Capitulo 6

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Supuse que al día siguiente tendría a toda la casa de Slytherin frente a mi, siendo liderados por el mismísimo demonio, pidiendo entre risas que les mostrase las cicatrices de mi muñeca, sin dejar de repetir lo estúpido y débil que era. O, al menos, así había sido el sueño que me invadió cuando, después de removerme en la cama un tiempo, logre quedarme dormido. 

Así que no sabia que era exactamente lo que esperaba cuando abriese la puerta que da a la sala común de Slytherin, pero estaba seguro de que el echo de que todo el mundo me ignorase no estaba en mis planes. El grupo de Scorpius hubiera saltado sobre mi como si me tratara de una presa fresca y deliciosa, estaba seguro, pero no lo habían echo. Y solo había dos razones del por que; estaban preparando algo realmente grande o Scorpius no les había contado nada sobre lo que vio en el baño del segundo piso. Esta ultima idea es tan improbable que mi mente se imagino casi al instante una escena en la que me encontraba entrando al Gran Comedor y miles millones de tortas de manzana volaban hacia mi rostro. Mi mente, incluso, se había tomado el tiempo de añadir el detalle de que los profesores también me tirarían algo. McGonagall pegaría tal grito de guerra al verme entrar que podría jurar que se ha quedado afónica. Fitwick me apuntaba con su varita, encaramado sobre su silla, sin dejar de lanzar maldiciones a diestra y siniestra.

 Pero lo único que me encontré en cuanto cruce las puertas fue el bullicio que se encontraba usualmente. McGonagall y Fitwick se encontraba conversando tranquilamente con el nuevo profesor de pociones, sin gritos de guerra ni hechizos de por medio. Me senté en la mesa de Slytherin con una sensación de aplomo en el estomago. Busque inmediatamente la mirada de Scorpius, aunque en segundo año, después de haberle respondido a Jackson que el y su grupo son una basura, este ultimo se encargo de dejarme en claro con un par de golpes que jamas debía dirigirme a ellos, de ninguna manera, sin permiso, pero ahora estaba tan asustado por lo que podría pasar que ni siquiera me importo.

Descubrí que Scorpius me estaba mirando desde el otro lado de la mesa. Sus ojos azules, idénticos a los de su padre, me observaban sin expresión, aunque sus cejas se encontraban alzadas. Nuestro juego de miradas se interrumpió cuando miles de lechuzas de distinto tipo y color entraron al Gran Comedor. Observe la vieja lechuza que me compre en el callejón diagon cuando tenia tres años y me paralice, olvidándome de Scorpius y mis muñecas por unos segundos que parecieron eternos, mientras la lechuza se detenía junto a mi y soltaba una carta sobre mi plato. 

"Albus, te escribía para decirte que pasaremos la navidad en la casa de la Abuela Molly y que te esperamos allí, a menos que quieras permanecer en Hogwarts.

Con cariño, mamà"

Mama, murmure para mis adentros, a mi también me encanta el echo de que me escribieras y si, estoy muy bien, gracias por preguntar. Arrugue la carta disimuladamente y la metí en mi bolsillo. Del otro lado del Gran Comedor, James había recibido un gran paquete gris oscuro, junto con una carta del mismo tipo de papel que la mía. Dejo la carta a un lado y se lanzo a abrir el paquete, desparramandolo sobre la mesa. Sonrió a lo grande y llamo a sus amigos a gritos. No podía ver que era lo que mi madre le había enviado ya que la fuente de papas asadas me tapaba la visión, pero supuse que era algo realmente bueno como para que sus ojos brillen de aquella manera. 

Mire los huevos revueltos y el tocino que esperaban en mi plato, pero, de repente, fue como si el hambre que me había molestado toda el tiempo, en el que me tarde salir de la sala común, se hubiera evaporado. Suspire, tomando un poco de jugo de calabaza antes de levantarme de la mesa. También me había salteado la comida de anoche y no había comido mucho al merendar, pero, simplemente, no tenia apetito. Estaba mal, lo sabia. Cuando era pequeño y cursaba primer año solía saltarme la mayoría de las comidas y, durante las vacaciones, mis padres me enviaron al medico por que estaba "algo flaco" para mi edad. Este me recomendó comer mas, aunque les comento a mis padres que podría tratarse de algo normal en el crecimiento, y me envió a un psicólogo. Meses después, este converso con mis padres sobre mi fobia social y con pastillas antidepresivas pudieron solucionarlo, aunque deje de tomarlas por orden del medico, el cual afirmo que ya me encontraba bien, en cuarto año. Fue un gran alivio, la verdad. Puede que calmaran un poco el miedo al estar con personas desconocidas, pero me volvían mas atontado y lento, lo cual era algo realmente malo en época de exámenes finales, donde debía pasar mas de cuatro horas estudiando para cada materia. Lo malo de ello, es que los síntomas que los antidepresivos solían anular, como el temblor de mis manos o el extremo tartamudeo, volvieron en un centiamen. 

No hay razón-- SCORBUSWhere stories live. Discover now