Capítulo 8. Esto es la guerra

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Lauren

Hacía calor, no era el calor agradable que esperaba, el sol me picaba de manera irritante sobre toda la piel, de haberlo sabido quizás hubiese traído más ropa, pero esa mañana casi de medio día sólo me acompañaba el bikini del que me había enamorado a primera vista en aquella tienda del centro de la ciudad. No tenía otra cosa más que mirar que el horizonte, y tomar una helada cerveza que mi boca agradecía con cada sorbo, las isla se veían ya a lo lejos y el mar se hacía más oscuro tanto nos alejábamos. Carlos estaba en la cubierta principal del yate charlando con el padre de Camila y otros amigos, supuse que eran asuntos de negocios privados cuando me pidió que me perdiera de manera muy sutil. No quería mirar hacia otra dirección que no fuera el horizonte porque sabía que al otro lado me esperaba la exquisita figura de la esposa a la que no tengo ningún tipo de acceso: Camila. Sólo recuerdo la mirada de asesina de Alejandro cuando vi aparecer a su hija en esas mínimas ropas con sus gafas oscuras y un hermoso sombrero que la cubría del sol, era demasiada perfección para yo poder disimular mi mirada de hiena que está a punto de emboscar a su presa. No le había dirigido la palabra desde ayer, esta mañana cuando desperté ya no estaba al otro lado de la cama y desde entonces se había comportado bastante esquiva conmigo, la razón era obvia: el beso que compartimos la noche anterior.

Camila

Había olvidado desde hace un tiempo la primera vez que vi a Lauren, había olvidado esas semanas que pasé fantaseándola, queriendo que en cada ocaso mi mirada se fusionara con la de ella, la quería, no para la vida, quizás para un verano, Lauren era solo un capricho y justo ahí debió quedar... Ese beso sólo acreció mi confusión, por días estoy tan segura que no debo ceder ante ella, pero hay una parte de mí que se desmorona ante su encanto.

-Camila. – me di la vuelta para encarar a Lauren, quien finalmente se había animado a dirigirme la palabra a pesar que yo había estado prácticamente huyendo desde que empezó el día. – Quería saber si... - debo admitir cuánta ternura me causaba cuando lucía algo nerviosa, ella no sabía jugar fuera de su terreno, era la razón por la cual había estado actuando tan contradictoriamente desde que salimos de Los Ángeles. - ¿Podemos hablar? – Me preguntó casi en un susurro sin saber que distancia guardar.

-¿Tú y yo tenemos algo de qué hablar? – Respondí desde mi cinismo.

-¿Es que tan rápido has olvidado lo qué pasó anoche? – Habló decepcionada, pero al instante se repuso y me miró justo a los ojos, otra vez había adquirido su seguridad. – Puedo recordártelo si es necesario. – En su última frase no había titubeado por un segundo, yo en cambió solté un bufido, completamente escéptica no noté que en realidad le estaba dando razones a la chica de ojos verdes para sentirse retada, no había algo más tentador que eso para ella. Y Lauren no dudó en el último segundo, antes de que pudiera reaccionar unió con desesperación su boca contra la mía.

Lauren

-¡Eres una abusiva! – El primer ataque de Camila había dado justo en mi mejilla derecha, no recuerdo que me haya dolido en el instante, mi pecho aún permanecía acelerado y sólo había respondido con una ridícula sonrisita. - ¿Quién te crees, Jauregui?

-Camila, por favor, soy tu esposa. – exclamé mientras intentaba acercarme, pero ella me rechazó al instante.

-Lauren, esto no es real, no empieces a olvidarlo. – Bramó, su pupila se centró en mí, ella me odiaba en ese momento.

-Eso puede cambiar. – Le propuse, sin saber si parecía lo suficientemente sincera y convincente.

-No estoy interesada en tus jueguitos egomaníacos, he tenido suficiente de ellos. – Camila era una chica difícil, me pregunto qué tanto me hubiese costado conquistarla si nuestras diferencias nunca hubiesen existido. Sin embargo el hubiera no existe.

No quiero ser tu esposa (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora