella no se veía ninguna otra casa o sitio en donde pudiera haber otra persona.

Mientras nos dirigíamos a la casa, Aegan me explicó que ahí viviría, que el pueblo quedaba a tan solo cinco minutos y que no me faltaría nada porque habían hecho un arreglo de pagos anticipados con una tienda para que me surtiera de alimentos. Dejó claro que no podía decirle mi nombre real a nadie, ni tampoco el de Jude Derry. Dijo que podía usar cualquier otro nombre y que podía interactuar con la gente, pero que debía tener cuidado.

Le pregunté cómo sabría cuándo regresar. Dijo que aunque no había señal a internet en la casa, él conseguiría la forma de comunicarse conmigo en el momento apropiado. A lo mejor por algún teléfono en el pueblo, a lo mejor por algún mensaje a través de un niño. Como fuera, podía tardar, pero de que llegaría, llegaría.

Y yo le creí. Finalmente, después de intentar destruirlo, después de odiarlo a muerte, le creí.

—Las medicinas necesarias están allí también —agregó él mientras avanzábamos por el caminillo—. Lo enviamos todo hace dos días. Y hay un doctor en el pueblo, por si acaso.

El jet ya se había quedado atrás. Me tiritaban los dientes. La lluvia caía sobre nuestros impermeables.

—No hay caníbales por aquí, ¿o sí? —fue inevitable preguntar.

Es que todo era monte y culebra, o sea.

Aegan ni siquiera respondió de inmediato.

—Seguro que Dios te cuida —se limitó a decir.

Eso no me dejó tranquila, pero bueno, ya no podía escapar de ahí.

—Aegan —dije seriamente en cierto momento—. Mi mamá...

—Nos ocuparemos de que esté a salvo —me respondió al tiro.

—Gracias.

Avanzamos hasta que llegamos a la entrada de la casa. Era un enrejado rodeado por unos muros semi altos de piedras. Aegan sacó unas llaves y abrió. Mientras corríamos hacia la otra puerta vi que la fachada tenía un aire rústico pero acogedor. Era como... una casa de campo para ricos.

Entramos. El sitio no era exagerado, pero sí era más o menos grande. Tenía todo el estilo de campo en cada decoración. El suelo era de madera pulida. Estaba bien equipado: sofás, mesas, lámparas e incluso un televisor y un computador sobre un escritorio. Parecía un buen lugar para pasar unas vacaciones eternas.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora